Máximo Pacheco Máximo Pacheco
  • Revista Nº 152
  • Por Paulina Valenzuela Gerlach

Canon Personal

Máximo Pacheco: un eterno curioso

Alcanzar lo alto ha sido lo suyo. Máximo Pacheco estuvo en la cima del volcán Ojos del Salado, que supera los 6.000 metros, y en el macizo más elevado de la Antártica, el Mount Vinson. El frío no lo espanta, porque vivió en Rusia. Inquieto y precavido, ha aplicado los valores del montañismo para adaptarse a los múltiples desafíos que han empujado su carrera de destacado empresario y servidor público.

RAÍCES PROFUNDAS

La inmensidad de la naturaleza alimenta profundamente mi curiosidad,  que  es el origen del conocimiento. Aprendí  a no desafiarla, a respetar la fuerza del agua, del viento, de la geografía.

El contacto directo con la naturaleza ha estado presente en mi vida desde niño. La parte más importante de mi infancia está en Limache. Fui muy regalón de mi abuelo materno y él administraba un campo allá. Yo lo acompañaba los fines de semana y, además, pasaba todos mis veranos en esa ciudad, entremedio de los animales, aprendiendo de cultivos, cosechando tomates, compartiendo con los campesinos. Ahí pude entender lo que son las raíces profundas de nuestro país, que están en el campo.

Lo más importante para el conocimiento es la curiosidad. Y mi padre me motivó desde muy pequeño. Él era una persona inquieta que siempre estaba preguntando, queriendo conocer más y me transmitió eso. Hoy tengo variados intereses en distintas áreas como la política, las empresas, los negocios, los deportes, la música y la naturaleza.  Me  encanta la ópera, tengo una buena discoteca de música clásica, y también me gustan el blues, el jazz, la música popular brasilera de Caetano Veloso, Chico Buarque, María Bethania, Elis Regina. Viví en Brasil y esa música la tengo en los poros.

También leo mucho. Me encantan la poesía, Pablo Neruda en especial, los ensayos y la historia. Acabo de terminar el libro Churchill de John Lukacs, que relata cinco días que transcurren en Londres en el año 1940, en los que este personaje se juega por entero para que Inglaterra, a pesar de todas las dificultades que enfrentaba Europa para combatir al nacionalsocialismo y a Hitler, no se rindiera, no negociara y siguiera luchando. Me impresionó el mensaje potente de este texto, de luchar especialmente en momentos de duda y adversidad.

UN SERVIDOR FUERA DE LIBRETO

Vengo de una familia, tanto paterna como materna, dedicada a la política y  al servicio público. Ingresé a militar en el Mapu en un período de enorme politización. Fue poco antes de la elección presidencial del 70, así que fui parte de los jóvenes que el 4 de septiembre celebramos el triunfo de Salvador Allende en los balcones de la Fech. En el año 71 entré a estudiar Economía en la Universidad de Chile, pensando en trabajar en el Banco Central, o en el Ministerio de Hacienda. Pero cuando me titulé, ese proyecto no fue viable para mí, entonces me privaticé y formé una agencia de publicidad.

Aprendí que la vida no es tan planificada. Que no hay que ajustarse a un libreto demasiado rígido, porque debemos adaptarnos a una realidad cambiante.

fotografía de Máximo Pacheco en la montaña

MAXIM MAXIMOVICH

He conocido distintas realidades. Entre los 12 y los 15 años viví en la Unión Soviética porque mi padre fue embajador de Chile en ese país entre 1965 y 1968. En Rusia mi nombre era Maxim Maximovich, porque me llamo Máximo y soy hijo de Máximo. Fui a la Escuela Pública N°29, en Moscú. Aprendí ruso y conseguí hablarlo fluidamente. También jugaba voleibol en la selección infantil por el Dínamo de Moscú. Mi primera polola fue Natasha Sharanova. La cultura de ese país, que es el más grande del mundo en territorio, me marcó mucho. El pueblo ruso es notable, romántico, culto y de una intensa vida afectiva.

Mi padre se preocupó de que durante la época de vacaciones conociéramos la Unión Soviética.

Recorrimos Siberia, viajando siete días en el tren transiberiano, y fuimos de excursión a Verjoyansk, el lugar donde se ha registrado la temperatura más baja del hemisferio norte: 62,5 grados bajo cero.

Ahí tuvimos que alojar en un lugar bien improvisado, porque no había hoteles. Fue una interesante experiencia.

APRENDIZAJE EN LAS MONTAÑAS

Uno de los apodos que me han puesto en mi vida es “Pasherpa”, porque siempre tomé la precaución de que mi mochila fuera bien provista de ropa y alimentación para enfrentar cualquier emergencia. Andaba bien cargado. Hoy hago mucha caminata y, de vez en cuando, practico el ciclismo. Durante los quince años en que desarrollé intensamente el montañismo, escalé e hice cumbre en las montañas más altas de Chile. Hice cumbre en el Ojos del Salado, que tiene 50 metros menos de altitud que el Aconcagua. Y estuve en Mount Vinson, en la Antártica.

En la montaña uno se expone a riesgos y hay momentos de mucha tensión. Uno aprende a ser preventivo, a reaccionar frente a las dificultades administrando los problemas. Hacer cumbre es difícil porque el cansancio y la fatiga siempre llaman a abandonar. Entonces hay que apelar a la voluntad y la disciplina.

Siempre que siento fatiga o cansancio en el cumplimiento de una meta u objetivo me inspira recordar la idea de perseverar y saber que la meta es hacer cumbre. Me ayuda hacerlo sobre la base de un esfuerzo colectivo de motivación. Las grandes tareas se hacen en equipo y solo con ese espíritu se puede seguir avanzando.