La pobreza refleja la magnitud de la tragedia
En los últimos 12 meses se han perdido más de 1,8 millones de empleos. La crisis social y las cuarentenas necesarias para contener la pandemia están generado una crisis económica y social de magnitud. En 2017, la última medición de pobreza disponible en Chile, da cuenta de un 8,6% de personas en situación de pobreza de ingresos, disminuyendo desde un 68,5% en 1990 con la metodología de medición actual.
Si bien el Estado ha respondido con transferencias de ingresos a los hogares más vulnerables de hasta $100.000 por persona al mes, es esperable que la pobreza esté aumentando con la crisis, como lo muestra el dramático incremento de campamentos y ollas comunes.
La pobreza en el extremo corresponde a la falta de alimentos para sobrevivir. En una mirada más completa, siguiendo el enfoque de Sen (Premio Nobel de Economía 1998), corresponde a la ausencia de “capacidades” para que las personas puedan vivir la vida que desean. La magnitud de estas deprivaciones depende de las características individuales: por ejemplo, el nivel de ingreso mínimo que necesita una persona en situación de discapacidad puede ser mayor considerando las acomodaciones que necesite. En este contexto, a partir de 2015 la situación de pobreza se mide también multidimensionalmente, y en la medición del 2017 se observa que un 20,7% de la población se encuentra en situación de pobreza de acuerdo a esta caracterización.
En los últimos 30 años, la pobreza de ingresos ha disminuido fuertemente. Este resultado se debe al fuerte crecimiento económico en el período y a la relativamente pequeña disminución de la desigualdad medida en encuestas de hogares. Al mismo tiempo, se observa que en los hogares de menores recursos, cerca de la mitad de sus ingresos corresponden a transferencias desde el Estado.
Tanto el crecimiento económico como la política social y la disminución de la desigualdad son mecanismos para disminuir la pobreza. La magnitud de la tragedia que estamos viviendo hará probablemente necesario utilizar todos los instrumentos posibles.
En este desafío, es imprescindible considerar las complementariedades y eventuales trade-off existentes entre los mecanismos, así como diseñar políticas públicas efectivas. En este diseño, se debe considerar que, al menos hasta el 2022, el nivel de ingreso del país será inferior al de 2019. En una nación más pobre, tendremos el desafío y la responsabilidad de destinar recursos a quienes más lo necesitan.