• Revista Nº 178
  • Por Arturo Infante Reñasco

Idea propia

La literatura regional fragmentada

Entre las diversas preocupaciones que suelen manejar quienes propugnan la integración de América Latina, una de las menos presentes es la cultural, decisiva para ese objetivo. El listado histórico de organismos de integración latinoamericana, con sus aciertos y fracasos así permiten apreciarlo. Una realidad que hemos vivido por décadas quienes nos dedicamos a la industria cultural.

Han sido largos padecimientos para superar las barreras que frenan la circulación del libro entre los distintos países de nuestro continente que tenemos por lengua común el castellano. No ha sido así para otras industrias culturales como el cine o la música, que han hecho relevantes demostraciones de integración.

Hace casi medio siglo, el escritor chileno José Donoso hacía referencia a este punto en su “Historia personal del boom”. Comentaba que la única opción que tenían de leer latinoamericanos era intercambiando libros con los escritores de cada país. Cuarenta años más tarde, el escritor Ricardo Piglia afirmaba que ahora viajaban los escritores pero no sus libros, poniendo el punto sobre la ausencia de su obra en países a los que se le invitaba. En la década del sesenta del siglo pasado comenzó en España ese fenómeno literario conocido como el “boom latinoamericano”, basado en el reconocimiento mundial de un grupo de jóvenes escritores de nuestra región cuyos títulos comenzaron a llegar por todo el mundo de habla hispana. Un hito fundamental en la circulación del libro, pero en los méritos que le caben a la industria editorial española se proyectan las sombras de nuestro fracaso.

¿Cuántos de los más de 8.000 títulos que se publican anualmente en Chile cruzarán las fronteras?

Transcurridas cuatro generaciones, hoy pareciéramos detenidos en el mismo punto esperando que un autor latinoamericano corone en el viejo mundo y retorne victorioso a los lectores de nuestros países. Desde sellos editoriales hispanos nos siguen llegando grandes autores.

No obstante, resulta obligado preguntarse qué está pasando con la parte grande del todo. Es imperativo crear las condiciones para conocer y elegir lo que queremos leer entre los cerca de 130.000 títulos, de interés comercial, que cada año se publican en castellano entre los diversos agentes editores de la región.

¿Cuántos de los más de 8.000 títulos que se publican anualmente en Chile cruzarán las fronteras?

Ciertamente, las dificultades que limitan el acceso de los lectores a las producciones literarias de otros países de la región son múltiples y complejas: barreras económicas, comerciales y logísticas, la desintegración editorial y las políticas públicas que desincentivan la industria. Está claro que es necesario un esfuerzo conjunto entre gobiernos, editoriales y actores culturales que promuevan el acceso a la diversidad de voces en toda la región.

Sin embargo, los editores disponen hoy de herramientas formidables para comenzar a cambiar las cosas. El comercio electrónico, el libro digital y la impresión a demanda nacieron para saltar fronteras. Siguiendo la huella de otras industrias culturales más vanguardistas, no solo se enriquecería el panorama literario latinoamericano, también se fortalecerían los lazos culturales, la identidad regional y, desde luego, nuestras endebles democracias.