
Rebeca Izquierdo Phillips: el origen femenino del servicio social
La Escuela de Servicio Social Elvira Matte de Cruchaga, más tarde de la UC, surgió en Chile en un contexto marcado por transformaciones sociales e institucionales, empujadas por la Constitución de 1925, que separó a la Iglesia del Estado y promovió la elaboración de un programa de protección social. En ese marco, Rebeca Izquierdo y su hermana Adriana fueron piezas clave para profesionalizar el apostolado femenino, que hasta ese momento se desarrollaba al alero de la Iglesia Católica. Rebeca lideró la institución por 32 años, de 1933 a 1965. Su enorme compromiso se manifiesta en que nunca recibió un salario por esta labor.
Rebeca Izquierdo, mujer de la alta sociedad chilena, fue hija de Sara Phillips y Vicente Izquierdo, médico titulado por la Universidad de Leipzig, militante del Partido Liberal y diputado por Santiago entre los años 1885 y 1888. Desde muy joven participó en el apostolado enseñando catecismo a niños, aunque combinó su vocación social con su interés por los deportes. Llegó a ser campeona nacional de tenis femenino el año 1917 y de 1919 a 1925.
Tras egresar del Colegio Sagrados Corazones, Rebeca y su hermana Adriana organizaron un viaje a Europa. Al enterarse de esta travesía, el rector Carlos Casanueva y Miguel Cruchaga —patrocinador de la Escuela de Servicio Social Elvira Matte de Cruchaga y familiar político de ambas— les encargaron la misión de estudiar la organización del servicio social católico y encontrar a la futura directora de la Escuela. En Bélgica, tomaron cursos en la Escuela de Servicio Social Central y en la Escuela de Servicio Social Católica de Bruselas. Posteriormente, asistieron al Congreso Internacional de Escuelas de Servicio Social Católicas, que tuvo lugar en Alemania en 1927. En 1928, ellas recomendaron a Luise Jörissen, directora de la Escuela de Servicio Social de Münich, la cual aceptó el desafío, iniciando su labor en abril de 1929.

Una vez concluido el contrato de Luise Jörissen como directora, en 1933 Rebeca Izquierdo tomó su lugar. Como vicedirectora se designó a Adriana Izquierdo. Después del viaje de estudios, ambas habían cursado el programa de la Escuela Elvira Matte, titulándose de visitadoras sociales en 1932. Hasta 1965, encabezaron la directiva de la Escuela y su compromiso, tanto con la profesionalización del apostolado femenino nacional como con la Universidad Católica, se reflejó en que durante todos sus años de servicio trabajaron ad-honorem. En múltiples ocasiones, la enorme carga de trabajo las sobrepasó y las llevó a manifestar ante el Consejo Superior de la UC que se “sentían solas” en la administración de la Escuela. Ante esto, se vieron obligadas a recurrir a la colaboración de las alumnas y a la voluntad de las integrantes de la Juventud Católica Femenina.
Bajo la dirección de Rebeca Izquierdo, la Escuela tuvo el objetivo de profesionalizar la caridad, integrando el rigor científico a la enseñanza, aunque sin perder de vista los valores cristianos. Izquierdo promovió la profesionalización de las mujeres y procuró que estas desempeñaran un papel activo en la intervención social y en la solución de los problemas que enfrentaba el país. Posicionar la Escuela a nivel nacional fue un desafío de largo aliento, ya que debía competir con la Escuela de Beneficencia de la Universidad de Chile, institución responsable de los servicios públicos del país. Para ello, Rebeca trabajó incansablemente en la promoción de la intervención social en sectores obreros y rurales, además de colaborar estrechamente con la jerarquía eclesiástica a través de la Acción Católica, integrándose al Secretariado de Obras de Caridad y Asistencia. Asimismo, como directora impulsó la creación de un jardín infantil para los hijos de los trabajadores de la Universidad Católica.
Rebeca Izquierdo siempre destacó la importancia y la necesidad de la intervención social en las zonas rurales. En este contexto, y ante el cambio de paradigma que llevó a las mujeres a participar cada vez más en la esfera política, decidió postularse como regidora de Pirque en 1942. Fue elegida por amplia mayoría y desempeñó el cargo hasta 1947
Gracias a estos esfuerzos, la Escuela comenzó a ser reconocida como actor clave en el ámbito del auxilio estatal y en diversas emergencias nacionales, como el terremoto de Chillán en 1939. El liderazgo de Rebeca también llevó al reconocimiento internacional de la Escuela, la que fue admitida en la Union Catholique Internationale de Service Social. Además, se le encomendó la difusión del servicio social en América Latina, misión que la llevó a Montevideo para fundar una escuela de servicio social en esa ciudad. Por su invaluable contribución a la Universidad Católica y a la Iglesia, el 17 de abril de 1946 Rebeca Izquierdo recibió de manos de S.S. Pío XII la condecoración Pro Ecclesia et Pontifice.
Rebeca Izquierdo siempre destacó la importancia y la necesidad de la intervención social en las zonas rurales. En este contexto, y ante el cambio de paradigma que llevó a las mujeres a participar cada vez más en la esfera política, decidió postularse como regidora de Pirque en 1942. Fue elegida por una amplia mayoría y desempeñó el cargo hasta 1947. Este hecho resalta su capacidad de comprensión y adaptación a un nuevo contexto histórico, en el que las mujeres católicas asumían roles de liderazgo cívico para promover la visión cristiana en la solución de los problemas sociales.
Como reconocimiento a la labor de las trabajadoras sociales y su legado, recientemente han sido declaradas Monumento Histórico Nacional las 542 memorias y tesis de la Escuela de Trabajo Social UC (1932-1998). Este hecho no habría sido posible sin el compromiso y los esfuerzos de Rebeca Izquierdo por proteger, resguardar y organizar toda la documentación de la Escuela
Como reconocimiento a la labor de las trabajadoras sociales y su legado, recientemente han sido declaradas Monumento Histórico Nacional las 542 memorias y tesis de la Escuela de Trabajo Social UC (1932-1998). Este hecho no habría sido posible sin el compromiso y los esfuerzos de Rebeca Izquierdo por proteger, resguardar y organizar toda la documentación de la Escuela. Gracias a su meticulosa labor y a su profundo sentido de la responsabilidad con la memoria institucional, ha sido posible reconstruir esta historia, que también es la suya propia. Su incansable trabajo no solo refleja su carácter, dedicación y compromiso, sino también su inteligencia y su invaluable aporte a la preservación de este legado.