• Por Carlos Oliva Vega

Talento Público

El trío tras el concurso literario más popular de Chile

Su pasión por la poesía los llevó a cantar poemas en los patios de la UC, a crear una revista literaria y, luego, “Santiago en 100 palabras”, certamen de relatos de gran éxito en el país que ha sido imitado en distintos lugares. Así nació el proyecto Plagio, hoy una empresa con todas las de la ley, que tiene a los exalumnos de la universidad Carmen García, Sylvia Dümmer e Ignacio Arnold viviendo y trabajando en lo que siempre les gustó.

Dicen que el poder de la palabra abre caminos, pero de ahí a que cien bastaran para que un grupo de estudiantes persuadiera a tres grandes empresas con su proyecto literario, ya es otro cuento. O quizá el mismo, pero un cuento muy bien contado, que llevó a Ignacio Arnold (35 años), Carmen García (34) y Sylvia Dümmer (34) a sentar un referente local y mundial en el panorama cultural con su concurso de relatos “Santiago en 100 palabras”.

Al grupo le resulta difícil definir la clave del éxito de esta iniciativa, que surgió en 2001. Sin embargo, Carmen García confiesa que uno de los secretos radica en haber acercado la cultura a la gente y entregar de esta forma un instrumento de poder. “La nuestra fue una de las primeras instancias participativas del período postdictadura. Fuimos pioneros en hacer algo con la ciudad”, dice.

Para hacerse una idea, la sociedad llamada Plagio, con oficinas en Providencia, cuenta hoy con un equipo de 11 personas, incluyendo a los tres socios fundadores y directores. Ha expandido su idea a otras regiones del país (Antofagasta, Iquique y Concepción), además de lanzar nuevas competencias en los ámbitos de la fotografía y el cortometraje, y gestionar instancias educativas o culturales para entidades de la talla del Banco Central, el Mineduc y el Sernac. En definitiva, más de 20 proyectos en un espacio de 13 años.

No se han hecho millonarios, afirma Ignacio Arnold, pero lo importante es que pueden vivir de ello y, además, dar trabajo. “Somos un equipo chico, pero vivimos de lo que nos gusta. Es un sueño que no pensamos que podíamos lograr”, confiesa.

Equipo Plagio

Equipo Plagio

En la fotografía, de izquierda a derecha, arriba: Francisca Yévenes, encargada de Comunicaciones; Marina Urruticoechea, productora general; José Gil, jefe de Proyectos; Carmen García, directora de Plagio; Ignacio Arnold, director de Plagio. Abajo, a la izquierda: Karen Hormazábal, productora; Margarita Ibáñez, diseñadora

EL MOMENTO DE LA ILUMINACIÓN

Las palabras siempre fueron un aliciente y también la inspiración que movió a este trío de profesionales al interior de la Universidad Católica. Se conocieron en el antiguo programa de Bachillerato de la UC. Allí realizaban un taller de poesía junto a otros amigos hasta que, un día, el taller se acabó. Con el material generado a lo largo de las reuniones, decidieron lanzar una revista que llamarían nada menos que Plagio.

“Nos inspiramos en la revista Plagio Portugal”, dice García. “Los portugueses nos publicaban y nosotros a ellos. El fin era divulgar literatura en general”. Para diseñarla, los jóvenes llamaron a Sylvia Dümmer, otrora estudiante de Historia y Diseño, quien desde ese momento se convertiría en un socio más del tándem original.

Así, como estudiantes, tuvieron que hacer todo tipo de eventos y gestiones para levantar fondos que financiaran las ediciones de Plagio. Primero, la plata salió de sus bolsillos y de los fondos concursables de la UC. Luego, a punta de fiestas, intentaron conseguir liquidez vendiendo las revistas, cuyo papel regateaban en los locales de Avenida 10 de Julio. Alcanzaron a sacar dos ediciones. Fue entonces cuando dijeron: “Basta, necesitamos pedir fondos”. Se acercaron a la empresa Metro Santiago, quienes respondieron que, para conseguir algo, debían presentar un proyecto literario que considerara el uso de los paneles en los andenes. No pasó mucho tiempo cuando, al interior de un restaurante, llegaron a la idea final que, a la postre, les encantaría a los gerentes de Metro. “Cuentos: debemos hacer un concurso de cuentos en 100 palabras ”, recuerda Ignacio que se dijeron.

La idea era muy buena. Pero, nuevamente, el dinero sería un problema a la hora de financiarla. El plazo de un mes y medio que les dio la empresa para conseguir auspicio no fue suficiente, aun cuando enviaron peticiones hasta a las compañías que fueron hallando en las páginas amarillas. “No lo logramos, pese a nuestro esfuerzo”, recuerda Carmen. “Pero Metro nos llamó de vuelta y estuvo dispuesto a financiar parte del plan”.

“Somos un equipo chico, pero vivimos de lo que nos gusta. Es un sueño que no pensamos que podíamos lograr”, afirma Ignacio Arnold.

Entretanto, recibieron otra buena nueva: el interés de Minera Escondida. Allí hablaron con el gerente de asuntos externos de BHP Billiton, operador de esta minera, para participar de su idea. Luego, vendría el aporte de Enersis.

En su primera convocatoria, a los coloridos buzones del concurso –aún no contaban con la plataforma virtual para la recepción– llegaron casi tres mil relatos. Esa fue una tarde llena de estrés, dicen a coro los directores. Como todo era bien artesanal para ellos, uno de sus amigos llegó a auxiliarlos con su camioneta durante la recogida de los buzones. Lo que vieron al llegar a una de las estaciones, recuerda Carmen, los sorprendió: “Vimos una cola larga de gente que iba a dejar sus cuentos frente a los buzones. Fuimos después a la casa de Ignacio y nadábamos en sobres. Estuvimos una semana abriéndolos. Luego, vino una premiación con 10 actores conocidos en la Feria del Libro”, dice la directora.

Al año siguiente, la cifra de relatos se triplicó. Y seguiría aumentando con el paso de los años, hasta llegar, en 2013, a un número superior a los 45 mil cuentos. Desde su creación en 2001 a la fecha, la cantidad de cuentos recibidos supera los 400 mil.

PLAGIOS SOBRE PLAGIO

Debieron pasar varios años, siete para ser precisos, para que el trío optara por dedicarse de lleno a Plagio. Fue en 2008. Tras volver de sus estudios de postgrados, los directores decidieron trabajar en este proyecto a tiempo completo. El concurso literario venía funcionado como un reloj, y algo parecido ocurría con la propuesta de cortos “Nanometrajes”, lanzada en 2004.

Por ese año notaron que había material para incrementar los trabajos de la agrupación sin desmedro de los otros empleos. “Nos dimos cuenta de que podíamos hacerlo cuando las empresas nos llamaban solicitando nuestra ayuda. Antes, por tiempo no podíamos, así que en ese momento decidimos vivir de Plagio”, relata Ignacio.

De a poco aumentó el número de apuestas. “Santiago en 100 palabras” se expandió a Iquique en 2011, y a Antofagasta y Concepción en 2012. Hubo una versión en Valparaíso en 2004 que no convenció. En 2011, junto al Banco Central, comenzaron a ejecutar “Economía + Cerca”, orientado a la difusión de la disciplina en los colegios. En 2012, lanzaron el concurso de fotografía “Zoom Santiago”, con ayuda del GAM; también el “ConsuCuento”, en conjunto con el Sernac.


Talento ciudadano

Según su declaración de principios, el concurso “Santiago en 100 palabras” busca promover la participación cultural de personas comunes y corrientes e intervenir el espacio público con textos literarios. Además, pretende aportar a la reflexión en torno a la vida urbana contemporánea

Si bien Sylvia por estos días se encuentra terminando un doctorado en Alemania, tanto Ignacio como Carmen continúan con sus planes profesionales en paralelo a su compromiso con Plagio. Él, con sus guiones y producciones para series de televisión: estuvo detrás de
Huaquimán y Tolosa, de Canal 13, y de El reemplazante, de TVN). Ella, con su poesía: ha escrito dos libros, llamados La insistencia y Gotas sobre loza fría. Sin embargo, Plagio les consume gran parte del tiempo. Tanto es así, que decidieron instalarse hace unos meses con su primera oficina en Providencia, hasta donde llegaron con su equipo a discutir, entre otras cosas, los futuros proyectos sobre una gran pizarra rodeada de galardones.

Después de todo, su éxito con “Santiago en 100 palabras” no solo les ha merecido largas tesis académicas, como la investigación de la estadounidense Jane D. Griffin, titulada “From underground writings to writings underground”; la del chileno Luis Campos, “Les représentations de la ville en cent mots”; o el análisis del antropólogo chileno Ricardo Greene, “Una ciudad tejida con voces propias”. También desencadenó el surgimiento de distintas competencias similares, algunas de ellas, derechamente, plagios de su certamen.

Como estudiantes, tuvieron que hacer todo tipo de eventos y gestiones para levantar fondos que financiaran las ediciones de Plagio. Primero, la plata salió de sus bolsillos y de los fondos concursables de la UC. Luego, a punta de fiestas y vendiendo revistas.

Para hacerse una idea, ahí están las decenas de versiones locales, como “Tocopilla en 100 palabras”, “Terremoto en 100 palabras”, “Tu vocación en 100 palabras”, “Salud en 100 palabras” y, también, las versiones internacionales: “Un cuento para tu ciudad en 100 palabras” (Medellín), “Micro Quito” (en 100 palabras) o “Cooperación en 100 Palabras” (España).

“(Por todo eso) debemos decir: ‘Por favor, busquen otro nombre, pues, si no, se presta a confusión’. No ha habido peleas legales, porque creemos que se actúa de buena fe”, explica Carmen, quien reconoce que el nombre ya está patentado, pero no así la idea, que sigue y seguirá flotando con alusiones directas a su iniciativa.


Una tesis en más de 100 palabras

“(Este certamen) combate la amenaza de la homogenización cultural en diferentes sentidos. Uno de ellos es el contenido mismo de las historias. Los escritores son prolíficos en su incorporación de temas y características, típicamente chilenos, al momento de concursar. Asimismo, el jurado suele premiar estos impulsos al anunciar a los ganadores”.

“Si bien Santiago es una ciudad construida y diseñada a imagen de las europeas, como todas las latinoamericanas, el éxito de ‘Santiago en 100 palabras’ ha invertido esta dinámica inspirando a ciudades europeas, como Berlín y Barcelona, a seguir sus pasos y crear sus propias copias (plagios) del concurso”.

“Debemos considerar cómo la asociación entre un grupo cultural independiente, como Plagio, la compañía estatal Metro y la transnacional Minera Escondida, traslada las prácticas marginales del concurso y las identidades marginales de sus participantes al centro mismo de las políticas culturales del país”.

Extractos de la investigación “From underground writings to writings underground: Santiago en 100 Palabras”, de Jane D. Griffin, Bentley University.

Sin embargo, el tema no les quita el sueño. Esta larga lista de plagios es apenas una muestra del éxito sostenido con los proyectos de su firma. Por eso, por ahora, seguirán apostando a lo que viene, como el lanzamiento de una editorial en 2014.

Lo seguro es que en diciembre se presenta una nueva versión del consagrado concurso, el número 13. “La edad del adolescente que se pregunta qué hará con su vida. Y es también nuestra interrogante: ¿cuál será el legado de este invento…?”, se cuestiona Ignacio.