• Por Benjamín Valencia Luengo

Idea propia

Homenajes en vida: Un tributo necesario a los creadores de nuestra identidad cultural

En el panorama musical chileno, pocos álbumes logran capturar la profundidad de un legado y, al mismo tiempo, rendir tributo en vida a sus protagonistas. Canciones de Hugo Moraga, de Francesca Ancarola y Simón Schriever, es uno de esos trabajos que no solo honra a un artista fundamental, sino que también abre una reflexión necesaria sobre la importancia de reconocer a quienes han forjado la riqueza cultural de nuestro país antes de que el tiempo nos arrebate la oportunidad.

Hugo Moraga, conocido como uno de los pioneros del Canto Nuevo chileno, ha sido durante décadas una figura clave para entender la evolución de la música popular con contenido poético y compromiso social. Su obra, marcada por una búsqueda constante de belleza lírica y profundidad musical, ha influido en generaciones de artistas, aunque muchas veces desde las sombras de un reconocimiento masivo que nunca llegó. Es ahí donde este proyecto de Francesca y Simón cobra una dimensión significativa: no es solo un tributo musical, sino un acto de justicia cultural.

Francesca Ancarola, con su destacada trayectoria en la música popular, aporta una interpretación cargada de matices y emociones. Por su parte, Simón Schriever, con su destreza como guitarrista y arreglista, suma una dimensión contemporánea y profundamente respetuosa de las composiciones originales. Juntos logran, no solo revivir la obra de Hugo, sino también otorgarle un nuevo contexto sonoro, acercándolo a nuevas audiencias.


Este disco no solo es un placer musical, sino también un recordatorio de algo que a menudo se pasa por alto en nuestra sociedad: la necesidad de homenajear en vida a quienes han dedicado su talento y pasión a enriquecer nuestra cultura.

En el álbum, temas como “Dudo igual” y “En privado” no solo reafirman la capacidad de Hugo para poetizar la experiencia humana sino que también evidencian el poder de la reinterpretación para mantener viva la obra de un artista. Francesca no busca eclipsar al autor, al contrario, su trabajo se posiciona como un puente, como un canal que amplifica la relevancia de su legado.

Este disco no solo es un placer musical, sino también un recordatorio de algo que a menudo se pasa por alto en nuestra sociedad: la necesidad de homenajear en vida a quienes han dedicado su talento y pasión a enriquecer nuestra cultura. En Chile, es común que el reconocimiento llegue tarde, cuando el artista ya no está para recibirlo. Es un patrón que se ha repetido con figuras emblemáticas, desde Violeta Parra hasta Gabriela Mistral.

¿Por qué esperar a que los grandes creadores partan para valorarlos en su justa medida? El homenaje en vida no es solo un gesto de gratitud; es una forma de fortalecer el lazo cultural que nos define como sociedad. Es una oportunidad para que el creador vea el impacto de su obra, para que reciba en vida el aplauso y el agradecimiento de quienes han sido tocados por su arte.

La iniciativa de Francesca y Simón se convierte así en un ejemplo inspirador de cómo debemos tratar a nuestros artistas, con una mirada más atenta y generosa. Nos desafía a preguntarnos qué otros Hugo Moraga están hoy entre nosotros, creando en silencio, esperando quizás una señal de que su trabajo importa.

Este álbum es un recordatorio de que la música no se agota en el instante de su creación, sino que vive en quienes la interpretan y la escuchan. En un Chile que muchas veces olvida a sus artistas en vida, este tributo nos invita a mirar a nuestros creadores con nuevos ojos, con el reconocimiento y la gratitud que merecen. Porque al final, rendir homenaje en vida no es solo un acto de amor hacia ellos, sino también hacia nosotros mismos y nuestra historia compartida.