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  • Revista Nº 164
  • Por Ignacio Sánchez Díaz

Editoriales

Hacia una cultura de la escasez hídrica

Un estudio reciente del  World Resources Institute (septiembre de 2020) señala que un cuarto de la población mundial enfrenta preocupantes niveles de estrés hídrico, a lo que se agregan, además, otros desafíos relacionados con el agua como son su contaminación, lluvias irregulares que provocan graves sequías y la falta de acceso a agua potable. La inseguridad hídrica en gran parte del mundo está aumentando a medida que las poblaciones crecen, las economías se expanden y el cambio climático impacta el ciclo hidrológico.

Chile se encuentra entre los 30 estados del mundo con mayor estrés hídrico; se estima que para el 2040, será el único país latinoamericano que estará con un estrés hídrico extremadamente alto (Fundación Chile, junio de 2019).

Ante este preocupante escenario, hemos querido abordar el problema de este vital elemento, que dejó de ser una crisis temporal asociada solo a la sequía, y se convirtió en una escasez estructural para la subsistencia. De allí la necesidad de tomar acciones para enfrentar la situación, reconociendo primeramente los problemas y las limitaciones. Una de ellas –muy importante– es la falta de un sistema de información integrado, que permita tomar decisiones más especializadas. Se trata de un trabajo en el que todos debemos participar; donde es preciso recuperar las confianzas y aunar voluntades. Solo así podremos generar políticas que nos permitan avanzar hacia un futuro del agua para todos.

En este dossier ofrecemos, a partir de la realidad chilena, pero también mirando la experiencia extranjera, algunas luces sobre qué medidas y acciones podemos tomar para vivir en armonía bajo esta nueva cultura de la escasez.

Hay quienes plantean la necesidad de una institucionalidad independiente que ordene y lidere la gestión del agua en Chile. Por otra parte, se requiere también una política del agua, un plan nacional, que junto con regular su uso y conservación concilie el interés público con las inversiones privadas. Dado que este recurso es un bien común que nos concierne a todos, esta planificación debiera ser participativa. Desde el ámbito de la educación podemos aportar en forma importante a esta nueva cultura. Sobre lo anterior hay casos ejemplares, como Israel, país en el que la base de la estrategia hídrica es la educación cívica; y el caso de Australia, que ha logrado establecer un equilibrio entre el uso y la conservación del recurso.

En Chile, el Centro de Gestión y Derechos de Agua, un centro interdisciplinario de la UC, se ha posicionado fuertemente en el tema hídrico y es un valioso aporte para avanzar en la adecuada gestión de este preciado y vital recurso.

Los invito a adentrarse en este tema de gran relevancia para la vida en comunidad, y en el que es urgente encontrar consensos que nos conduzcan hacia soluciones apropiadas a nuestras circunstancias locales como son nuestra idiosincrasia y la naturaleza geográfica de nuestro país. Transitar hacia una nueva cultura del agua, estableciendo no solo regulaciones sino también protegiendo nuestros recursos hídricos, depende del trabajo conjunto que realicemos todos, con una mirada de bien común de corto, mediano y largo plazo.