• Revista Nº 155
  • Por Claudio Rolle

Dossier

Leonardo da Vinci: el hombre omnívoro

Leonardo da Vinci descubrió, anotó y presentó por diversas vías propuestas a su tiempo, con un sello de originalidad que lo hicieron conocido y reconocido, algo excéntrico y misterioso. Dotado de un talento para la observación aguda y para la representación aún de lo efímero, se formó a sí mismo poniendo a prueba sus percepciones y notas, conjeturando y especulando, creando un orden y sistema que respondía a su desconfiada curiosidad.

Creo que, si Leonardo naciese hoy no se sentiría con la “Leonardomanía” que se ve por todos lados. Se me ocurre que le parecería superflua y frívola, un poco carente de sentido o dotada de un sentido muy limitado pues, por lo que conocemos de su forma de mirar el mundo, hace poco más de quinientos años, no son las formas de culto y los caminos de cierre los que lo atraen, sino la apertura al mundo y la naturaleza, la mirada crítica y hasta desencantada de la acción humana y los desafíos que supone vivir en ese planeta tratando de comprenderlo.

Sin la formación de sus contemporáneos humanistas, hombres de libros y de letras. Sin una educación formal y constante. Dotado de un talento para la observación aguda y para la representación aún de lo efímero y extremadamente móvil como el agua, el vuelo de las aves o las nubes y sus sombras, Leonardo se formó a sí mismo en el cultivo de los sentidos, observando y poniendo a prueba sus percepciones y notas, conjeturando y especulando, creando un orden y sistema que respondía a su desconfiada curiosidad, por lo que no cabía o no habría encontrado lugar en un sistema de educación más formal.

 

manuscrito de Leonardo da Vinci

Consiente de los retos y riesgos del hacerse a sí mismo, Leonardo desarrolló una capacidad para adaptarse y encontrar un cierto tipo de seguridad realizando los encargos de diversos señores o mecenas, gracias a su enorme talento e imaginación. Su paso por Milán es, en este sentido fundamental, pues la posición que le ofrece Ludovico el Moro, la vitalidad y el pulso de la vida de esa corte y sus exigencias le dieron no solo estabilidad, sino también estímulos continuos, dinamismo y capacidad de respuesta a problemas de toda índole, haciendo que nada le fuese ajeno, convirtiéndolo en un hombre omnívoro.

Es también el tiempo de su búsqueda interior, del conocer y conocerse, con los riesgos y dudas que eso supone, para un buscador sin reposo y en tantos puntos inseguro. De sus afectos y emociones conocemos poco, deducible de esas notas y reflexiones que guarda cifradamente para sí, con un sello casi estoico, en cierto modo titubeante y con una muy fuerte conciencia del límite.

Este Leonardo recóndito es el de la especulación sobre el movimiento de las aguas y de la anatomía, de la reflexión sobre el comportamiento de los seres humanos en la vida en sociedad; del sentido del aprendizaje a partir de la observación y los retos de su representación. En ese espacio, Leonardo no se siente condicionado o comisionado, es el lugar de su libertad y su reposo que llena con bocetos, apuntes y aforismos que dan un atisbo del funcionamiento de su mente.

 

estatua de Leonardo da Vinci

Contemporáneo de grandes personajes y de un momento magnífico de las artes en Italia, pero también, y de manera más bien constante, de la brutalidad de la guerra, Leonardo puso su creatividad e imaginación en sintonía con los retos de su tiempo. Por eso, especuló con armas y máquinas de lucha que nutrieron fantasías de destrucción y de eficacia bélica, pero también pensó en ciudades diferentes, con soluciones innovadoras para la circulación y la vida de sus habitantes.

Observó, anotó y presentó por diversas vías propuestas a su tiempo con un sello de originalidad que lo hicieron conocido y reconocido, algo excéntrico y misterioso, y con esa fama terminó su vida lejos de los campos y la naturaleza de su juventud. Protagonizó la primera fase de la exportación del Renacimiento fuera de Italia, ligado esencialmente a su imagen de artista que, entre todas sus múltiples caras, es la que predomina.

 

manuscrito de Leonardo da Vinci

 

Imaginar a Leonardo hoy nos lleva a pensar que tal vez se sentiría más comprendido y con más posibilidades de dar respuesta a sus múltiples preguntas. También estaría más dotado de herramientas para probar y especular, con garantías para investigar y arriesgar interpretaciones. Quizás es una lectura optimista de las posibilidades de un Leonardo quinientos años mayor, en un mundo que ofrece otras posibilidades.

En ese sentido, creo que no debiésemos encerrar al hombre que ha hecho a Vinci famosa en el mundo. Tampoco encasillarlo y limitarlo a la condición de genio o de superhombre.

Probablemente, Leonardo hoy seguiría mostrando una mirada original y en cierto modo divergente a los problemas del presente y del futuro, con conciencia de los límites y posibilidades que la humanidad tiene. Se ocuparía y quizás se fascinaría con el conocimiento de frontera y sus retos. Pero en su dimensión escéptica y casi pesimista, estaría también preocupado por la situación extrema a la que hemos llevado al planeta. Siempre inquieto y creador, Leonardo no se agota nunca, no se termina nunca.