
Violencia puertas adentro
En mi última exposición, “Peligro inminente”, que se presentó en la Factoría Santa Rosa y en el Espacio Zinc, abordo el tema de la violencia desde lo doméstico y lo callejero. Es una problemática que, de tanto verla y hablarla, hemos terminado por aceptar y normalizar.
Por eso, en mi obra llevo el tema a la mesa familiar. Por ejemplo, de manera irónica: sobre tablas de queso –de mármol blanco– y fuentes de plaqué recién lustradas. Aparecen miniaturas de porcelana y de madera, y juguetes que ocupan el lugar que debiera presentar un rico plato. Son situaciones de violencia.
Por otro lado, está la serie de patas de silla, que pretenden ser patas de mesa, con un derrumbe de objetos que usamos a la hora de comer; una inestabilidad de la mesa familiar.
A través del collage, técnica que me permite pegar objetos o parte de ellos, presento situaciones de desorganización, con la intención de invitar a ver lo que está sucediendo. A simple vista, pueden ser “lindos”.
Como artista, hago una denuncia de nuestra actitud pasiva ante esta realidad, en que lo inestable provoca y hace aparecer la violencia y, a la vez, esta produce una nueva inestabilidad.
Hacerte pedazos va más allá de romper cosas. Cuando algo te “parte en dos”, el peligro de desaparecer es una posibilidad. Te dañas por dentro y reconstruirte pasa por recoger todos esos pedacitos en los que te convertiste e intentar pegarlos. Algunos ya no están.
Quiero ser optimista. Quiero leer la historia de la humanidad como un sinfín de oportunidades de reconstrucción y recuperación.
Entonces pienso que ya no importa si pegas lo que queda e inventas unos nuevos, porque de todas maneras vas a ser distinto o distinta. Y esas partes que tenías guardadas y olvidadas aparecen como una revelación.
A partir de este pensamiento, imagino una sociedad dañada, pero con todas las posibilidades de recuperarse. Siento que estamos partidos en dos. El mundo entero está partido en dos, pero quiero ser optimista. Quiero leer la historia de la humanidad como un sinfín de oportunidades de reconstrucción y recuperación.
Me preocupa especialmente la violencia actual. Es tan difícil decir que proviene de un solo lugar o que tenga una sola causa. En la actualidad, se puede observar un patrón de conducta competitivo que, de a poco, se ha ido instalando como algo normal. Esta realidad se puede observar en la crisis de la institución de la familia, ya que se ha instaurado una sensación de que el desafío no es ganarle a uno mismo, sino a los demás, a como dé lugar.
Esto se desarrolla de igual forma en distintos campos, pero el más importante hoy parece ser el mundo material. ¿Cómo enfrento al mundo si siento que no soy nadie? Porque soy buena persona, soy buen lector, soy buen bailarín, juego bien al fútbol, pero no gano plata con eso. No tengo lo que hace triunfador al hombre de hoy.
Esto nos frustra y, con ello, vamos juntando rabia. Rabia contra el que tiene. Quizás este patrón de “éxito” tan limitado a lo material es el que nos ayuda a no poner donde corresponde los valores que son fundamentales para convivir en armonía. El respeto a la autoridad. El respeto a las personas, a la cultura, a la espiritualidad y a un largo etcétera. La violencia hoy me preocupa porque no estoy segura de que se tenga conciencia o conocimiento sobre de dónde viene. Hablo a nivel individual.
A pesar de la inestabilidad que vive la sociedad en general, tengo mucha “fe” en un cambio. A partir de crear conciencia y darle el lugar que corresponde a los valores que, lamentablemente, se han ido perdiendo. Entre ellos, el de la familia.