• Revista Nº 161
  • Por Carlos Reyes
  • Fotografía Francisco Bermejo

Talento Público

Pilar Ducci: el circo es un espejo de la sociedad

La bióloga UC llegó a radicarse a Chile a los 18 años, luego de vivir en diversos países de Europa y América Latina. La búsqueda personal por encontrar un lugar propio en la identidad nacional y su pasión por la investigación la trasladaron de la ciencia hacia el folclor y este la llevó al mundo del circo. Fue así como se convirtió en coautora del libro Años de Circo. Historia de la actividad circense en Chile.

La patria es el paisaje de la infancia” –decía Mistral– y la de la investigadora Pilar Ducci estuvo particularmente en movimiento. Hija de un funcionario diplomático, su niñez y adolescencia transcurrieron entre Suecia, Italia, Rumania, Inglaterra, Estados unidos, Argentina y Colombia, pasando por trece colegios diferentes antes de cumplir los 18 años y asentarse en Santiago a estudiar Biología en la UC. Este “desarraigo arraigado” –como ella lo llama– definió aquí su vida. Tanto así que, con el paso de los años, fue complementando su formación científica con un profundo asombro y curiosidad por chile y el folclor nacional, lo que la llevó a encontrarse casualmente con el mundo del circo y a hallar en él un lenguaje, un nuevo foco de investigación y una ventana desde donde contemplar su propia identidad.

—¿Recuerdas cuál fue tu primera imagen de Chile en el extranjero?

—Yo era muy pequeña y vivía en Italia cuando ocurrió el golpe militar. recuerdo haber estado sentada en un auto escarabajo y, de pronto, vi unas banderas en las calles de roma. Sin entender nada del contexto, solo las miré y dije “¡chile, chile!”. Fue mi primer autorreconocimiento como chilena estando en el exterior.

—¿De qué manera influyeron esos 18 años afuera en tu vida adulta?

—Haber crecido fuera de chile fue un gran motor para tratar de entender cómo encajo yo en el país. Volví para estudiar en la universidad y me costó mucho integrarme. uno trata de hacerlo al comienzo desde las construcciones de la familia, que ya tiene una idea armada de lo que es ser chileno, de lo que hay que creer, de hacia dónde apuntar. Pero luego empiezas a descubrir por tu cuenta: es un proceso que me ha demorado la vida entera.

—Parte de ese proceso es esa “transición” desde tu formación en biología hacia la investigación de la historia y folclor chilenos.

—Yo siempre supe que quería estudiar biología. Era de esas niñas que coleccionaban dinosaurios y fósiles. Sin embargo, no creo en esa visión parcializada del conocimiento, en matemáticas por un lado, química por el otro, biología en un cajón, por allá historia… por eso decidí aprender una disciplina fundacional y no una carrera profesional que por definición está “encasillada”. la ciencia y la historia no son para nada excluyentes, y se complementan en la forma de abordar los objetos de estudio, te entregan una manera de ver y entender la vida y el entorno que me hicieron muy fácil y amable esta “transición”.

Que comience la función

En el verano de 2007, Pilar recorría junto a su esposo, el fotógrafo Francisco Bermejo, la costa centro-sur de chile. ahí se encontraron con un pequeño circo, el del payaso Pimentón Gálvez: “Muy chiquitito, muy tradicional”, agrega Ducci. Entraron en él. Pancho sacó su cámara y Pilar comenzó a conversar con la Poli, la hija del Pimentón Gálvez. “Vayan al otro pueblo, ahí están nuestros primos”, le dijo a Pilar. Esa invitación fue el comienzo de una investigación que terminaría cuatro años después, con la publicación del libro Años de Circo. Historia de la actividad circense en Chile –realizado en coautoría con Francisco Bermejo–, lanzado en la Biblioteca Nacional y en la creación de un minisitio dedicado al tema en el portal digital Memoria chilena. “Ese verano nos detuvimos en cada pueblo, a preguntar en la bomba de bencina ‘¿Hay circo?’ y si no había, seguíamos de largo hasta encontrarlo”. así conocieron más de 20 carpas. Francisco comenzó con un gran registro fotográfico (ya lleva más de 10 años en esto) y Pilar a documentar su historia, su oficio y su tradición oral.

—¿Qué fue lo que te conectó con este tema en particular?

—Este mundo tiene varias características que me apelan. una de ellas es esa cosa media nomádica, de estar un momento en un lugar y luego en otro –así fue como crecí– y, pese a ello, estar profundamente entramado en la fibra de nuestro territorio. además, el circo es cosmopolita y a la vez muy local y particular, es sincretismo y mestizaje en todo su sentido: recoge lo mejor de todos lados, la sabiduría de la gente, y lo plasma en un escenario. Y no es un escenario cualquiera: es una pista circular donde el público es parte del show y el show es parte del público. Yo lo entiendo como un espejo de la sociedad.

—¿Y cuál es el rol del payaso en este espejo de la sociedad?

—Sin payaso no hay circo. El payaso es el alma, es su acróbata intelectual, capaz de recoger los temores, miserias y el sentir de la gente y mostrarlo a través de sus rutinas. Nosotros nos vemos reflejados en ellas y en los payasos. No somos, en cambio, el trapecista, que es capaz de volar, que es un superhéroe con quien descubrimos los límites del cuerpo y la naturaleza humana. Ni tampoco soy el freak. Somos el payaso, el tipo que con torpeza, con cavilaciones, con tropiezos, se arma como puede. con él me identifico. El payaso me muestra cómo soy, y a través del humor y la risa me permite reconfigurar mi realidad, lo que es altamente liberador. lo hace a nivel personal y social: si hay un terremoto, si hay protestas o polémicas, la rutina del payaso, sin duda, los incluirá. Eso es el “canto del pueblo”, el folclor. Y el folclor está íntimamente ligado al circo.

 

Proyectos actuales. “Estoy trabajando en torno al humor y los payasos en Chile. El circo es un tema continuo, sin fin. En paralelo realizo charlas, ensayos y gestiones. Adicionalmente, estoy armando con Francisco un proyecto documental en Chiloé”, cuenta Pilar.

Cueca y circo

A falta de un carnaval nacional en febrero, celebramos las Fiestas Patrias con entusiasmo y algarabía en septiembre. Y estos espectáculos, presentes durante todo el año en chile, suelen confluir e instalarse en la capital –al menos hasta antes de la pandemia– como parte de la fiesta nacional y una antesala a la primavera.

—¿Por qué hay una relación tan fuerte entre el circo y el Dieciocho?

—Esto tiene que ver con lo “carnavalescas” que son nuestras Fiestas Patrias. No hay que olvidar que las reformas Borbónicas intentaron prohibir el carnaval en diferentes sectores de américa, hecho que se cumplió a cabalidad en chile. Por lo tanto, es durante el Dieciocho que aparece todo lo festivo y transgresor del chileno. al revisar los periódicos del siglo XiX, se puede constatar cómo las autoridades esperaban con temor cualquier celebración nacional: éramos muy arrojados y siempre estaba el riesgo de que quedara alguna embarrada. De hecho, históricamente observamos que siempre hubo un esfuerzo de contener las fiestas, de marginalizar e invisibilizarlas, promoviendo a un “chileno” comedido y ordenado. Y ahí tenemos a Diego Portales, tan formal y que valoraba tanto la institucionalidad, pero que, por otro lado, era el primero en partir a las chinganas a tocar el arpa y a bailar cuecas. la fiesta y lo festivo siempre han estado presentes en nuestra historia y cultura popular y son una parte inherente del chileno. En ese sentido, el circo es el lugar perfecto. Es fiesta y es transgresión. Es un lugar donde “todo está permitido”: se vuela, se logran proezas sobrehumanas, pero sobre todo, también es un carnaval no sometido a un espacio de tiempo –previo a la cuaresma– sino que sometido a un espacio físico debajo de la carpa. En el circo se rompe el orden establecido, desaparecen las jerarquías, las personas salen de la normalidad, hay disfraces, máscaras, payasadas, locura, comicidad y risa… pero sometidos a técnica y disciplina. Es tremendamente liberador y siempre ha sido un panorama esencial de las celebraciones de Fiestas Patrias.

—¿Y de qué otra manera está presente la cultura popular chilena en una manifestación tan universal como esta?

—Hasta más o menos la década de los ochenta el circo se presentaba en dos partes: la primera era la función típica con malabares, payasos, acróbatas o cuerda floja y la segunda era una función de folclor y música chilena. Este era el escenario perfecto para los artistas nacionales, movible, flexible e itinerante a lo largo del país. Entonces, tenías al dúo los Perlas, a los caporales, a los Huasos de Pichidegua, a Guadalupe del carmen (principal exponente chilena de rancheras), al Pollo Fuentes y la Nueva Ola y a Violeta de Mayo, nuestra Violeta Parra, presentándose en estas carpas.

—Los Parra y el circo tenían una fuerte conexión, de hecho.

—Por supuesto. la Violeta se presentaba ahí junto a Hilda Parra, que además estaba casada con una persona del rubro. El canarito Parra murió siendo payaso, lalo Parra fue presidente del sindicato circense y fue enterrado por su cura párroco. circo y folclor van de la mano. Nicanor Parra decía que no hay nada más folclórico que el circo.

—¿Y cómo es percibido el circo chileno a nivel internacional?

—Es profundamente admirado por otros similares del mundo, tiene más artistas nacionales brillando afuera en las ligas mayores como futbolistas chilenos en el extranjero: los Farfán en el ringling circus, las acróbatas y trapecistas catalina y camila Palma, Pastelito, los Ventura, por nombrar algunos, pero conocemos poco de eso. la Fédération Mondiale du cirque, con sede en Montecarlo, destaca su enorme capacidad de gestión. El circo chileno, junto al húngaro y el holandés, son los únicos que han logrado ingresarlo en el registro de Patrimonio cultural inmaterial en su país. El nuestro tiene leyes, celebra congresos y festivales internacionales, cuenta con un mausoleo para sus artistas en el cementerio General, tiene un Día Nacional del circo chileno –el primer sábado de septiembre– y ostenta el sindicato vigente más antiguo del país, fundado en 1935. Por eso me da tanta rabia cuando dicen “el congreso es un circo” o “los políticos son payasos” o utilizan estos dos calificativos con una connotación negativa. Deberían ser todo lo contrario: sinónimos de trabajo, “ñecle”, disciplina, empuje y autogestión.

—Y de reinvención, también. Con la pandemia, se han suspendido las funciones en el país.

—Así es. Es tal la versatilidad de estos artistas que ahí están en estos días de pandemia. algunos venden algodón de azúcar, otros frutas, hacen “bolos” –como ellos llaman a los trabajos de un solo día–. Muchos incluso están ofreciendo funciones a través de las redes sociales. Todos hemos tenido que reinventarnos en estas nuevas circunstancias, y los artistas circenses han sabido hacerlo también.

Un puente con la comunidad local

A dos días del terremoto de 2010 –recuerda Pilar– una empresa de servicios de alimentación ofrecía mil almuerzos diarios a los damnificados de constitución. Para ello, necesitaban durante un mes una gran carpacomedor y gente más o menos preparada para entregar esos alimentos. Sin embargo, las carpas de eventos ya estaban todas ocupadas por la contingencia. Entonces, llamaron a su amigo Germán aguirre, dueño del Golden circus, que se encontraba por esos días en iquique. “llego en tres días”, les respondió, y apareció con carpa, generador, camiones y graderías para instalar este gran comedor provisional.

—El circo, pese a ser nómade, tiene gran llegada con las comunidades locales.

—Absolutamente. Es más, las personas que colaboraron sirviendo y atendiendo a las familias damnificadas en ese entonces fueron los propios artistas de un circo en iloca, que también estaba afectado. recibían a los niños, les pintaban la carita y los distraían para que sus padres pudieran limpiar sus casas. Su capacidad de gestión y respuesta es amplísima: hay más de 120 por todo el país. Son interlocutores que vale la pena escuchar, en especial en un país donde, lamentablemente, la brecha entre la institucionalidad y el sentir de las personas es patente. la desconexión existe. lo que tenemos que hacer es buscar puentes que comprendan el lenguaje local de las comunidades. El circo es uno de ellos. Toda mi admiración a la familia circense chilena.

 

Mezcla virtuosa. “El circo es profundamente cosmopolita y a la vez muy local y particular, es sincretismo y mestizaje en todo su sentido: recoge lo mejor de todos lados”, afirma Pilar Ducci.