• Revista Nº 167
  • Por Juan Pablo Glasinovic y Paulina Astroza
  • Ilustraciones Catalina Fuentes

Ideas en Debate

Chile: una nueva etapa en su política exterior

Baja la presencia de Chile en espacios internacionales. Pierde liderazgo. No avanza en la posibilidad de ser puente entre China y América Latina… ¿por dónde está la salida? Los retos son muchos y es necesario un gobierno que busque las transformaciones que la ciudadanía requiere, pero con el pragmatismo que la contingencia exige.


“Debemos sumar fuerza” Por Juan Pablo Glasinovic

Chile y el mundo están inmersos en una dinámica de profundos cambios, en un contexto, además, altamente incierto. La arquitectura internacional está mutando hacia un nuevo modelo y con la crisis del cambio climático como telón de fondo. En ese escenario, ¿qué debería hacer Chile?

Objetivamente somos un país menor y en la periferia de los centros económicos y de poder mundial. Por lo mismo, está claro que no podemos quedarnos solos. Debemos sumar fuerzas con otros, no solamente para hacer frente a las amenazas de todo tipo, sino también para ser más atractivos en términos de comercio e inversión.

Lo principal en la próxima etapa será asegurar el crecimiento sostenible. Hemos creado una red de acuerdos que nos otorgan un acceso privilegiado a un alto porcentaje del PIB mundial. En ese ámbito, pienso que lo que falta es darle una dirección mucho más clara, apuntando realmente a ser un país pivote, particularmente entre el Indo Pacífico y Sudamérica. Para ello debemos invertir en una infraestructura acorde con el objetivo, con mejores instalaciones portuarias, carreteras, líneas férreas, telecomunicaciones y energía, zonas industriales, bodegas y otras instalaciones. Adicionalmente, debemos facilitar el movimiento de personas, de manera que las empresas que se instalen en nuestro país puedan contar con los profesionales que requieran. Por último, se deben hacer las reformas que correspondan para disminuir los trámites burocráticos.

La circunstancia de que tengamos un potencial energético renovable inmenso por la radiación solar y otras características de nuestro territorio nos podría posicionar no solamente como un gran exportador del rubro, incluyendo por ejemplo el hidrógeno verde, también podría dar sustento al desarrollo manufacturero intensivo en energía, con bajas emisiones de carbono. Ese factor, sumado a los ya descritos, reforzarían la posibilidad de participar de cadenas globales y regionales de valor. Además, esta alternativa de desarrollo nos puede convertir en un campeón de la lucha contra el calentamiento global, reportando no solo beneficios económicos, sino que mejorando nuestro entorno y posicionándonos en un lugar de influencia en las definiciones de los estándares futuros para seguir adaptándonos al cambio climático.

Sin duda que lo económico no se puede desvincular de lo político, y ahí creo que tenemos una gran deuda pendiente, en el sentido de promover un diálogo y coordinación más activos en nuestra región latinoamericana. Si no lo hacemos podremos en riesgo nuestro desarrollo y también nuestra seguridad. Debemos enfrentar juntos fenómenos como la migración, el crimen organizado, las epidemias y el propio cambio climático, además de mejorar nuestra posición frente a otras potencias y bloques.

En la línea esbozada y debido a la vocación de ser un país pivote, creo que sirve mejor a nuestros intereses revitalizar la Alianza del Pacífico, sin dejar de apoyar su convergencia con el Mercosur e introduciendo mucha más coordinación política. Por su historia y posición geográfica, nuestro país está llamado a jugar un rol articulador entre ambas orillas del Pacífico y, por eso, debemos potenciar el primer bloque. Dicho esquema nos permite avanzar en la integración regional, manteniendo la flexibilidad que se requiere para ser país plataforma.

En la próxima etapa, nuestra política exterior debe enfatizar la dimensión político-diplomática, apoyándose más en la colaboración público-privada y sumando las energías e iniciativas de nuestras regiones, especialmente en el ámbito vecinal.

En síntesis, el destino de Chile pasa por profundizar su inserción regional y global con un mayor componente político, adaptando la estrategia de regionalismo abierto que tantos beneficios nos ha traído y que puede ser funcional a una nueva etapa de desarrollo. El peor error que podríamos cometer es aislarnos o casarnos como un socio menor en un bloque cerrado y excluyente. ¿Estará nuestra clase política a la altura de los tiempos?

 


Retomar el prestigio internacional perdido, Por Paulina Astroza

Estamos viviendo tiempos de cambios y turbulencias a nivel internacional y de política doméstica. La pandemia ha venido a reforzar tendencias que se venían expresando antes de que el covid-19 golpeara al mundo: cuestionamientos al multilateralismo, tendencias al proteccionismo, rivalidad creciente entre China y Estados Unidos, efectos del cambio climático, desigualdad entre estados y al interior de estos, descontento ciudadano con la democracia liberal y autoritarismo en varios países del mundo se suman a una contracción de la economía, aumento de los populismos, presiones migratorias, narcotráfico internacional, desafíos tecnológicos y de innovación, entre otros. La pandemia vino a demostrar lo vulnerable que somos todos, no solo los países en vías de desarrollo.

Los estados se vieron superados. Diferentes estrategias se adoptaron para hacerle frente. El Estado cobró un rol relevante y estados neoliberales como el nuestro quedaron al desnudo por su falta de protección social. Los más vulnerables sacaron la peor parte. América Latina, por su lado, se transformó en el subcontinente más afectado por el flagelo del covid-19. El impacto económico, político y social ya es una realidad y el panorama se ve desolador en el corto tiempo.

Si bien en nuestro país la vacunación es uno de los pocos grandes logros que puede mostrar el segundo gobierno de Sebastián Piñera, a nivel mundial es muy baja aún para lograr la inmunidad de rebaño. Las relaciones entre las grandes potencias no se han distendido con la llegada de Biden y la celebración del acuerdo AUKUS enfrenta a Estados Unidos con sus aliados europeos. Este es el escenario internacional que encontrará el próximo gobierno. Por lo tanto, los cambios y desafíos no solo se vivirán en lo interno sino también en lo externo.

Ante un escenario negativo en lo económico, con inflación externa e interna, efectos del cambio climático ya afectando gravemente a nuestro país y un continente sometido a presiones migratorias que no cesarán a menos que las causas que las provocan terminen, el futuro gobierno debe tomar estrategias y decisiones adaptadas a estos factores. En primer lugar, su prioridad deberá ser el enfrentar los efectos económicos. Con un crecimiento moderado, inflación y demandas internas, esto no será fácil. Por lo mismo, plantear, por ejemplo, revisión de tratados internacionales que se encuentran vigentes sin especificar ni tener claridad de cuáles, por qué y para qué, me parece ambiguo como propuesta. Trabajar en mayor cooperación con los otros estados, especialmente con los países latinoamericanos, es una urgencia.

América Latina se encuentra en una situación dramática a nivel de su vinculación intrarregional en lo político, lo que nos resta peso internacional y nos impide llegar a acuerdos en temas tan relevantes como inmigración, narcotráfico, vacunación o superación de la pobreza. En este sentido, no me parece buena idea integrarnos como miembro pleno al Mercosur, no solo por el estado moribundo de este bloque sino porque ello implicaría un impacto en nuestra red de acuerdos con otros países y bloques mundiales.

La Alianza del Pacífico en tiempos de pandemia demostró los límites que su propia naturaleza implica. Marca el paso y costará mucho reactivarla en el actual contexto que vive el subcontinente. En tercer lugar, una mayor vinculación subestatal es posible para buscar soluciones a nuestros problemas comunes. La “paradiplomacia” existe y nuevos actores, distintos a los tradicionales, están jugando un rol silencioso pero relevante. Esto debe ser reforzado por el nuevo gobierno. La política exterior chilena debe retomar el prestigio internacional perdido en esta administración. Demasiados desatinos internacionales han significado un impacto negativo de la imagen internacional del país. Del “oasis” a la “vergüenza” hubo un solo paso. Los retos son muchos y necesitamos un gobierno que busque las transformaciones que la ciudadanía requiere pero con el pragmatismo que la contingencia exige.