• Revista Nº 161
  • Por Ana Callejas

Sello de Origen

Víctor Bustos y su lucha contra el Alzheimer: al rescate de los recuerdos

Este bioquímico chileno de la UC pasó su infancia jugando al laboratorio y haciendo explotar volcanes con lo que hubiera en su casa en San Carlos, región de Ñuble. Hoy, desde Nueva York, su rol de investigador en la Universidad de Rockefeller lo tiene en la primera línea del estudio de esta enfermedad degenerativa, cuya causa de origen actualmente se desconoce.

A veces es un sonido. A veces ocurre con una canción. A veces basta con sentir un aroma. Pequeñas pistas que quedan en el cerebro, como migas que guían a la persona hasta dar con un recuerdo. Como si fuera una bodega, la memoria individual va guardando esos momentos en cajones distintos. No se sabe el porqué, pero aquellos recuerdos de origen límbico –esos que despertaron respuestas emocionales como alegría o miedo–, se almacenan en espacios, de alguna forma, más imborrables.

Otros recuerdos, en cambio, desaparecen a medida que las neuronas van acumulando depósitos de placas de proteínas amiloide y TAU. Aquellas placas están presentes generalmente después de los 60 años, en las personas que desarrollan Alzheimer.

Al inicio, esta enfermedad hace borroso lo más inmediato. Esa memoria espacial de saber cómo ir de un lugar a otro o acordarte simplemente de dónde estás. Después empieza a fallar la memoria de corto plazo, y luego aquellos recuerdos de más larga data, esas historias que vivimos en nuestra juventud y niñez.

“Una persona con Alzheimer está muy confundida. Imagínate estar con tu hija y tú no sabes quién es este ser que te demuestra tanto afecto. La pérdida de la memoria es la más importante que tenemos. Lo único que realmente es nuestro. Y vivir con esta afección es vivir en un estado permanente de confusión”, explica Víctor Bustos, egresado de Bioquímica de la UC, doctor en esta materia e investigador de la Universidad de Rockefeller. El científico chileno está radicado en Estados Unidos, donde lleva más de una década investigando sobre el Alzheimer en el Laboratorio de Neurociencia Molecular y Celular del Premio Nobel Paul Greengard. Actualmente, se encuentra en medio de dos investigaciones que esperan ayudar a detectar y prevenir esta afección, un tipo de demencia presente en 50 millones de personas en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud. Esta puede tener un origen tanto genético como esporádico y existe poca información sobre por qué ocurre en algunas personas.

¿Qué cosas sí se saben? el investigador, al teléfono desde Nueva York, enumera rápidamente las pocas certezas que hay con esta enfermedad: la diabetes empeora el Alzheimer, al igual que la obesidad. Pareciera tener una relación opuesta con el cáncer, y no suelen ocurrir en las mismas personas. Quienes viven solos tienen más propensión a desarrollar este tipo de demencia. También suele pasar que, en las personas con mayor nivel educacional, esta aflicción aparece un poco más tarde en la vida.

En las pocas familias donde el Alzheimer se transmite genéticamente (solo un 1% de los casos), se ha descubierto que tienen una mutación en el gen que codifica la proteína amiloide. Durante mucho tiempo, los científicos trabajaron creyendo que esa era la principal causa del Alzheimer, porque el amiloide es tóxico: si se añade esa proteína en neuronas en cultivo, estas mueren.

“Ha habido muchos avances, pero todavía no sabemos por qué a algunas personas les da esta enfermedad. La investigación que estamos desarrollando en la Universidad de Rockefeller apunta a saber por qué esos esfuerzos previos no han funcionado y qué hay que hacer para que resulten”, asegura Víctor Bustos.

EXPERIMENTOS DESDE SAN CARLOS

Con 53.000 habitantes, no hay muchos científicos en San Carlos, octava región de Chile. Para Víctor Bustos, las referencias sobre ese mundo de laboratorios y ciencia habían sido casi nulas. Los coterráneos icónicos de la ciudad ñublense estaban más ligados a la cultura, como lugar de nacimiento de Violeta Parra y Los Ángeles Negros. El científico, hoy de 42 años, tampoco estaba acostumbrado a una gran interacción tecnológica en sus primeras décadas de vida. Su hogar no contaba con teléfono de red fija, pero lo que no existía en términos materiales se complementaba con un espacio de campo y permisividad para jugar.

“Desde que tengo memoria he querido ser científico. Era ese típico niño que hacía experimentos en la casa, que juntaba bicarbonato con vinagre, hacía volcanes y bombas. Es una gran ventaja ser de provincia y de una comuna agraria como San Carlos”, recuerda Víctor Bustos de su primer experimento.

Así pasó una década de juegos, con acceso fácil a nitrato de sodio –usado como fertilizante y para combatir plagas en la agricultura–. Su papá era taxista y su mamá trabajaba en el hospital de San Carlos como auxiliar paramédico, pero nunca quiso estudiar Medicina. La estética de los tubos de ensayos, burbujas, cambios de colores y temperaturas le parecía mucho más fascinante.

“Cuando mis papás me veían con ácido sulfúrico, ahí me decían algo, pero jamás uno deja de hacerlo. Esa permisividad fue súper positiva. En enseñanza media ya sabía toda la química que había que saber. La química la viví, fue mi compañera de juego”, dice Bustos.

Si a los 12 años ya tenía la seguridad de estudiar bioquímica, –tras conocer la palabra en una enciclopedia y encontrarla “linda”–, todo lo demás era un misterio. Era el mejor alumno del Liceo Politécnico de San Carlos, pero el segundo hermano entre tres hombres.

“Siempre la gran pregunta fue si iba a poder ir a la universidad por un asunto económico, aunque tuviera las capacidades para acceder a ella”. Un profesor me dijo que la UC tenía el programa Padre Hurtado y que debía postular. Quedé entre los 200 seleccionados para esa beca. Cuando nos dimos cuenta de que yo efectivamente iba a poder ir a la Universidad Católica –la mejor de Chile– fue una cosa tremenda”, dice.

De esos experimentos en San Carlos pasó a un pregrado en Bioquímica en la UC y a un doctorado en la Universidad de Chile, realizando su tesis con el Premio Nacional Jorge Allende. Luego sería el primero de su familia en viajar al extranjero, cuando en 2002 fue hasta Roma para participar de una investigación sobre el papel de las proteínas quinasas en el cáncer de tiroides. Anteriormente ya había trabajado en enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson, por lo que su experiencia se volvió ideal cuando la Universidad de Rockefeller buscaba a un bioquímico para nuevos estudios del Alzheimer.

Con 24 premios Nobel, esta institución ubicada en Manhattan es una de las más galardonadas en materia de ciencias biomédicas. Tras postular y entrar a su laboratorio de neurociencia celular y molecular, Víctor Bustos lleva la última década conduciendo una investigación que pretende cambiar el tratamiento actual del Alzheimer.

PREDICCIONES CIENTÍFICAS

A inicios de marzo, la pandemia se sintió fuerte en Nueva York. Desde el 16 de ese mes, la Universidad de Rockefeller cerró. En el barrio de Bustos, el 60% de la gente se fue a otros sitios. En esta cuarentena, ha aprovechado de avanzar en su estudio del Alzheimer.

“Estoy terminando una investigación sobre las bases moleculares de la enfermedad y, en específico, del rol que juega la proteína app (proteína precursora de amiloide) en esta neurodegeneración. Las compañías farmacéuticas se han enfocado en disminuir los amiloides, tratando de inhibir las enzimas que producen estos depósitos en las neuronas. Esos ensayos clínicos con personas han fallado. Las drogas han funcionado –han disminuido el amiloide–, pero las personas siguen deteriorándose cognitivamente”, explica sobre los esfuerzos previos.

El error, según lo que detectó la investigación del bioquímico, está en un pequeño detalle: concentrarse en el amiloide y no en otras partes de la proteína. El app tiene una forma alargada y Bustos con su equipo en la Universidad de Rockefeller han desarrollado tecnología para estudiar su metabolismo. Así, identificaron un fragmento más grande que el amiloide, llamado C99.

“Ese pedazo correlaciona muy bien con los lugares en el cerebro donde las neuronas se están muriendo. Encontramos que el C99 puede ser el culpable del Alzheimer, por sobre el amiloide, como antes se creía. Además, estoy enfocándome en otra investigación que también va avanzada, en donde se intenta predecir quién va a desarrollar la enfermedad, porque hasta ahora no hay ningún test de sangre para eso”, dice. La idea es que en el futuro una persona pueda ordenar un examen desde su casa y saber que tendrá Alzheimer, a partir de la presencia de C99.

“Eso lo comenzamos hace tres años, mi idea es crear una compañía basada en esa labor. Que haga un test de sangre como el que se hacen los diabéticos, midiendo la presencia de glucosa. Así la persona puede tomar decisiones previas. En el caso del Alzheimer, hacer ejercicio ayuda a reducir su probabilidad, por ejemplo. La otra meta es –sabiendo que el C99 es la causa de la enfermedad– diseñar una estrategia para disminuir esa producción en el cerebro”, explica Bustos sobre los siguientes pasos de su investigación.

 

Entrega de oportunidades. El científico, radicado en Estados Unidos, agradece la posibilidad que le dio la UC para estudiar en sus aulas. Por ello, ha participado en campañas del proyecto Endowment UC, para que en el futuro, otros jóvenes como él “puedan seguir su vocación, cumplir sus sueños y llegar lejos”, afirma.