Un cristiano en la plaza pública
¿Por qué siendo economista escribo sobre filosofía y teología? Y es que estas temáticas tocan las preguntas existenciales más fundamentales de la vida. En la actualidad, el cristianismo es solo una entre varias cosmovisiones que ofrecen respuestas a estas interrogantes. Sin embargo, dudo de que haya otra con un mensaje tan poderoso, esperanzador y atractivo como el Sermón de la Montaña; ni un proyecto que dé más sentido a las personas que el propuesto por Jesús: “Amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo”.
En los últimos dos años he publicado dos libros muy alejados a mi campo profesional (economía). Uno se centra en la existencia de Dios: Creer o no creer: El misterio de Dios a la luz de la razón (2022). El segundo, como dice su título, es J esús: nueve miradas sobre una vida desafiante (2023). L a pregunta que todos me hacen es: “¿Cómo un economista escribe sobre filosofía y teología?”. Mi respuesta corta es: “¿Acaso los economistas no somos personas?”. Estos temas tocan las preguntas existenciales más fundamentales de la vida. En mi caso, me las hice desde muy joven, pues si bien mi madre era católica (pero no beata), mi padre, con quien fui muy cercano, era agnóstico (se convertiría a sus 56 años). De ahí que la filosofía y la teología han sido pasiones mías desde fines de la enseñanza básica.
Además, la fe ha influido mucho en mi vida. Gracias a ella soy converso a la economía desde la ingeniería eléctrica (la cual ejercí tres años). Fundamental en esa decisión fue mi convicción de ingeniero de que, por el progreso tecnológico, por primera vez en la historia, a fines del siglo XX sería posible terminar con la pobreza en el mundo, y yo quería participar en esa hazaña. En clave cristiana el trabajar por el desarrollo económico era una manera privilegiada de amar al prójimo. Esa convicción me trajo a América Latina y a Chile, y me sigue motivando hoy. Por ello, mi vida profesional ha sido una luna de miel continua.
LA VERDAD MÁS IMPORTANTE
Al jubilar de la Universidad de Chile en 2019, por fin disponía del tiempo y tranquilidad para desarrollar y exponer mis convicciones religiosas en la plaza pública, lo que dio lugar a estos dos libros. El primero, sobre la existencia de Dios, está dedicado a cinco amigos agnósticos (y todos tenemos un agnóstico dentro de uno), y está dirigido a toda persona en búsqueda.
La cosmovisión creyente es, sin duda, más esperanzadora que la no creyente, pero la pregunta de fondo es: ¿cuál de estas dos cosmovisiones se ajusta más a la realidad? Pues hay dos tragedias posibles: la primera es la de quien vive creyendo que Dios existe, pero finalmente encuentra que solo es una falsa ilusión. La otra es la de aquel que vive a espaldas de Dios, pero resulta que de verdad existe. ¿Habría una verdad más importante? En este libro pretendo mostrar que la hipótesis creyente no solo es más esperanzadora que la no creyente, sino que es más razonable a la luz de la ciencia moderna y de la razón, los árbitros de lo creíble en la cultura de hoy.
Si bien hay poco de original en el texto, creo posible avanzar en tres sentidos. Primero, desarrollo la argumentación a partir de “chispazos de asombro” al alcance de todos; por ejemplo, frente a nuestra contingencia. Nosotros, los átomos, el planeta, el mismísimo cosmos, nada de esto tuvo necesariamente que existir. ¿Por qué existe algo y no simplemente nada? ¿Es un simple hecho bruto, sin causa o explicación? Y qué increíble que una simple célula, que cabe en la punta de un alfiler, contiene en su ADN un “manual de instrucciones” para desarrollar un bebé primero y un adulto maduro después. ¿Es posible que se haya generado este manual de instrucciones al azar? Y qué extraño es que cada átomo siga las mismas leyes físicas aquí como en el último rincón del cosmos. En un universo “por casualidad”, ¿no habría de esperarse que cada átomo siguiera su propia ley o ninguna? Como decía Einstein, “lo más incomprensible del universo es que es comprensible”. O qué raro en un universo “por casualidad”, impersonal e indiferente a los valores, que exista una voz de la conciencia que nos empuje hacia el bien y que nos empodere a sobreponernos a nuestros instintos egoístas, a veces, inclusive, a nuestro instinto de sobrevivencia. ¿Es este otro hecho bruto?
En segundo lugar innovo en método. La argumentación filosófica típica es deductiva, pretendiendo derivar conclusiones rigurosamente ciertas a partir de las premisas. Pero según mi experiencia, son pocas las premisas que concitan acuerdo universal, y menos en temas tan controvertidos como la existencia de Dios. Por tanto, opto por el camino inductivo, más típico de la ciencia. Contrasto las hipótesis creyente y no creyente, e infiero cuál de las dos es más razonable a la luz de la evidencia científica y filosófica disponible. Sacrifico así certeza absoluta y me conformo con mayor razonabilidad. Pero, a la luz de la historia del debate en torno a Dios me parece un precio bajo a pagar.
Tercero, reexamino tres argumentos clásicos de la filosofía por la existencia de Dios: el cosmológico (contingencia), el teleológico (orden) y el axiológico (moral), pero a la luz de la ciencia moderna, lo cual les da un alcance y poder persuasivo mayores.
UNA MIRADA FRESCA A JESÚS
Donde el libro sobre Dios apela exclusivamente a la razón, el libro de Jesús apela al corazón. Está dirigido a todas esas personas insatisfechas con los proyectos de vida hoy en boga, por considerarlos parciales o superficiales, sin llenar su ansia por plenitud. Pretende acercarnos al Dios cercano y compasivo de los creyentes, por medio de nueve interpretaciones que se han dado en torno a Jesús a lo largo de la historia. No solo miradas ortodoxas, sino humanistas, como maestro de la moral, modelo de vida, milagrero, profeta, liberador, inclusive como maestro extraviado y hereje. Por medio de estas diversas perspectivas invito al lector a mirar a Jesús sin anteojeras, como si lo estuviera conociendo y escuchando por primera vez.
Por cierto, todos saben algo de Jesús, pero temo que muchos lo tienen encasillado como uno más de tantos idealistas ilusos que han marcado la historia, y que poco puede decirles a sus inquietudes actuales. Por eso, muchas personas, en especial los jóvenes, dicen “no estar ni ahí con Jesús”. No se interesan en él, tal vez por acostumbramiento, tal vez por desconocimiento o tal vez porque los cristianos hemos domesticado su mensaje, cuando no lo hemos viciado en nuestra práctica. Contribuye a esta indiferencia el hecho de que por mucho tiempo la Iglesia Católica puso su énfasis en ella misma y no en Jesús. Por eso, los abusos y encubrimiento de las últimas décadas han sido doblemente graves para esos que inadvertidamente pusieron su fe en la Iglesia y sus autoridades y no en Jesús.
Prevalece, entre otras miradas, una visión “dulzona” de Jesús, errada en mi opinión. Jesús fue irreverente, provocador, revolucionario según muchos, y cuestionador de las autoridades religiosas y políticas de la época, razón por la cual fue condenado por ambas. Y de vivir hoy, seguramente sería cuestionador del statu quo, pues, ¿cómo podría estar tranquilo frente al sufrimiento de los marginados y descartados, de los pobres y humillados?
Jesús de Nazaret invirtió los valores del mundo. No se dirigió a los poderosos, ni siquiera a los “buenos”. Por el contrario, tenía un amor preferencial por los más necesitados y hundidos, con la capacidad de ver y despertar lo mejor en ellos, aunque fuese después de “setenta veces siete” caídas (Mateo 18,21-35). Sintió un desdén por la hipocresía de esos supuestamente “buenos”, más propensos a ver “la paja en el ojo ajeno” que “la viga en el propio”. Y, si bien era comprensivo de nuestras falencias y cegueras, era exigente en los ideales que proponía, instando a cumplir no solo con la letra sino con el espíritu de la ley. Es una rara mezcla de realista e idealista.
El cristianismo ya no ocupa un lugar privilegiado en la cultura actual. Por el contrario, debe competir con la oferta variada de propuestas de vida en la plaza pública –individualismo, hedonismo, humanismo, utilitarismo, ecologismo, espiritualidades orientales, entre otras–. Cada una pretende responder a las interrogantes existenciales de siempre. ¿De dónde viene el todo? ¿Hacia dónde vamos? ¿El sentido de la vida se reduce a maximizar el placer del momento? ¿Sobre qué ideales y valores voy a construir mi vida para alcanzar una existencia plena y feliz?
Si bien el cristianismo es solo una entre varias cosmovisiones que ofrecen respuestas a estas interrogantes, dudo que haya otra con un mensaje tan poderoso, esperanzador y atractivo como el Sermón de la Montaña; ni un proyecto que dé más sentido a las personas que el propuesto por Jesús: “Amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo”. En esto reside la plenitud de vida que todos anhelamos. Tanto o más importante, en una era como la nuestra, poco crédula y suspicaz de las bonitas palabras, la credibilidad se gana sobre todo por medio del testimonio. Y en esto el cristianismo tiene un modelo potente que ofrecer: el ejemplo de Jesús, quien practicó lo que predicó hasta sus últimas consecuencias en su muerte en la cruz. La combinación de un mensaje atractivo y un testimonio y modelo de vida potente a seguir me hace pensar que el cristianismo se compara muy favorablemente con las demás ofertas con las que “compite” en la plaza pública.
Tal vez Jesús no sea del gusto de todos; ciertamente no lo fue en su época. Pero el que se disponga a escucharlo como por primera vez, no necesariamente se hará cristiano, ni menos cristiano ortodoxo. El libro sobre Jesús pretende cautivarnos con su persona y su propuesta de vida, frente a lo cual será difícil mantenerse indiferente.
PARA LEER MÁS
• Ramos, J. (2022). Creer o no creer: El misterio de Dios a la luz de la razón. Editorial Paidós, Santiago, Chile.
• Ramos, J. (2023). Jesús. Nueve miradas sobre una vida desafiante. Editorial Paidós, Santiago, Chile.