La megasequía llegó para quedarse
Sin agua la existencia en este planeta es imposible. El progreso de la civilización está asociado a la presencia de este vital elemento. Sin embargo, en el último tiempo su importancia ha ido creciendo debido al problema de la escasez hídrica en Chile que ya supera más de una década. El cambio climático, la accesibilidad, la ausencia de precipitaciones, la propiedad privada y los derechos de agua, la construcción de grandes obras como la carretera hídrica son algunos de los temas que, cada vez con mayor frecuencia, aparecen en la discusión pública.
El ministro de Obras Públicas, Alfredo Moreno, firmó el 5 de abril de 2021 un nuevo decreto de escasez hídrica para las provincias de Osorno, Llanquihue y Chiloé de la Región de Los Lagos. Esta declaración se produjo por la extrema falta de precipitaciones que ha afectado a esa parte del país los últimos meses. Así, en la actualidad se encuentran 104 comunas en ese estado en el país (un 30% del total). Algunas de ellas llevan más de diez años seguidos en esta condición. Según los registros del Ministerio de Obras Públicas, la provincia y cuenca del río Petorca ha estado de manera continua en esta situación desde 2010.
Nunca habíamos sufrido (especialmente en la zona centro-sur del país) una situación tan extrema de disminución de precipitaciones desde que existen registros formales. Estamos en una megasequía que no quiere terminar.
En la Región Metropolitana (área que concentra el mayor porcentaje de población del país), periodos continuos con reducción de lluvia normalmente duraban cuatro años, en el peor de los casos. Si observamos las cifras anuales de la estación de la Dirección Meteorológica de Chile (DMC), ubicada en Quinta Normal, que posee los datos más antiguos para la región, hasta el final del año 2020 llevamos doce años en esta condición (ver figura 1). Y si no fuese por las lluvias extremas de finales de enero de este año nos estaríamos encaminando a un decimotercer periodo.
Estudios recientes afirman que una reducción tan persistente de aguas lluvia puede ser explicada solamente si tomamos en cuenta los efectos del cambio climático en Chile. A fines de la primera década de este siglo se realizaron las proyecciones iniciales de sus efectos en el país. Estos trabajos se basaban en los resultados del cuarto informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), de las Naciones Unidas. Estos indicaban que, hacia fines del siglo XXI, en los peores escenarios de emisión de gases de efecto invernadero, existiría una reducción del orden de 20% en las precipitaciones de la zona central de Chile. El IPCC publicará en 2021 su sexto informe.
En un ejemplo de una manifestación temprana y acelerada de los efectos del cambio climático en Chile, la DMC entregó en marzo pasado un análisis que realiza cada 10 años para definir las condiciones climáticas normales en el país. Al comparar las décadas 1991-2020 con 1981-2010, la DMC declaraba que “Chile es ahora oficialmente más caluroso y seco”. Esta afirmación se basa en el análisis sobre los datos observados en las estaciones meteorológicas que opera, indicando que, al comparar ambos períodos en Santiago ha existido una reducción de un 15% de la precipitación (desde 342 a 286 mm anuales) y un aumento de la temperatura de 0,5 °C.
A su vez, según los resultados del reciente Atlas de Riesgo Climático, desarrollado con el apoyo del Gobierno Alemán para el Ministerio del Medioambiente, por el Centro del Clima y Resiliencia (CR2), el Centro de Cambio Global (CCG-UC) y con la colaboración de otras instituciones nacionales e internacionales, en el futuro la situación no se ve muy auspiciosa.
Un análisis de las proyecciones provenientes de 18 diferentes modelos climáticos indica con gran consistencia una disminución de las precipitaciones para el período 2035-2065 respecto, nuevamente, del periodo 1980-2010. El promedio entre estos 18 modelos indica para la Región Metropolitana una reducción del 17% para ese periodo. En la figura 2 se aprecian las condiciones históricas de precipitación y el cambio proyectado por estos escenarios para la zona central de Chile.
ADVERTENCIA: LA NECESIDAD SE PUEDE CREAR
La situación de escasez hídrica en Chile no tiene buen pronóstico producto de la reducción en las precipitaciones, que son la principal fuente de abastecimiento de agua de manera renovable que existe en el país. Tenemos otras fuentes de este elemento que no son renovables, como el recurso almacenado en glaciares, subterráneas o el mismo océano que parece cada día más accesible.
Los cambios en las precipitaciones son clave para entender el problema de la escasez hídrica, pero si profundizamos en el concepto es fácil percatarse de que hay otros componentes muy importantes.
Lo central es entender que la escasez es un término relativo y no absoluto. Primero, el concepto se entiende en relación con la disponibilidad de agua que posee un cierto lugar. Es por esta razón que en la revisión histórica de declaraciones de escasez nos encontramos con el caso reciente de localidades ubicadas en el sur del país (que poseen elevados niveles de lluvia a nivel mundial), y no se incluye a la Región de Antofagasta, que tiene los sitios más áridos del planeta. La razón es que pese a lo bajo de las precipitaciones no se identifican momentos donde haya una disminución relevante de estas, cosa que sí ocurrió recientemente en el sur del país.
Una segunda interpretación de la escasez es cuando comparamos la disponibilidad del recurso (vía precipitación u otras fuentes) con las necesidades que existen respecto de esta. Si la necesidad supera o está muy cerca de esta disponibilidad o si no es posible satisfacer la demanda, aunque el elemento vital exista, entonces también entendemos que hay una escasez relativa.
Un reciente estudio de la Dirección General de Aguas (DGA) analizó las necesidades de consumo en distintos sectores, al año 2017, y las proyectó hacia el futuro, indicando un aumento del orden de un 10%. Una de las áreas que no se incluyó en esta proyección (pero sí en los informes de demanda actual del estudio de la DGA) se relaciona con las urgencias ambientales que probablemente irán creciendo, en la medida que la preocupación en la población por el estado de salud de los ecosistemas se incremente.
En este sentido, esta es una problemática que también se puede crear de manera artificial, cuando se desarrolla una nueva actividad en una zona con baja cantidad de agua. De manera adicional pueden existir muchos otros factores que generen esta escasez relativa. Por ejemplo, el agua puede estar disponible en cantidad, pero no en calidad adecuada. Existen muchos ejemplos de esta situación: por circunstancias naturales (exceso de arsénico en algunas cuencas del norte del país) o producto de la contaminación que producen actividades antrópicas (como la abundancia de nutrientes en la cuenca del río Villarrica o Llanquihue). Otro factor es la incapacidad de acceder a este elemento por limitaciones de naturaleza legal.
Así, de acuerdo con la institucionalidad que rige en Chile, para satisfacer una cierta demanda (consumo de agua potable o para riego) se debe contar con los derechos de aprovechamiento que permitan extraer este recurso desde una fuente superficial (río) o subterránea (acuífero).
La DGA otorga derechos de aprovechamiento de agua en cuencas y acuíferos en función de los análisis que realizan sus expertos. Lamentablemente, en ciertas ocasiones este procedimiento ha generado un sobreotorgamiento de este privilegio, especialmente, en el caso de las aguas subterráneas. Esto ha ocurrido, en parte, por una incorrecta estimación de la disponibilidad renovable del recurso (en ocasiones modificada por el cambio climático), por no ser capaz de reconocer ciertas demandas (como las necesidades ambientales en la mayoría de las cuencas del centro y norte el país); y por una incorrecta previsión de los cambios que existirían en el uso real de los derechos asignados.
Esto último se ve afectado por una complejidad para estimar cuál es el consumo real que se hace del recurso otorgado con anterioridad, entendiendo que la institucionalidad permite un cambio en el tipo de uso de los derechos. Por ejemplo, un consumidor del ámbito agrícola, que ocupa su derecho típicamente durante los meses de verano, puede venderlo a otro del sector minero que lo emplea durante todo el año, afectando de esta manera la disponibilidad real del elemento.
CARENCIA DE INFRAESTRUCTURA: SECTOR RURAL AMENAZADO
A su vez, la falta de infraestructura adecuada o las carencias en la gestión también impiden satisfacer de manera adecuada una cierta necesidad. Al respecto, se deben destacar las dificultades en el abastecimiento de agua potable a la población rural de Chile.
La falta de infraestructura u obsolescencia (por ejemplo, pozos cuya profundidad no es suficiente para acceder a aguas que cada vez son más profundas) o la incapacidad de poder gestionar son las principales razones. En cambio, en zonas urbanas el suministro se encuentra satisfactoriamente resuelto.
El problema de la escasez del agua va a ir creciendo en el futuro. Para enfrentar esta crisis, es fundamental mejorar el uso de los recursos, considerar cuáles son las necesidades que deben ser protegidas y no crear escasez de manera artificial.
- Centro del Clima y Resiliencia. La megasequía 2010-2019: una lección para el futuro.
- Dirección Meteorológica de Chile. Reporte de la evolución del clima 2020.
- Atlas de Riesgo Climático para Chile.