• Revista Nº 167
  • Por Claudia Leal

Columnas

Documento “Comprendiendo la crisis de la iglesia en Chile”

Hace algo más de un año la UC hizo público el documento  “Comprendiendo la crisis de la Iglesia en Chile”. A pesar de que nuestro país se ha visto reclamado por numerosos acontecimientos de muy diversa índole, es indudable que la crisis de la Iglesia ha seguido presente en el escenario público, no solo como un ingrediente más en el cóctel de la profunda deslegitimidad institucional de nuestro tiempo, sino también como una herida que sigue sangrando: en los nuevos casos que se develan, en la frustrada búsqueda de justicia por parte de los y las sobrevivientes, y en el sordo temor de que al interior de nuestra Iglesia no existan aún cortafuegos adecuados y suficientes para hacer frente al abuso de poder, de conciencia y sexual.

La Comisión UC para el análisis de la crisis de la Iglesia en Chile –que convocó a una veintena de académicos, de siete facultades, en diversos roles– fue un camino de transformación para todos los que fuimos parte. Para algunos significó abrir los ojos a la precariedad institucional en que nos desenvolvemos como católicos, para otros significó dimensionar la magnitud de las consecuencias de la crisis en la fe de las comunidades y en la conciencia creyente de un país atravesado por la injusticia. Para todos fue un ejercicio de reflexión y conversión al dolor de las víctimas.

El documento posee virtudes y defectos que con la distancia del tiempo podrán ser mejor ponderados, pero es un buen instrumento en las manos del lector que busca un primer análisis global de los testimonios de abuso sexual de menores, por parte de clérigos, que periódicamente han sido develados en Chile en las últimas décadas, y de sus implicancias a nivel institucional y cultural. El documento nos permite afirmar que la crisis de abusos sexuales en un contexto eclesial tiene en Chile estadísticas muy similares a las reportadas en los demás informes de iglesias locales, además nos ayuda a delinear un patrón del fenómeno del abuso sexual contra menores de edad en un entorno eclesial y esboza una descripción fundada de la responsabilidad de la institución, particularmente de sus líderes.

Algunas conclusiones importantes del informe son, por ejemplo, que ni el celibato ni la homosexualidad predisponen hacia el abuso sexual de menores en ningún sentido relevante. Este dato, sumado a aquel según el cual el primer ataque perpetrado por los sacerdotes victimarios ocurre, en la absoluta mayoría de los casos, habiendo pasado al menos una década desde la ordenación ministerial, apoyan la tesis de un problema estructural y sistémico, que reclama una revisión de todas las dinámicas y relaciones al interior de la institución, especialmente en la perspectiva del discernimiento del ejercicio del poder y la accountability.

El trabajo de la Comisión UC se vuelve especialmente importante, casi a nuestro pesar, porque todo indica que nuestro país está lejos todavía de la posibilidad de crear una Comisión de Verdad y Reparación que cumpla con los estándares internacionales de legitimidad. En efecto, no hay al interior de nuestra comunidad política y moral autoridades civiles dispuestas a comprometerse con el desafío de lograr claridad sobre la magnitud del abuso a la infancia en general, y del abuso en las instituciones religiosas en particular.

Como académicos, nuestra esperanza es haber puesto nuestro esfuerzo para que la Iglesia ponga la dignidad de cada uno de sus miembros singulares, especialmente de los más pequeños y frágiles, por encima de la dignidad y el prestigio de la institución. Este horizonte no solo tiene que ver con superar la crisis de abusos sexuales, sino con renovar la vida de la Iglesia en todos aquellos aspectos necesarios para reparar su tejido social, de modo que ella sea, efectivamente, un espacio donde la vocación humana pueda florecer, plena y abundantemente.

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