Jorge Heine “Es muy necesario un antirracismo activo”
El cientista político Jorge Heine, radicado en Estados Unidos, conoce el racismo que, en medio de protestas, se hizo más visible tras el asesinato de George Floyd. “La intolerancia es una tentación permanente, más aún en un mundo globalizado. Debemos promover el interés por ‘el Otro’, incluyendo a los inmigrantes”, afirma.
Con una quincena de libros a su haber y colaborador frecuente de diarios y revistas, el chileno Jorge Heine nos entrega su tiempo cuando lo llamamos, interesados en conocer su visión del racismo, luego de haber trabajado en varios países de tensiones vinculadas. Como académico en relaciones internacionales, ha sido profesor visitante en la Universidad de Oxford (Reino Unido), La Sorbona (Francia) y en la de Constanza (Alemania). Fue vicepresidente de la Asociación Internacional de Ciencia Política (IPSA) y catedrático en la canadiense Universidad Wilfrid Laurier. Ahora se desempeña como profesor en la Universidad de Boston, por lo que se ha radicado en esa ciudad desde el año pasado, junto a su familia.
Abogado de la Universidad de Chile, cientista político de la Universidad de York (Inglaterra), doctorado en Standford (Estados Unidos) y exembajador en India, China y Sudáfrica, su trayectoria nos lleva a preguntarle cómo se explica esa dualidad humana de interesarse en lo exótico y diferente y, al mismo tiempo, encerrarse en un “nosotros” que desconfía de los otros.
—¿Cómo percibes estas fuerzas contradictorias? ¿Crees que lo racial como conflicto es algo que tendremos que soportar para siempre o que la educación y la cultura sabrán transmitir el valor de lo diferente?
—Los pueblos tienen diferencias entre sí. Geografías e historias van creando hábitos, tradiciones y costumbres que son sui géneris. Leía el otro día de una escritora de Sierra Leona que no había visto gente blanca hasta su adolescencia y, al verlos, le parecieron enfermos por su palidez. Es lógico y natural que la gente se sienta más cómoda con aquellos que se parecen a uno. El problema es cuando esto se transforma en lo que el sociólogo Orlando Patterson ha denominado el “chauvinismo étnico“, una reivindicación de una supuesta superioridad de un grupo sobre otro. No hay tal cosa y la educación debe subrayar el porqué las sociedades más inclusivas son más resilientes y creativas.
Comenta Heine que está tomando mucha fuerza en Estados Unidos la noción de que combatir el racismo requiere una actitud de un antirracismo permanente: “No basta con decir: ‘Yo no soy racista. No hay características que hagan a un grupo étnico superior o inferior a otro’. Teniendo eso claro, las políticas públicas, el sistema educativo y los medios de comunicación deben orientarse a erradicar la ignorancia en la cual se basan. En el caso de Chile, nuestros pueblos originarios han sufrido y sufren mucho de ellos. Un antirracismo activo es muy necesario. Lo otro que toma vuelo en Estados Unidos y en el Reino Unido es la reparación a la comunidad negra por la esclavitud. Puede parecer algo extravagante, pero examinado más de cerca, no tanto, puesto que el pueblo judío recibió reparaciones por el Holocausto. Por increíble que parezca, los dueños de esclavos recibieron jugosas compensaciones cuando se abolió la esclavitud. ¿Por qué no deberían ser compensados los descendientes de esclavos?”.
DE AFROS Y LATINOS
En cuarentena, pero con crecientes medidas que la suavizaban, el encierro lo encontró viviendo frente a la Universidad de Boston donde está haciendo clases, con una vista que incluye el paisaje del río Charles, el mismo que incluye a Harvard y al MIT en sus riberas.
—Te ha tocado vivir en Estados Unidos en los momentos en que se desató la peor crisis racial reciente, contra afroamericanos, pero también contra latinos. ¿No hay conciencia del aporte de estos inmigrantes?
—La economía de los Estados Unidos dejaría de funcionar si no fuese por la labor de los trabajadores hispanos. Hace unos meses, cuando el gobierno quiso restringir aún más la entrada de extranjeros, las empresas del rubro alimentario pusieron “el grito en el cielo” y el gobierno tuvo que echar pie atrás, pero ellos siguen laborando en condiciones precarias. Un dato contraintuitivo es la “paradoja hispana”, que su expectativa de vida, con 81,8 años, es mayor que la de la población blanca, con 78,5 años, y de la negra, con 74,9 años.
Una de las realidades más dramáticas de esta pandemia es que entre los más de 120.000 muertos a la fecha, unos 40.000 serían negros y unos 45.000 hispanos, el doble de su proporción en la población total.
— ¿Sería distinto si fueran irlandeses o polacos?
—El racismo en este país es dinámico y evoluciona, salvo en contra de los afroamericanos, pero generaciones de inmigrantes anteriores, como los italianos, irlandeses y polacos, también sufrieron discriminación. En un país fundado por protestantes, los católicos fueron vistos con recelo. Por eso la elección de John F. Kennedy a la presidencia en 1960 fue un hito, el primer católico; de ser electo en noviembre, Joe Biden sería el segundo.
En el caso de los hispanos está el idioma. Los inmigrantes anteriores rara vez conservaban el idioma materno y casi no volvían a la tierra de sus ancestros. En Estados Unidos, el 90% o 95% de los alumnos va a escuelas públicas, por lo que hay una rápida integración, pero los hispanos conservan el idioma, lo tienden a hablar con la familia y las amistades y viajan regularmente a sus países de origen. Todo esto ha provocado una reacción en ciertos sectores de la mayoría blanca angloparlante y la población hispana está de “chivo expiatorio” de muchos de los males que aquejan a este país, aunque no tengan nada que ver con ellos.
Aunque resida en Boston, ciudad tranquila, también ha visto protestas luego de la muerte del afroamericano George Floyd. Pero, a futuro, se manifiesta dudoso de sus efectos: “Ese video con Floyd gritando ‘No puedo respirar’, y llamando a su mamá que falleció hace tres años, conmovió al país. Un 59% del electorado considera que su muerte fue ‘parte de un patrón más amplio de excesiva violencia policial en contra de los afroamericanos’”.
—Cuesta creer que, todavía, los afroamericanos no puedan salir a trotar porque parecen sospechosos de estar arrancando de un robo o asalto.
—Como ha señalado mi colega, el profesor Ibram X. Kendi de la Universidad de Boston, en su libro Cómo ser un antirracista, existe la presunción de que “las personas negras deben calmar los miedos de los policías blancos de la misma forma en que las mujeres deben calmar los deseos sexuales de los violadores”.
Ahora, la de Estados Unidos es una sociedad muy violenta en general. Casi la mitad de todas las armas de fuego en manos de civiles en el mundo, unas 400 millones, están en este país. Ahí mueren cada día unas cien personas por medio de armas de fuego. Pero si unas mil personas al año mueren en enfrentamientos con la policía, la tercera parte son negras, aunque estos solo representan un 14% de la población total. Más que una patología del sistema estamos hablando de algo inherente al mismo, que requiere cirugía mayor.
—Pareciera que en estos casos hay una reacción de blancos conscientes, indignados, que se reúnen y luego todo se olvida y el racismo subsiste.
—Hay una mayoría blanca que pronto va a dejar de serlo y reacciona desesperada. Las proyecciones indican que ello ocurrirá en 2045, en que la población combinada de hispanos, afroamericanos y asiáticos será mayor que la blanca.
—¿Cuánto habrá de lo que decía Saramago, que la tolerancia no es sino “una intolerancia todavía capaz de vigilarse a sí misma”?
Es una frase muy sabia. La intolerancia es una tentación permanente en un mundo globalizado. Debemos promover el interés por “el Otro”, incluyendo a los inmigrantes. Muchas veces se aduce como prueba del éxito de los Estados Unidos el número de sus Premios Nobel, lo que se omite es que muchos de esos galardones han sido de inmigrantes.
En materia de tolerancia rescato el ejemplo de Nelson Mandela, quien incluyó cinco ministros blancos y cinco de origen indio en su gabinete. Planteó que Sudáfrica es de todos, con lo que logró una reconciliación que parecía impensable. Por algo se refería a “la nación del abanico”, por los múltiples colores de su gente. Tenía claro, además, que si huían los blancos, como sucedió en países vecinos, se afectaría el desarrollo económico.
PUENTES CULTURALES
Interesado en las civilizaciones del mundo, como embajador, Heine colaboró con la diplomacia cultural, llevando poesía y dramaturgia chilenas a sus destinos: “Tengo la impresión de que el centenario de Neruda, en 2004, dio ocasión a más celebraciones y publicaciones en India, donde me encontraba, que en Chile. La creación artística de primer nivel nos acerca al subrayar nuestra común humanidad y hay muchísimo que se puede hacer en este ámbito, si Chile se diese cuenta del potencial de nuestro acervo artístico como instrumento de proyección internacional”.
—Estos ataques recientes a estatuas de Cristóbal Colón, Juan de Oñate o San Junípero Serra, ¿cómo los calificas? ¿No van contra lo latino?
—Es, más bien, una reacción a la noción de “El Descubrimiento de América“ y la subyugación de los pueblos originarios que caracterizaron a estos personajes, como Oñate, que fue muy cruel, pero no se limita a ellos. El Museo de Historia Natural en Nueva York va a sacar de su entrada una estatua de Theodore Roosevelt a caballo, con un indio a un lado y un negro al otro, ambos a pie. Y la familia Roosevelt dijo que le parecía muy bien, que era algo inaceptable en el mundo de hoy. Es complejo. George Washington y Thomas Jefferson tenían esclavos — ¿Y cómo ves en Chile la situación del pueblo mapuche?
—Hubo una encuesta reciente del AthenaLab, donde aparecía Nueva Zelandia en primer lugar como país referente para los especialistas en relaciones internacionales chilenos. En cuanto al tema indígena son un modelo, con cuotas de maoríes en todos los niveles, incluyendo el gabinete y la Corte Suprema. Una de las embajadoras más recientes de Nueva Zelandia en Chile era maorí. En cambio, el único embajador mapuche que ha tenido Chile ha sido Domingo Namuncura. Lo del idioma lo han manejado muy bien, al enseñarlo y conservarlo; en eso, y no solo en materia de política económica y en modernización del Estado, Chile tiene mucho que aprender de Nueva Zelandia; podríamos partir con una cuota de representantes de pueblos originarios en el Parlamento y una fuerte inyección de fondos para la enseñanza del mapudungún. Lejos de ver al “Otro” como amenaza, veámoslo como una ocasión para diversificar y enriquecer nuestro acervo cultural.
Aunque ve a Chile como país de inmigrantes, sostiene que todavía nos falta para superar los prejuicios y el racismo. Y subraya que, “si no tuviésemos inmigrantes, nuestra población se estancaría y comenzaría a decrecer, como ha ocurrido en Japón”.
Por su formación, lamenta la demora legislativa chilena en relación con las oleadas de poblaciones que, según guerras y economías, se trasladan de un lugar a otro. En su opinión, todavía no tenemos una normativa de inmigración satisfactoria, actualizada, para vivir en un mundo más abierto e integrado.
PARA LEER MÁS
- Heine, J.; Cooper, A.F.; Thakur, R.; The Oxford handbook of modern diplomacy. Oxford University Press, 2013 y 2015.
- Heine, J.; The last cacique: leadership and politics in a puerto rican city. Pittsburgh University Press, 1994. Seleccionado por revista Choice entre los mejores libros académicos publicados en Estados Unidos, en 1994.
- Heine, J.; La nueva India. El Mercurio/ Aguilar, 2012.
- Weiffen, B.; Heine, J.; 21st Century democracy promotion in the Americas: standing up to the polity. Routledge, 2015. Análisis de la Carta Democrática Interamericana y su aplicación en el nuevo siglo.
- Heine, J. y Thakur, R.; The dark side of globalization. United Nations University Press, 2011. Examina la otra cara de la globalización y sus efectos.