ilustración de edificios amontonados ilustración de edificios amontonados
  • Revista Nº 153
  • Por Violeta Bustos Vaccia y Revista Universitaria
  • Fotografía César Cortés y Luis Barriga

Reportajes

Ese crecimiento que indigna

El desarrollo de las sociedades se concentró en sus cifras económicas en el siglo XX, tendencia que, desde la academia a las calles –representadas por los chalecos amarillos y otros grupos descontentos– ahora resulta inaceptable, por su impacto en la desigualdad social y el calentamiento global. Los think tanks en Chile también tienen sus propias visiones, reflejo de un país que, por sus avances, ha podido aumentar sus demandas y exigir nuevas formas de crecer.

Quien diga la palabra “montaña” determinará el rol que se le quiere asignar. Para un indígena puede ser un espíritu, para una empresa un lugar donde explotar recursos mineros. Estas posturas radicalmente distintas fueron abordadas en una clase magistral del Programa de Antropología de la UC en 2017, por la académica de la disciplina, Marisol de la Cadena. Este análisis se cruza con la noción de crecimiento y la puesta en duda de su carácter meramente positivo para la humanidad. ¿Necesitamos explotar los recursos por y para el crecimiento? ¿Podemos hablar simplemente de recursos cuando nos referimos a la naturaleza?

La dicotomía es evidente, pero existen infinitos matices. Los voceros de diversos think tanks –centros de pensamiento– en Chile tienen sus propias interpretaciones. El concepto está en constante tensión. Se asocia a la economía, como piedra angular del sistema capitalista. Del crecimiento económico –explica Yuval Noah Harari, escritor de una trilogía que narra en breve la historia de la humanidad–, dependen “la justicia, la libertad e incluso la felicidad” (De animales a dioses, Ed. Debate, 2014), pero quienes tienen los medios no siempre se alinean éticamente con ese propósito.

A juicio de Leonidas Montes, director del Centro de Estudios Públicos (CEP), todo esto ha cambiado. Hoy existe una noción más realista y amplia de lo que significa crecer. “El término no solo se reduce a lo económico, sino que también a otros valores como la libertad, la autonomía y la dignidad de las personas. El liberalismo se ha enfocado demasiado en la parte económica y se han perdido los orígenes de lo que fue este movimiento, donde Adam Smith también incluía una mirada moral”, afirma.

Muchas veces se asimila esta definición con evolución. Los seres humanos hemos evolucionado y ahora las condiciones de vida son mejores que las que existían hace siglos atrás, en varios sentidos. El homo sapiens ha crecido, al igual que sus capacidades y su calidad de vida. Evolución es “la solución  de problemas”, dice Harari (De animales a dioses, Ed. Debate, 2014), pero ¿qué ocurre cuando el propio crecimiento genera problemas con soluciones complejas?

Desde distintas disciplinas, en estas décadas iniciales de un siglo nuevo, surgen visiones diferentes sobre cómo orientar el “crecimiento” y, por lo mismo, lo que se espera de él.

EL AGUA DEL LAGO DE ZÚRICH

En Libertad y Desarrollo, su director ejecutivo, Luis Larraín, manifiesta que el concepto está vinculado a que “las personas desarrollen sus proyectos de vida, que son distintos y se realizan con otras personas, en el ámbito familiar, con amistades o en grupos afines”. Desde su perspectiva, el PIB es una representación global de ese crecimiento que se da a nivel micro. “Es un referente válido que tiene la ventaja de estandarizar y, por lo tanto, comparar”.

Así, afirma, el crecimiento económico puede ser un instrumento para el desarrollo personal. Está  consciente  de los dilemas éticos y del daño ambiental que generan las industrias. Pero se declara “optimista”, porque las políticas públicas referidas al espacio público (incluyendo transporte público y privado, por ejemplo) son fundamentales frente a este panorama.

Larraín recomienda el libro The rational optimist: how prosperity evolves, de Matt Ridley, que muestra “objetivamente cómo la humanidad está mejor: hay menos pobreza, menos hambruna”. También recurre a un ejemplo: “En Suiza te tomas el agua del lago de Zúrich”. Si bien, acota, esto se da en un país desarrollado, esos estándares se alcanzan de forma gradual “y no es producto de imposiciones, sino más bien de una evolución cultural”.

Desde la Fundación Chile 21, el exministro Francisco Vidal también se refiere al tema ético de la desigualdad. Expresa que el problema del neoliberalismo es que el crecimiento no llega a todos y solo “se concentra en los que más tienen. Por eso es estructuralmente injusto”. Agrega que los mecanismos de distribución están manipulados y alterados en el Chile actual. “La desigualdad en nuestro país permanece sustantiva. Una evidencia: en dictadura crecimos un promedio anual de 2,9%, pero la distribución del ingreso mediante coeficiente Gini no se movió”. Una de las falencias del neoliberalismo para Vidal es “no generar los mecanismos redistributivos”, lo que deriva en un crecimiento sin ética.


Líderes de los centros de pensamiento.

Los voceros de diversos think tanks –centros de pensamiento– en Chile tienen sus propias interpretaciones sobre el crecimiento. La mayoría coincide en afirmar que el concepto se ha transformado y ya no se reduce a lo económico. Ahora existe un fuerte énfasis en el desarrollo sustentable. El crecimiento económico de las últimas décadas en Chile amplió las fronteras del progreso y trajo nuevas demandas.

fotografía de Juan Pablo Arellano

Juan Pablo Arellano. Investigador de CIEPLAN.

fotografía de Luis Larraín

Luis Larraín. Director Ejecutivo de Libertad y Desarrollo.

fotografía de Leonidas Montes

Leonidas Montes. Director del Centro de Estudios Públicos.

fotografía de Benjamín Saez

Benjamín Saez. Sociólogo de Fundación Sol.

fotografía de Francisco Vial

Francisco Vial. Representante legal de Chile 21.

CONFIAR EN EL FUTURO

Por su parte, el investigador y miembro del directorio de la Corporación de Estudios para Latinoamérica (Cieplan), José Pablo Arellano, señala que “para ser exitosa, la interacción entre personas y grupos necesita de la confianza y la cooperación. En grupos muy numerosos de personas esto requiere, a su vez, de instituciones confiables”.

Al mismo tiempo, añade Arellano, “los cambios tecnológicos están detrás del progreso de la humanidad y lo seguirán estando, pero su introducción muchas veces tiene efectos potencialmente negativos”. El éxito, para él, depende de instituciones confiables y capaces de evitar los posibles efectos negativos y apoyar a quienes puedan resultar perjudicados.

La tecnología no solo conlleva riesgos, sino que grandes avances y la eventual posibilidad de un crecimiento ético. Vidal estima que uno de los ejemplos más destacables en política pública y que responden a esto es el aumento de energías renovables. “Ha sido muy relevante el aumento de las ofertas energéticas cada vez más alternativas”.

Arellano, en tanto, asume que somos cada vez más conscientes de que el desarrollo debe tomar en cuenta no solo la calidad de vida de la actual generación, sino también la de las futuras. “De allí surge con fuerza la preocupación por la sostenibilidad del crecimiento. Por el cuidado de su impacto en el medio ambiente y su sostenibilidad futura”.

Para Leonidas Montes, la maduración del concepto refleja avances de la sociedad chilena en estas últimas décadas: “El énfasis en una economía de mercado que promueve el rule of law y la competencia es un legado de los Chicago Boys, pero su influencia también nos ayuda a explicar la evolución del término. Basta recordar que el foco en la economía trajo aparejada una comprensión de los fenómenos sociales al alero de una racionalidad económica, con una preeminencia de la economía como ciencia, por cierto, necesaria en un contexto de crisis, pero que creó una narrativa que ha ido cambiando. La idea del crecimiento fue parte de ese fenómeno, tanto así que el PIB per cápita se usaba para explicar nuestro éxito e incluso nuestra felicidad”.

¿QUÉ ES EL FUTURO?

“El futuro no existe, pues vivimos en el presente”, afirmó el biólogo Humberto Maturana en una conferencia del Congreso del Futuro 2019 donde profundiza, entre otros temas, sobre la noción de competencia. Para sembrar ese presente cosechando un buen prospecto de imaginación sobre el futuro, –donde prime el respeto y la aceptación del otro– hay que dejar de lado la competencia, tan “propia del sistema neoliberal”, vinculada a las ideas de éxito y crecimiento.

Si la confianza en el futuro es el mayor bien del capitalismo, vuelve a surgir entonces la pregunta: ¿Cómo enfrentar la falta de confianza en el futuro versus el miedo que hoy produce imaginarlo? Luis Larraín responde: “No creo en una suerte de teoría sociológica sobre el temor. Los temas de sustentabilidad y medioambiente son para gestionarlos, no para asustarse. La población sigue creciendo, pero mucho menos que antes”. Por otro lado, manifiesta, no cree en el progreso indefinido y, si bien la tecnología hace aportes, “crea problemas como la inteligencia artificial robótica y el reemplazo de empleos. Pero la tecnología, a la larga, va a crear empleos”, sugiere optimista. Para Vidal el debate es “interesante”, pero no responde a las necesidades primarias de la población, pues “el 80% de las familias chilenas, de acuerdo al INE, no llega a fin de mes”. La esperanza de crecimiento ético para él radica en tomar opciones. Mirar a los nórdicos es importante, señala, “ahí la salud y la educación con enorme participación del Estado son derechos garantizados, a través de impuestos generales y una estructura tributaria más progresiva”.

diagrama que muestra el flujo de la economía circular

Progreso sustentable. La economía circular se presenta como un sistema de aprovechamiento de recursos, donde prima la reducción de los elementos: minimizar la producción al mínimo indispensable, y cuando sea necesario hacer uso del producto; también apostar por la reutilización de los elementos que por sus propiedades no pueden volver al medio ambiente. El sistema económico vigente se desmarca diametralmente del ciclo de vida de la naturaleza y choca contra el desarrollo sostenible, en el largo plazo.

LAS FRONTERAS DEL PROGRESO

Desde Fundación Sol, Benjamín Sáez señala que el crecimiento se asocia a etapas secuenciales y evolutivas, “en virtud de ciertos valores o capacidades técnicas productivas. Este concepto iría en una relación virtuosa entre actividad económica, aumento de esa actividad, desarrollo de los países y calidad de vida”. Sin embargo, apunta, las naciones no son necesariamente independientes y existen altos niveles  de explotación entre unas y otras.

Sáez también cuestiona el PIB como instrumento válido y recuerda que el 1% de la población con más riqueza en Chile acumula un 31% de los ingresos totales. “Eso es el crecimiento de un grupo”. Por otro lado, asegura, hoy se habla de la mayor cantidad de chilenos con estudios universitarios, pero eso “se ha construido a partir del endeudamiento de los estudiantes”. Arellano, por su parte, expresa que “lo que nos debe preocupar es un aspecto más amplio que el crecimiento económico: el desarrollo. Ahora bien, no habrá desarrollo si no hay crecimiento”. Al mismo tiempo, agrega, si no somos capaces de aumentar la producción y los ingresos que generamos como país, “no se crearán los empleos ni aumentarán las remuneraciones e ingresos, ni el Estado contará con recursos para financiar bienes públicos”.

Sáez reflexiona sobre las contradicciones y la necesidad de equilibrio. Si se habla de mayor acceso a la tecnología en nuestro país, la mayoría lo hace con crédito y añade que “basta pensar en obsolescencia programada y quedan familias con más deudas y menos cosas”. Además, “ciudades como Santiago crecen con especulación inmobiliaria”. Por eso, argumenta, “tenemos dudas sobre esta noción de desarrollo, cómo es alcanzable desde el capitalismo si se logra solo con crecimiento económico”.

A la vez, asume, las demandas actuales de la sociedad se vinculan a formas de consumir que ya están instaladas: “No le puedes quitar a las personas bienes y servicios que son deseos de su vida cotidiana. Los cambios deberán incorporar aspectos del mundo capitalista. Hay que pensar algo intermedio. ¿Ejemplo? Construir artículos tecnológicos que duren 200 años o que se puedan compartir. Asimismo, actividades industriales que implican una explotación incesante deberían paralizarse”.

Para Montes –director del CEP–, hoy podemos mirar más alto porque los números lo permiten: “El concepto de crecer en el siglo XXI ha evolucionado en Chile como consecuencia, justamente, del crecimiento económico. El PIB per cápita de Chile aumentó desde US$ 5.860, en 1990, a US$24.592 el año 2017, y la pobreza disminuyó de un 38,6% a un 8,6% durante ese periodo. Eso gatilló la transformación capitalista del país, y así el crecimiento pasó a ser sinónimo de progreso, y el afán por las cifras se convirtió en nuevas demandas, ahora más allá de los números y de la planilla Excel. En otras palabras, el éxito económico amplió las fronteras del progreso”.

Ante esa nueva realidad, el experto afirma que hoy la ciudadanía está buscando otras expresiones del liberalismo, que tienen más que ver con la igualdad de trato. Esto se ve, por ejemplo, en la exigencia por mejorar la calidad de los servicios estatales. El descontento con el liberalismo, explica Montes, se asocia también al surgimiento de los grupos de ultraderecha que manifiestan su disconformidad en distintos puntos del planeta. “Esos grupos captan el descontento o, como diría Sloterdijk, la ira de los ciudadanos que miran con desconfianza la incertidumbre y las diferencias de los nuevos tiempos. En resumen, lo que hizo la izquierda durante gran parte del siglo XX, esto es, canalizar la ira ciudadana, es muy similar a lo que hace la ultraderecha en el siglo XXI”.

Acceso equitativo a la tecnología.

Acceso equitativo a la tecnología.

En la imagen vemos una de las actividades de la iniciativa “Yo elijo mi PC”, impulsada por el Gobierno de Chile, que busca disminuir la brecha digital. Para Benjamín Sáez, si se habla de mayor acceso a la tecnología, en nuestro país la mayoría de la población lo hace con crédito.

LOS COSTOS IRREVERSIBLES

Las posturas son diversas en las voces de representantes de think tanks y organizaciones que producen pensamiento. Pero la incertidumbre se ha instalado, más allá de optimismos, pesimismos o esperanzas fundadas. Hoy, la era geológica que vive el planeta corresponde a una etapa irreversible de daño ambiental por parte de los humanos. “Estamos en un periodo de crisis, no solo a nivel del capitalismo, y eso da miedo. Pero también genera oportunidades de transformaciones”, apunta Sáez.

Si crecer es complejizarse, ¿de qué forma enfrentamos esto? ¿Cómo hacer que posturas divergentes conversen en pos del bien común? Según Leonidas Montes, el desafío es enorme. “Pero yo soy moderadamente optimista respecto de esto. El liberalismo está profundamente arraigado a la naturaleza humana. Y algo fundamental que se ha perdido es reconocer que en cada persona hay un instinto natural para mejorar su propia condición, a ser reconocidos, y no podemos coartar eso. Esto se debe llevar en una dirección que permita alinear un mercado competitivo con la igualdad de oportunidades”, concluye