Esmée Cromie: la pasión en el paisaje
El paso de la arquitecta y paisajista por Chile fue fundacional. Pionera en la enseñanza de temáticas de medioambiente, diseñó una ruta que hoy parece clave para comprender que habitamos un planeta vivo y que nuestros oficios no sirven si no contribuyen a que el sistema que nos mantiene existiendo, subsista. Esmée no se equivocó: nunca la ecología había estado tan visible y urgentemente en el centro del debate.
En los múltiples caminos que un arquitecto puede tomar cuando debe ejercer su oficio está uno que, de ocupar un espacio menor en el espectro de posibilidades, se ha convertido paulatinamente en uno de los más urgentes: la arquitectura del paisaje. Esta es una disciplina antigua, pero que se expande y se ha instalado casi como una necesidad, en un mundo que nos invita a ser globales y a actuar con consciencia de escalas mayores. El territorio ya no es ese mundo que está allá afuera, es el escenario donde nos encontramos actuando hoy. Amplificar la mirada para comprender que nuestros actos, por pequeños y locales que sean, tienen su reflejo inmediato en el concierto mundial.
Aun así, la arquitectura del paisaje todavía no suena –al menos en Chile– como un oficio único, sino que como una mezcla de otras dos profesiones: la arquitectura en un lado y el paisaje en el otro. La primera representa la técnica de materializar el espacio y la segunda el arte de programar lo no programable: la naturaleza. Eso sí, ambos oficios trabajan con el ejercicio de la forma y vuelven posible lo que parece utópico. son intentos del hombre por ejercitar su faceta más fructífera: el poder de crear.
Eso lo comprendió rápido Esmée Cromie (1927-2007), pionera en introducir conceptos de la ecología en el trabajo de los arquitectos sobre el territorio. Una mujer adelantada y valiente que pasó por Chile a comienzos de los años 50 y que fundó, solo con la palabra, una corriente de pensamiento que hoy tiene sus frutos en el mundo de la academia.
Chile en su biografía
Esmée Cromie nació en Londres en 1927 y emigró a Estados Unidos durante su juventud. más tarde se casó con Jaime Bellalta, arquitecto chileno de la Universidad Católica, quien se convirtió en un ícono de la Universidad Católica de Valparaíso (UCV).
Esmée se formó íntegramente en Harvard y tuvo diversas experiencias académicas en varias de las más prestigiosas universidades del país del norte. él, que en Estados Unidos estudió con el arquitecto alemán Walter Gropius, nació y murió el mismo día, un 6 de septiembre, con exactos 90 años de diferencia.
Ella, aunque nació un 6 también, murió varios días y años antes de alcanzar esa cifra. mucho antes de eso, ambos participaron del amplio mundo intelectual que representaba ese rincón raro, a contracorriente y experimental que era la UCV, justo en la mitad del siglo XX, con Alberto Cruz y Godofredo Iommi a la cabeza. En algunas imágenes se puede encontrar a Esmée tendida con Iommi o con uno de sus hijos, con flores blancas en el moño, en alguna de las páginas del Archivo Histórico José Vial Armstrong de la UCV.
En 1976, los Bellalta-Cromie emigraron a Estados Unidos. A esa altura, ella había sembrado una semilla en el país que daría sus frutos muchos años después, trabajando como profesora en la Escuela de Arquitectura de la UC, en un espacio pionero para la educación en Chile al que llamaron Departamento de Arquitectura del Paisaje y en el que ya se introducían conceptos como ecología, territorio y medioambiente en el mundo de esta profesión. su curso, en particular, establecía que la disciplina debía entrar en diálogo con el entorno a través de la incorporación de un diseño paisajístico que, a su vez, tenía que considerar las variables medioambientales que la condicionan. No es posible que la arquitectura funcione en una dimensión paralela, sino que debe absorber y nutrirse del entorno material que se está construyendo.
De esos días hay un dato que resulta revelador: por ese pequeño curso pasó un joven Juan Grimm, cuyo trabajo como paisajista ya lleva varios años encabezando la escena nacional. Grimm fue su estudiante primero y su ayudante después.
Una vuelta clave
Esta historia inconclusa terminó de cuajar en 1997, cuando Esmée Cromie fue invitada a Chile como profesora visitante en la misma escuela. Tenía 70 años, diez hijos y una notable experiencia como docente e investigadora de la Universidad de Notre Dame, en indiana, donde trabajó desde 1976 hasta 1995.
Vino a dictar el seminario “El Paisaje en el Jardín”, retomando eso que había dejado abierto antes de partir y que el devenir de la historia devolvió a un segundo plano por largos años. Era un Chile distinto el que la recibió, un país en plena fase de apertura y en que toda idea nueva parecía realizable. Es en ese ambiente de efervescencia y expectación que sus planteamientos van a dejar una huella permanente, cuando nos revela el rol clave de la ecología como motor de procesos simbióticos en este sistema vivo en el que habitamos.
Más allá de lo académico, detrás de esos conceptos parece haber en ella una convicción que está íntimamente ligada a sus orígenes británicos. El concepto del wilderness como ese territorio salvaje e ineludible que rige sus destinos y del que no se pueden separar emocionalmente, por muchos años que se pasen en América. Lo de Esmée Cromie en Chile testimonia un poco esa verdad, sin necesidad de nombrarla.
Quienes pasaron por ese curso en la UC deben haberlo percibido. más tarde, la misma escuela incorporó una línea de paisaje en su estructura curricular para que arquitectos en formación comprendieran temprano la verdadera dimensión en que nuestro oficio es capaz de operar, reconociendo también que en Chile somos privilegiados testigos de lo exuberante de la naturaleza.
Sin ser todavía una profesión, hoy los programas de magíster en Arquitectura del Paisaje se han vuelto cada vez más relevantes y ocupan un espacio clave en los intereses de los arquitectos en formación. No es casualidad, ante el desborde de una realidad que nos muestra diariamente cómo nuestra acción destructiva y los modelos sobre los que basamos nuestro actuar han sido irremediablemente nocivos para el Planeta Tierra. Por ello, las disciplinas que trabajan la relación que establecemos con nuestro medio se vuelven esenciales.
Ante ese escenario, el paso de Esmée Cromie por Chile aparece como fundacional. Nos enseñó una ruta que hoy, a fuerza de golpes y de constataciones que auguran un futuro negro, parecen claves para comprender que habitamos un organismo vivo y que nuestros oficios no sirven si no contribuyen a que el sistema que nos mantiene existiendo persista. Cromie no se equivocó: nunca la ecología había estado tan visible y urgentemente en el centro del debate.