Chile: el desarrollo hídrico está en deuda
En el contexto de una de las peores sequías de la historia, no basta con aumentar la disponibilidad del recurso sin importar el costo. Está claro que en nuestro país existe un uso ineficiente de este elemento. Como resultado del cambio climático y el aumento de la demanda, la escasez se ha agravado y la competencia por la reutilización de las aguas servidas tratadas y la desalinización se ha intensificado. El presente artículo refleja parte de la labor realizada al respecto en el país. Pero todavía queda mucho camino por recorrer.
En el contexto de una de las peores sequías de la historia, no basta con aumentar la disponibilidad del agua sin importar el costo. En nuestro país existe un uso ineficiente del recurso, en particular, porque se deben cambiar las tecnologías de riego actual por otras más eficientes (ejemplo, de goteo como en Israel); mejorar la eficiencia de su uso a nivel industrial; reducir las pérdidas en las redes de distribución de agua potable y bajar el consumo intradomiciliario.
Con respecto del sector sanitario, el porcentaje de este recurso que no ha sido facturado a nivel país alcanza un 32,9% del volumen producido (SISS, Informe de Gestión, 2019). Por ello, urge desarrollar acciones y medidas para disminuir este indicador. El ideal sería que el porcentaje no facturado fuese similar al considerado en la tarificación (15%), pero siendo realistas, esta parece ser una meta aún lejana.
En los últimos años, como resultado del cambio climático y el aumento de la demanda, la escasez hídrica se ha agravado y la competencia por la reutilización de las aguas servidas tratadas y la desalinización se ha intensificado. El presente artículo refleja parte de la labor desarrollada al respecto en Chile. Pero todavía queda mucho camino por recorrer.
LA PARADOJA DEL PAÍS RICO
En los informes internacionales sobre disponibilidad de recursos hídricos, Chile aparece como un país rico. En efecto, el nivel promedio per cápita supera holgadamente la media mundial. Sin embargo, este índice no considera la disparidad de recursos entre el norte desértico y el sur lluvioso, que se manifiesta en que la escasez hídrica haya sido un problema recurrente en el pasado, tanto en el norte como en el centro de nuestro país.
Ello ha implicado que, históricamente, se han reutilizado las aguas disponibles, especialmente, a través del sistema de reparto de aguas superficiales, que divide cada río en secciones que en años secos reciben el elemento, respectivamente.
Durante el siglo XX, junto con el desarrollo de las ciudades y la instalación del alcantarillado, apareció un nuevo recurso que se usa directamente en el riego: las aguas servidas crudas o diluidas con el bajo caudal de los cauces superficiales. En el norte del país, el desarrollo de la minería y los programas de riego específicos impulsaron la reutilización de aguas servidas tratadas.
Este sistema ha evolucionado en el tiempo, finalizando en la actualidad con el estudio de una normativa específica sobre reutilización de aguas residuales tratadas. Además, se ha convertido en parte esencial de la planificación y manejo integrado del recurso hídrico, tanto en países desarrollados como en vías de serlo, ya que ambos poseen problemas comunes como el aumento de la población y la demanda de alimentos, escasez hídrica y preocupación acerca de la contaminación ambiental.
Todos estos factores hacen que sea un elemento potencialmente valioso. Sin embargo, conlleva cambios en las estructuras tradicionales de asignación de recursos hídricos, financiamiento de estructuras, consideración de estándares de calidad del agua, marcos reglamentarios, mandatos institucionales, etcétera.
Por otra parte, la desalinización del mar ha tenido un desarrollo importante en la zona norte, principalmente para la minería y el consumo humano.
NADA SE DEBE PERDER
Actualmente, la cobertura urbana de alcantarillado es de 97,2% y, de esta, prácticamente un 100% recibe un tratamiento de aguas servidas (SISS Informe de Gestión, 2019). O sea, existe una fuente potencial relevante constituida por alrededor de 300 sistemas de tratamiento operativos, que tratan un caudal medio del orden de 40 m3/s. Las tecnologías de tratamiento más utilizadas son: lodos activados (63%); lagunas aireadas con un 18% y emisarios submarinos con un 11%.
Una vez tratadas, la mayor parte del recurso es descargado en diferentes cuerpos de aguas superficiales, donde se mezclan.
Sin embargo, en estricto rigor el caudal adicional disponible es mucho menor, porque no todos los sistemas de tratamiento están ubicados en zonas de escasez hídrica. En la zona norte del país una parte importante ya está siendo reutilizada por la minería.
Además, en la zona central del país, que concentra la mayor parte de la población y por ende de demanda, gran cantidad está siendo reutilizada para riego en forma directa o indirecta.
Sin entrar a polemizar sobre la propiedad de las aguas servidas tratadas, está claro que parte importante de ellas ya se reutiliza y una clarificación de su propiedad solo podría generar un cambio de uso, pero no un aumento a nivel de cuenca.
No obstante, los sistemas de tratamiento sobre la base de los emisarios submarinos, que descargan más de 8 m3/s al mar, representan una fuente de recurso hídrico adicional. Como normalmente solo incluyen tratamiento preliminar (desbaste de sólidos, desengrasado y desarenado), su reutilización implicará necesariamente procesos adicionales, que dependerán del uso que se desee darles, fuera de sistemas de elevación, transporte y distribución de las aguas hasta el usuario final.
También es importante destacar que las aguas servidas tratadas de campamentos mineros son generalmente reutilizadas en procesos industriales y riego de caminos.
EL POTENCIAL DEL MAR
Si bien Chile tiene un gran potencial de desalinización, este no se ha desarrollado completamente, ya que sus costos son altos, en particular si se desea abastecer a zonas alejadas de la costa. A pesar de ello, tanto en la minería como en el abastecimiento para el consumo humano, este proceso es probablemente la única alternativa segura. En el año 2012, el Ministerio de Obras Públicas en su Estrategia Nacional de Recursos Hídricos 2012-2025, identificaba a la desalinización como: “Una fuente segura que garantiza estabilidad en el suministro, frente a la variabilidad que presentan las fuentes naturales y a la escasez del recurso en las cuencas del norte del país”.
Actualmente, existen solo 23 plantas desalinizadoras ubicadas en la zona norte del país, principalmente en las regiones de Antofagasta y Atacama, destinadas a abastecer a la minería y a las ciudades costeras. Además, existen al menos 12 plantas en proyecto, ubicadas tanto en la zona norte como en la central.
Respecto de su uso en agricultura, de momento no resulta una alternativa económicamente factible, a menos que el Estado o privados la subsidien. Sin embargo, si continúan los avances tecnológicos, esto podría masificarse en un futuro no tan lejano. Vale la pena la apuesta.