• Revista Nº 180
  • Por Catalina Infante Beovic
  • Es escritora, editora y magíster en Periodismo Escrito por la UC

Especial

Maneras de sobrevivir (o cómo la ficción nos ayuda a entender la violencia de género)

Yeonghye se pasea desnuda por un bosque. Está en los huesos, no come, apenas habla, pero es libre. Libre de la violencia y del control que toda una cultura ejerce sobre ella. A Yeonghye no le quedará casi cuerpo en el tránsito de su resistencia, pero al menos nadie podrá dominarla. Estoy hablando de la protagonista de La vegetariana, la novela más famosa de la escritora surcoreana Han Kang, último Premio Nobel de Literatura. Es una historia bastante excesiva, que aunque no es catalogada como fantástica, tiene elementos del género: una mujer común y corriente decide dejar de comer carne y se ve enfrentada al cuestionamiento de su familia. La vegetariana ya es considerado un clásico contemporáneo, éxito de ventas en todo el mundo.

Me pregunto qué ha hecho de especial a esta historia para que conecte tanto con lectores de todo el mundo. La respuesta, me parece, está en la capacidad de Kang para narrar algo tan complejo y a la vez tan común como la violencia, abordándola no como una fuerza ajena que nos llega como desgracia, sino como algo intrínseco al ser humano. Un acto que recibimos y propiciamos a diario y que, sin embargo, nos es tan difícil de reconocer como propio. Además, el hecho de que sea una mujer la víctima de esta violencia por parte de sus cercanos es lo que, me atrevo a afirmar, atrae especialmente a una masa de mujeres lectoras que han encontrado en este libro cierto entendimiento de la propia violencia que reciben al salirse del molde establecido.

Cuando Han Kang, Mariana Enríquez, Margaret Atwood o tantas otras toman aspectos de la realidad para representar la violencia y la opresión contra la mujer (…) hacen que la literatura remueva los cimientos de una cultura patriarcal.

Han Kang no es, por supuesto, la única autora que actualmente refleja la violencia hacia la mujer utilizando elementos fantásticos. En este lado del charco, la escritora argentina Mariana Enríquez, en su relato “Las cosas que perdimos en el fuego”, narra la historia de un grupo de mujeres que deciden quemarse a sí mismas como acción de protesta ante una realidad violenta: las mujeres que son quemadas por sus parejas como método de castigo y control. Sabemos, por la propia autora, que esta historia fue inspirada en un caso de la vida real. Al igual que en La vegetariana, la mujer usa su cuerpo como medio de liberación, aun cuando esa resistencia la destruya.

Nunca está de más recordar una realidad que con demasiada frecuencia se nos olvida: cada diez minutos, en el mundo una mujer o una niña muere en manos de su pareja u otro miembro de su familia. Podría seguir hasta el punto final de esta columna, pero no quiero perderme: para cualquier mujer coexistir con estos datos es una experiencia violenta. Y la literatura, como reflejo de la realidad, resulta un buen canalizador de esa angustia.

Cuando Han Kang, Mariana Enríquez, Margaret Atwood o tantas otras toman aspectos de la realidad para representar la violencia y la opresión contra la mujer, hacen que la literatura remueva los cimientos de una cultura patriarcal, proponiendo una transgresión de ese orden establecido. Ya sea desde escenarios distópicos de ciencia ficción dura o en novelas psicológicas que llevan al extremo a un personaje, estas ficciones están captando una audiencia importante de mujeres y disidencias porque suponen un refugio canalizador para aquellas que, muchas veces, nos sentimos sin herramientas a la hora de digerir la violencia del mundo.