Ucrania: urgente llamado desde una ciudad en ruinas
Un tren de otra época lo trasladó desde Polonia hasta el horror. Luego de 23 horas llegó a una ciudad devastada por la guerra de Ucrania: Irpin. Quince días le bastaron al arquitecto Cristián Wittig para dedicarse por completo a un proyecto de reconstrucción de esa ciudad, destruida en un 80% por el ataque ruso de marzo de 2022.
Es 6 de marzo de 2022. La ciudad de Irpin (Ucrania) es bombardeada en plena evacuación de civiles. La infraestructura de la ciudad queda destruida en un 80% y, según las cifras oficiales, mueren 279 civiles. El ataque a esta localidad impacta a la población mundial por la frialdad de su ejecución y el momento elegido.
Conmocionado por la tragedia, Cristián Wittig, arquitecto chileno de 50 años, fue convocado un par de meses después para colaborar desde Chile con la reconstrucción de Irpin, y no tuvo dudas en aceptar. En junio, un segundo llamado removió su vida: “Necesitamos que vengas a conocer Irpin”. Aunque debía conseguir el financiamiento para el costoso viaje, según cuenta, estaba seguro de que tenía que aceptar.
Hoy, a cuatro meses de esa visita, ha dejado de lado sus otros proyectos para dedicarse por completo a los planes de reconstrucción. “Me duermo pensando en esto y despierto pensando en esto”, confiesa.
BOMBARDEO EN PLENO ESCAPE
El 24 de febrero de 2022 comenzó el ataque de Rusia a Ucrania y con ello se inició un conflicto bélico de gran escala que, hasta el cierre de esta edición, no finaliza. En sus inicios, el aumento de los ataques consideraba destruir las ciudades satélites de Kiev, capital de Ucrania. Entre ellas, Irpin era crucial, porque está ubicada al noroeste de la capital, a unos 20 kilómetros, y es el último obstáculo para llegar a Kiev. Dentro de ese plan, fue bombardeada el 6 de marzo, cuando se estaba efectuando la evacuación de sus ciudadanos.
El operativo para escapar de Irpin consistía en trasladar pequeños grupos de civiles acompañados por los soldados ucranianos, quienes debían protegerlos de cualquier ataque. Pero en medio de ese proceso, comenzó el bombardeo con morteros, justo por la trayectoria propuesta para huir. “A Irpin, junto a otras localidades, se les llama las ciudades heroicas, porque son las que han detenido el avance para que el ejército ruso no llegue a Kiev”, explica el arquitecto.
Cristián Wittig agrega que a los pocos días del ataque a Irpin recibió el llamado de Irina Yarmolenko, concejala de Bucha (barrio de Irpin). Ella lo contactó para invitarlo a formar parte de un equipo de consultores internacionales, proyectando la pronta desocupación de las tropas rusas del territorio.
Así comenzaron las reuniones de trabajo online con profesionales de todas partes del mundo. Wittig era el único hispanoamericano. “Anteriormente me había tocado hacer un par de consultorías para la CEPAL y todos esos trabajos quedan dentro de una bolsa de consultores, un Global Marketplace, y siempre están llegando invitaciones para licitar estudios y análisis en ciudades”, comparte el arquitecto.
“Irina me dijo que les interesaba mucho que yo hubiera estudiado en la UC y que fuera chileno, porque tenía experiencia por la reconstrucción luego del terremoto de 2010. También le pareció importante que yo fuera consultor de la ONU en el ámbito de infraestructura educacional, porque el 100% de estos edificios en Irpin habían sido destruidos, desde jardines infantiles hasta sedes universitarias. Fue lo primero en ser derribado, porque ahí es donde se reúne la comunidad y se pueden refugiar”, declara.
CIUDAD HEROICA
Irpin es una ciudad de Ucrania situada junto al río del mismo nombre. Está unos 20 kilómetros al noroeste de la capital, Kiev. Según cifras oficiales, en 2021 su población estimada era de 62.456 habitantes.
El 25 de marzo de 2022, mediante un decreto del presidente de Ucrania Volodímir Zelenski, Irpin fue proclamada ciudad heroica, en reconocimiento por su defensa durante la invasión rusa a esa nación.
CONVERSACIONES EN UN TREN DE LA ERA SOVIÉTICA
Luego de dos meses de trabajo a distancia, a Wittig le solicitaron que viajara a Ucrania para evaluar ciertos aspectos en terreno. “Cuando me invitaron a visitar Irpin para tomar decisiones sobre la reconstrucción, me pasó algo a nivel emocional y acepté. Ellos me esperaban con comida y alojamiento, pero no tenían dinero para el pasaje”.
Una serie de factores coincidieron para que el viaje se pudiera realizar. Consiguió donaciones por parte de la Fundación La Fuente, del equipo de pastoral del colegio Sagrados Corazones de Manquehue y de un par de personas particulares.
Así comenzó su travesía. Se trasladó en avión hasta Madrid, Berlín y luego llegó a Varsovia, en Polonia. En este último punto abordó un tren que lo trasladó a otra época, porque pertenecía a la ex Unión Soviética. “Sin aire acondicionado y con camarotes de tres literas pegadas a los muros. Estaba lleno de familias ucranianas que iban regresando para ver qué había pasado con sus casas. Me tocó un camarote con dos mujeres que eran de Kiev, pero no podíamos conversar, porque en Ucrania casi nadie habla inglés. Me ayudó una niña pequeña que conocía el idioma, ella traducía”, comparte.
El viaje duró 23 horas, aunque en auto hubieran sido muchas menos. Según cuenta Wittig, el tren tuvo que hacer un cambio de trochas en 12 vagones, en la frontera con Ucrania: “La trocha es el tipo de rueda para el tipo de riel. La comunidad europea tiene una trocha distinta a la de la Unión Soviética, que es la que está instalada en Ucrania. Para hacer este procedimiento nos mandaron a todos a dormir. Yo estaba acostado en la litera que está más cerca del techo, con 37 °C y sin aire acondicionado. En ese momento pensé por primera vez: ‘a dónde me vine a meter’”.
—¿Cómo eran las personas que viajaban contigo?
—Yo pensaba que los habitantes de esa zona del mundo eran fríos y distantes, pero cada vez que alguien me escuchaba hablar en inglés, me saludaba. Era porque se daban cuenta de que yo iba a ayudar. Desde los otros camarotes llegaban a abrazarme. Eso fue muy inesperado porque no me lo imaginé.
La conversación con las señoras en el tren fue muy bonita, porque me introdujeron en la cultura de Ucrania. Me contaron muchas cosas que no salen en las noticias. Por ejemplo, que hay muchos rusos viviendo en Ucrania y que este conflicto que los divide es complejo porque rusos y ucranianos están entrelazados.
Al momento de la invasión a Irpin estas mujeres se habían refugiado en Suiza. Una de ellas perdió a su marido y la otra a un hijo. Creo que si me hubiese ido en un avión directo habría estado menos preparado para lo que iba a presenciar.
CONSTRUCCIONES DE MANTEQUILLA
El tren llegó a Kiev y desde ahí, el arquitecto chileno se trasladó a Irpin en auto. “Cuando iba llegando empecé a ver las fosas comunes, las zanjas abiertas, la destrucción, el estado de la ciudad, de las áreas verdes, de las plazas, fue muy impresionante. Había una suerte de exterminio en lo que se hizo”, detalla.
—¿Cómo es la ciudad y sus construcciones?
—Hay muchos bosques, lagos y lagunas. Construir es muy barato, porque no tienen que protegerse de terremotos ni de vientos fuertes. Solamente necesitan aislar para enfrentar el frío invierno. Esto hace que los materiales que utilicen sean muy livianos. Toda la infraestructura de ellos era como de mantequilla. Si tú pegas un puñetazo en el muro llegas al otro dormitorio. Por eso se destruyó tanto: Las bombas de mortero caían y la onda expansiva hacía que las esquirlas atravesaran las casas y se incendiaran.
Eran tabiques prefabricados de aislapol, de alta densidad. La esquirla venía incandescente, traspasaba los muros y producía incendios. Los materiales le jugaron muy en contra.
La primera reunión que tuvo fue con el alcalde y su asesor de negocios, “una persona extraordinaria”, describe Wittig. Afortunadamente, el director de obras de la municipalidad, Mikhail Sapol, había estudiado en Europa y hablaba inglés. Él se convirtió en su traductor y en un soporte fundamental para Cristián en ese lugar: “Me pasaban a buscar todos los días a las 7:15 de la mañana a una especie de pensión que se había salvado de la destrucción, donde llevaban a todos los extranjeros. Y terminábamos de trabajar a las 12 de la noche, todo lo que podíamos, porque no sabíamos si íbamos a poder continuar al otro día”, dice. Lo llevaron a conocer diferentes lugares y personas, incluyendo a una familia cuyo hijo pequeño le preguntó si podía ayudar a que volviera su papá. “Fue un momento de mucha tristeza, el niño aún no entendía el significado de la muerte”, confiesa. En ese contexto de horror y de muerte, el arquitecto se sintió vulnerable: “Me asusté cuando sonaron las alarmas antimisiles. Era un día a las cuatro de la madrugada y me fueron a buscar en auto para escapar hasta la frontera de Polonia. Ese viaje fue del terror: escapando y viendo la destrucción de muchos pueblos”, cuenta.
Cuando pasó la alerta, continuó teniendo reuniones en Irpin hasta el último día. Así, se vino a Chile cargado de ideas para la reconstrucción.
Experto en construcción
Cristián Alfredo Wittig Grell tiene 50 años, está casado y tiene tres hijos. Es arquitecto de la UC y Master of Housing and Urbanism de la Architectural Association School of Architecture, en Londres, Reino Unido. Ha trabajado como consultor de la CEPAL y ha participado en la reconstrucción de zonas chilenas destruidas por el terremoto de 2010. También tiene experiencia en reconstrucción educacional. Es miembro director de la consultora Thought y, actualmente, es consultor internacional para la reconstrucción de Irpin, Ucrania.
BIBLIOTECAS Y MEMORIAL
La despedida de Ucrania dejó a Wittig muy comprometido con esta causa. “Siento una urgencia, una premura por avanzar en la reconstrucción”, explica. Se le encargó oficialmente desarrollar cuatro proyectos: la reconstrucción y remodelación de la biblioteca pública, la construcción de una biblioteca y centro cultural para la sociedad de escritores y poetas de la ciudad, la creación de un plan de desarrollo estratégico y concretar un memorial para las víctimas de Irpin.
Para desarrollarlos necesita recursos económicos y humanos. Con respecto del financiamiento, ha conseguido solo una parte de las 6.000 UF que se requieren para concretar las iniciativas, por lo cual sigue buscando respaldo en universidades e instituciones de Chile. “Estoy en contacto diario con la embajada de Ucrania en Chile. Nos ayudamos y pedimos colaboración. Por el momento, no existen otros proyectos de chilenos que estén apoyando esta causa”, explica. Lo anterior le sorprende por lo que, cada vez que puede, comparte el testimonio de su visita al país en guerra, para que se entienda que requieren ayuda. “Trato de transmitir que Ucrania necesita urgente recibir buenas noticias, porque cada novedad positiva los ayuda a construir esperanza”, afirma Wittig.
En Ucrania ya se acerca el invierno, un período muy duro. Necesitan sus viviendas para protegerse del frío y resistir un conflicto que los ha oprimido por tanto tiempo.
Cuatro proyectos para Irpin
Los proyectos de reconstrucción encargados por la ciudad de Irpin a Cristián Wittig y su equipo son:
- Proyecto del Memorial para las Víctimas Civiles de la Masacre en Irpin y Bucha –en la foto– (1.650 m2).
- Biblioteca Pública de la Ciudad de Irpin (600 m2).
- Biblioteca y Centro Cultural de la Sociedad de Poetas y Escritores de la ciudad de Irpin (1.600 m2).
- Máster Plan de Desarrollo Urbano Estratégico para la Ciudad de Irpin