Una obra fuera de órbita
En busca de un acercamiento entre el arte y la ciencia, nueve iniciativas de diferentes países viajaron en marzo pasado a la Estación Espacial Internacional (EEI), seleccionadas por el MIT, en el marco del proyecto Sojourner 2020. El objetivo es “democratizar el acceso a la exploración espacial”. Una de ellas era chilena: el proyecto Bioarchitectures Cosmoecology, del artista Luis Guzmán.
Las fronteras del arte no tienen límites en el siglo XXI. Ni en un sentido conceptual, ni tampoco en el plano físico. En este contexto, la iniciativa de Exploración Espacial del MIT creó el proyecto Sojourner 2020, para “democratizar el acceso a la exploración espacial” mediante una convocatoria internacional para artistas.
El MIT tuvo la misión de elegir a las nueve obras que viajaron a la Estación Espacial Internacional (EEI), para encontrar un ambiente marciano simulado; hasta allá llegaron, cada uno en un minicontenedor, transportados en una cápsula llamada Dragon, de SpaceX.
Entre ellos fue escogido el proyecto del artista chileno Luis Guzmán, Bioarchitectures Cosmoecology, que buscaba observar si las diatomeas marinas serían capaces de reproducirse en ese lugar y generar oxígeno en condiciones de microgravedad marciana; sería la primera vez en ensayarse con este tipo de microalgas fotosintéticas.
Dos características destacaron al proyecto nacional. Por una parte, el objetivo de extender la vida terrestre a otros planetas, proponiendo una “ecología interplanetaria”; por otra, que estas diatomeas, al ser evaluadas previamente, parecieron muy adecuadas para estos propósitos –lo que después quedó en evidencia–, por su rápida reproducción y por su estructura de sílice que les permitiría resistir mejor la radiación ultravioleta que existe en la superficie de Marte.
Con esos atributos, tuvo sentido su incorporación entre las iniciativas conducentes a generar vida en otros planetas, englobadas bajo el concepto de “agricultura espacial” –tema de interés creciente– aquí expandida al mundo marino. También se incluyó el uso de tecnologías digitales, las que permitieron entender los efectos de la microgravedad en el cultivo de las diatomeas y en la creación de una atmósfera oxigenada en Marte.
Luego del viaje, realizado entre marzo y abril de 2020 y que duró cerca de 30 días, del cual las diatomeas volvieron vivas, los nueve proyectos fueron presentados en el festival internacional Ars Electronica. Este se realizó en Linz, Austria, entre el 9 y el 13 de septiembre pasado, como parte del pabellón de la Iniciativa de Exploración Espacial del MIT. Considerados los resultados, la muestra continuó en esta línea de diálogo entre arte y ciencia, la que permite a públicos nuevos asomarse a realidades que, de otro modo, es muy posible que no hubieran conocido nunca.
Al rescate de las formas de vida más elementales
La trayectoria de Luis Guzmán lo fue llevando a esa frontera, hoy imperceptible, donde el arte se hace presente en cualquier ámbito de la actividad humana. Licenciado en Artes Visuales de la Universidad de Chile, su interés en la ciencia lo condujo primero a la bioética, disciplina donde las humanidades aportan lo suyo a la ciencia; pero fue en Edimburgo, Escocia, donde obtuvo el título de master in Fine Arts del programa Art, Space & Nature, cuando ya estaba experimentando con esculturas que incorporaban materias vivas, y se deslumbró con el mundo de las formas de vida más elementales, gracias a las cuales se desarrolló la riqueza de la flora y la fauna de la Tierra.
La relevancia actual del tema y la originalidad de su aproximación abrieron a Guzmán el acceso a exposiciones y presentaciones en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, la London Design Fair y la Biennale Internationale du Design SaintÉtienne, en Francia.