• Revista Nº 170
  • Por Carlos Maillet

Protagónicas(os)

Ora et labora: el trazo espiritual de Gabriel Guarda

La existencia trascendental de uno de los intelectuales chilenos más relevantes del siglo XX, que de acuerdo con el mandato benedictino se plasmaba en su oración permanente y trabajo incansable, buscaba impulsar desde la vida monástica una sociedad más justa, más ordenada y culta. En definitiva, entregar una motivación para que cada persona pueda ser más dueña y responsable de sí misma y, por lo mismo, capaz de perseguir el Bien Común.

“Dios Padre, llegada la plenitud de los tiempos, envió al mundo a su Hijo Unigénito, Jesucristo, para que restableciera la paz (Gálatas 4, 5)… Y así se ha hecho posible a este hombre nuevo (Romanos 6, 4-5)… Liberar a la creación entera del desorden, restaurando todas las cosas en Cristo (Efesios 1, 5-10), que los ha reconciliado con Dios (Colosenses 1, 20)”. “Esta restauración (o más bien, recapitulación) de todas las cosas en Cristo será plena y definitiva solo al final de la historia… para que Dios lo sea todo en todas las cosas (Corintios 15, 24.28). Pero, a la vez, es misión de la comunidad de los ‘hombres nuevos’ (Iglesia) –reconciliados con Dios por Jesucristo– ir liberando, ya en la historia y el día a día, por medio de su oración y buen trabajo, por su ora et labora, a la creación entera del desorden”.

Estas oraciones representan la relevancia espiritual que tuvo para el padre Gabriel Guarda la dimensión del orden, el espacio de la belleza y la práctica del oficio cotidiano como la forma de concretar su meditación, su oración y contemplación en la experiencia de vida.

Guarda fue autor de una vasta bibliografía de cerca de 400 artículos y más de 40 libros sobre historia, patrimonio y arquitectura. Entre sus obras se cuentan Historia de Valdivia y Los laicos en la cristianización de América, Joaquín Toesca y Flandes indiano. Uno de sus últimos trabajos fue La Edad Media en Chile, que aborda la historia de la Iglesia chilena entre 1541 y 1826. Después de más de 40 años de estudio, el historiador lo consideraba su investigación de más largo aliento: “Sentía el deber de abordar en plenitud este tema. Ojalá lo lean los religiosos y religiosas, sus historias están tratadas tal como son, con glorias y defectos”. El ora et labora lo hizo vivir sumido en esa realidad salvífica, donde el trabajo sería un motor espiritual de su profunda vida interior. La regla benedictina o regla de San Benito es una norma monástica que Benito de Nursia escribió a principios del siglo VI, destinada a los monjes, pero que sirve de ejemplo de cómo se vive rezando y trabajando. El libro de estos preceptos fue escrito en el año 516, para monjes que vivieran comunalmente bajo la autoridad de un abad.

El espíritu de la regla de San Benito se resume en el lema de la Confederación Benedictina: pax (paz) y el tradicional ora et labora (ora y labora). Comparado con otros preceptos, esta norma ofrece un camino moderado entre el celo individual y el institucionalismo formulaico (que es la comprensión de la sociedad a partir de sus instituciones formales e informales, de su funcionamiento y su eficiencia); gracias a que representa este punto medio ha sido inmensamente popular. Al crearla, San Benito estaba preocupado por las necesidades de los monjes en un ambiente de comunidad. En particular, establecer el orden requerido, fomentar una comprensión de la naturaleza relacional de los seres humanos y brindar un padre espiritual que apoye y fortalezca el esfuerzo ascético individual y el crecimiento espiritual que se requiere para la culminación de la vocación humana, theosis (dentro de la teología ortodoxa y católico-oriental, es la llamada del hombre a la búsqueda de la salud por la unión con Dios, la divinización de la materia y la desaparición del pecado).

 

Un Valdiviano. El padre Guarda nació en Valdivia, en 1928, en el seno de una familia católica que desde su infancia le transmitió el gusto por la lectura y la historia. Abajo, una foto inédita tomada por su amigo el hno. Martín Correa O.S.B. 

LA ESTÉTICA EN LA VIDA MONÁSTICA

Para entender y expresar quién fue el padre Gabriel nos faltaría papel, pero podemos esbozar un símbolo de aquello: “… las palabras conmueven los corazones, pero son los ejemplos los que animan y motivan a las personas…”. Tal como para aprender de una obra de un artista o de un grupo de artistas es preciso hacerse una clara idea del estado general del espíritu y de las costumbres del tiempo al que pertenecen. Soslayando que el medio sea la causa del conocimiento de la persona; si no sería de una explicación rígidamente causal, puesto que desconoceríamos la libertad de la creación individual y de materializar el medio como si fuera algo físico.

 

Fotografía libro Monasterio Benedictino de las Condes, Ediciones UC.


Una premiada trayectoria

Abad emérito del monasterio benedictino de la Santísima Trinidad de Las Condes, el padre Gabriel Guarda (19282020) fue arquitecto de la Universidad Católica, donde ejerció la docencia en sus facultades de Arquitectura y Teología. Recibió el Premio Nacional de Historia en 1984 y recibió el grado de Doctor Scientiae et Honoris Causa por la UC en 1999; en 2003, fue distinguido con el Premio Bicentenario. Además, el religioso desarrolló una valiosa y fructífera labor de investigación y difusión del patrimonio arquitectónico nacional, y fue uno de los más profundos conocedores de la época colonial.

 

 

Para Gabriel, la estética era un componente imprescindible de su personalidad. Esa estética trasunta varios componentes de su experiencia monástica, de su ora et labora. Su habitación en el monasterio era el espacio más acogedor, templado, limpio, ordenado, sabio y empático. La estética espiritual, equilibrada por su introspectiva intimidad en la comunidad monástica y explotada prolíficamente en su investigación histórica y trabajo patrimonial, fue la de limitar la causalidad de la estética personal en favor de la causalidad de cada momento histórico y, en particular, de la experiencia de belleza de la vida benedictina. Todo en un espacio dedicado a la oración y el trabajo. La lectio divina (lectura divina, ver recuadro) benedictina es una experiencia sin normas a priori, pero con leyes determinantes de espíritu y de realidad; y este esfuerzo, que en última instancia se traduce en la necesidad de entender la institución comunitaria dentro del contexto y no aisladamente, queda vinculado con el punto de partida mismo del definido ora et labora del monje benedictino Guarda.

 

Legado patrimonial. El padre Guarda dejó un legado primordial para la identidad del país. Fue autor –junto con el hermano Martín Correa– de la capilla del Monasterio Benedictino. Arriba, un boceto de su autoría.


LECTIO DIVINA

Dentro del cristianismo católico existen diversas formas de hacer oración, entre ellas destaca un método sistematizado por los monjes de la patrística del desierto, primeras comunidades cristianas coptas y algunos padres de la Iglesia. Es la “lectura orante de la palabra”. El primer paso es lectio (la lectura), que es comprender la palabra (en su sentido literal), respondiendo a la pregunta: ¿Qué dice el texto?. También es importante contextualizar por medio de un acercamiento literario (análisis de las palabras); uno histórico (situación sociocultural, económica, política y religiosa) y otro teológico (qué dice Dios). Segundo paso, meditatio (meditación) que es acoger la palabra, ¿qué me dice el texto? Así, entramos en un diálogo íntimo con Dios a través de una serie de preguntas que interpelan nuestra realidad y ayudan a descubrir un mensaje para la vida. Tercero, oratio (oración) que es responder a la palabra, ¿qué me hace decirle a Dios el texto?, respondemos en oración movidos por el Espíritu Santo. Y el cuarto paso, contemplatio (contemplación o acción), que es inspirar la vida en la palabra.

 

Fotografía Carlos Maillet.

LOS EJES DE SU TRASCENDENCIA

Para esbozar más concretamente su pensamiento podemos estructurar cuatro ejes imprescindibles que podemos reconocer. Uno de ellos fue la formación de personas que implicaba dos cosas: primero, centrarse en la escucha atenta del prójimo, viéndolo inteligente y libre y, en segundo término, en su relación con los otros, para llegar a un plano de formación mutua, soslayando exclusivamente la mera transmisión de contenidos disciplinarios o de habilidades, por muy importantes que ellas sean. Para Gabriel lo más relevante era la acción educativa y la contribución al desarrollo de la libertad interior del prójimo, siendo extremadamente sincero y con una preocupación por respetar su espíritu racional y crítico. Al mismo tiempo, fomentar el autoconocimiento, promover el cultivo de una mayor responsabilidad con su porvenir, transmitirle una mayor conciencia de los deberes con sus semejantes. En pocas palabras, por medio de la lectio divina ofrecer una más completa enseñanza espiritual y humana, es decir, el cultivo de aquellas virtudes que le puede permitir al otro tener una vida mejor, con grandes logros individuales y sociales y con un sentido trascendental.

En segundo lugar, Gabriel era muy consciente de lo que sucedía en el entorno del monasterio y en el mundo contemporáneo: que el conocimiento acumulado por la humanidad ha sido incremental y desmedido, lleno de dispersión y, a veces, sin sentido. Sabía que la revolución tecnológica, científica y cibernética está creando una nueva cultura y, probablemente, una nueva civilización. Este fenómeno exigía en este monje-sacerdote-historiador estar alerta para no perder vigencia y actualidad, y desarrollar una especial capacidad de mirar esas tendencias, con el espíritu racional y crítico propio de la comunidad monástica a la que pertenecía. Se desenvolvió así en un espacio donde la reflexión y el estudio son la esencia de su actividad.

De esta realidad cultural colegía el sentido valórico más profundo que inspira su trabajo y su oración, en el convencimiento de que es un deber de transparencia e integridad de vida hacerlo; sentía como un imperativo ético del monje dotar de esta formación en virtudes a nuestros prójimos. Más aún, si se tiene presente el culto al individualismo, al egoísmo, al consumismo, al hedonismo y a la visión materialista de la vida que predominan en la realidad social actual.

Otro eje, muy relevante de su esencia, es la concepción del hombre y de su bien, es decir, la apreciación de un fundamento antropológico y ético al cual le asignaba un gran valor. En medio de las conocidas crisis recientes, provocadas por cambios culturales radicales, Gabriel transmitía en su oficio un servicio monástico, y en su diálogo, que la respuesta a esas carencias era la difusión de un conjunto de atributos que permitan contribuir al saber global. Además destacó la relevancia de recibir una adecuada formación ética y antropológica, y de desarrollar un compromiso con la sociedad, el trabajo bien hecho y el Bien Común. Esta inspiración valórica la expresó con firmeza desde su perspectiva del humanismo cristiano.

 

 

Por último, y contando la prelación de estos conceptos en su ora et labora, el valor trascendental lo incorporó singularmente en sus estudios históricos y lectio divina, a propósito de reafirmar el valor de una cultura y un ethos que busca promover y cultivar principios, valores y virtudes que ayuden a que cada persona sea parte de esa comunidad que lo conoció. Así, encontrar una palabra y expresar, desde la vida monástica, una sociedad más justa, más ordenada y culta. En definitiva, una motivación a que cada persona pueda ser más dueña y responsable de sí misma y, por lo mismo, verdaderamente capaz de buscar el Bien Común. En su habitación tenía pegado un papel con un decálogo escrito por él sobre cómo vivir en comunidad. Un esfuerzo de cómo quería expresarse para con los otros desde el ora et labora:

1)        expresar gratitud

2)        cultivar el optimismo

3)        evitar el pelambre y la comparación social

4)        realizar actos de generosidad

5)        cultivar relaciones cercanas

6)        enfrentar las cosas

7)        perdonar

8)        abandonarse

9)        disfrutar la vida

10)      tener metas

11)      disfrutar el silencio

12)      hacer ejercicios

13)      confiar en Dios