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  • Revista Nº 162
  • Por Alexei Vergara

Columnas

Artes: fundamentales para el tejido social

Si consideramos que la Unesco sugiere como estándar mínimo que los países inviertan el 1% de su PIB en cultura, la inversión que tradicionalmente ha hecho el Estado chileno a favor de este sector –correspondiente a un 0,4% del presupuesto en 2019– se mantiene al debe; tanto como el reconocimiento del valor de las artes en el desarrollo económico del país. Es curioso observar, por ejemplo, que las industrias creativas aportan un 2,2% al PIB de la nación (Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio), similar al sector agropecuario y silvícola (2,6%) y, sin embargo, es una de las áreas con mayor desprotección. Así quedó en evidencia en el estudio del Centro de Encuestas UC, que detectó que el sector cultural fue el más golpeado por la pandemia, con un 44,5% de cesantía, en mayo.

Desde este contexto se entiende la necesidad de activar otros mecanismos de financiamiento como la filantropía. Un estudio sobre la filantropía institucional de la Universidad Adolfo Ibáñez (UAI) afirma que ha habido un crecimiento de los aportes de donantes en Chile, sobre todo de las fundaciones familiares dedicadas a ello. También indica que las artes, la cultura y el patrimonio son el área de mayor gasto social de las fundaciones, después de la educación. Sin embargo, dichos aportes equivalen solo al 6% de lo que invierte el Estado en el sector cultural (Centro de Filantropía e Inversiones Sociales, UAI, 2017), lo que daría pistas acerca de por qué no percibimos gran desarrollo de las artes en Chile.

Distintos autores sostienen que la filantropía puede cumplir un rol importante en el desarrollo y expansión de las artes (Cob; Moir; Fox), pues es impulsora del cambio social y cubre necesidades que el Estado no logra asumir. Sin embargo, la cultura filantrópica se debe sostener en un ambiente de confianza en el que las políticas de donaciones debieran ser poco engorrosas y transparentes en su objetivo de colaborar con áreas en las que efectivamente se han detectado carencias. En Chile aún falta dar algunos pasos, pues las leyes son restrictivas en este sentido y muchas veces ponen trabas complejas tanto al donante como al beneficiado, exigiendo condiciones que tienden a inhibir más que a estimular la donación. Este problema no solo afecta a las artes, pues hay una visión general de que la donación es compleja en Chile, sobre todo para las empresas, que reclaman una ley con un sistema unificado (Aninat, M.; “Visión y práctica de los aportes sociales de los empresarios en Chile”, CEP, 2016).

En este sentido, se hace necesario que tanto el Estado como el mundo privado, a través de la filantropía, reconozcan el aporte de las artes en el tejido social, ya que estas no son solo valiosas por sus principios creativos e innovadores, reconocidos en ámbitos tan diversos como la educación y la industria, sino que también en tanto nos ayudan a identificarnos y proyectarnos en lo individual y en lo colectivo. Esto se produce porque están llamadas al diálogo constante con su entorno y cultura; y es gracias a la expresión que produce esta conversación que son una importante vía para la creación del imaginario social, dando cuenta de la identidad del colectivo y de la idea de nación entre los ciudadanos.