Adriana Valdés Adriana Valdés
  • Revista Nº 155
  • Por Miguel Laborde Duronea
  • Fotografía Luis Barriga

Miramundo

Adriana Valdés: “Me gusta asomarme a otros mundos”

Después de una vida dedicada a impulsar el relato artístico de otros, la consagración de Adriana Valdés llegó en 2017 luego de publicar el libro Redefinir lo humano: las humanidades en el siglo XXI, en el cual explora una realidad muy visible, pero no investigada en profundidad: estamos comunicándonos y pensando –incluso– en imágenes. Consciente de este paradigma, acaba de asumir la presidencia de la Academia Chilena de la Lengua. Desde ahí se proyecta como una pensadora necesaria, que escribe en redes sociales y redacta textos breves, claros y útiles para los nuevos tiempos.

No es fácil ser intelectual en Chile y, siendo mujer, menos. Madre de tres hijas y con trabajo de horario completo por largos años mientras ellas crecían, Adriana Valdés (75) tuvo que aceptar que solo podía pensar a ratos. Por fragmentos. Así se acostumbró a escribir en párrafos y frases cortas, sin imaginar que esa situación le abriría las puertas del futuro, que así se estaba anticipando a una tendencia; no le costó nada ponerse tuitera: @AdrianaValdes8.

Hasta entonces intelectual discreta, que traducía y prologaba a otros, que ejercía la crítica literaria y de artes visuales en torno a las creaciones de otros, la habitante de las bibliotecas silenciosas pasó a primer plano por su profética anticipación. El breve y audaz libro que la consagró, Redefinir lo humano: las humanidades en el siglo XXI (Ediciones UV, 2017), se transformó en superventas. El día que llegó a la Casa Central de la Universidad Católica a hablar del nuevo ser humano la esperaban más de 700 profesores y estudiantes.

Escoltada por Carlos Peña y Raúl Zurita compartió sus ideas potentes, las que ahora –que vive sola con dos nietos universitarios– puede cultivar e irrigar con el cuidado que merecen. Pero cuando ya pensaba retirarse a investigar, pensar y escribir frente al mar, sus pares la nombraron presidenta de la Academia Chilena de la Lengua, en un periodo que corresponde, además, que presida el Instituto de Chile. La paz no le llega nunca.

Cultura familiar

Cultura familiar

A través de su padre, Antonio Valdés, dueño de una vasta biblioteca, ella –a la derecha– y sus hermanos menores, crecieron en medio de un mundo de libros. Fotografía archivo personal, Adriana Valdés.

—Usted ha dicho que “el presente es el vértigo”, que nos hemos quedado sin tiempo de pensar, de conversar; una vida que podríamos llamar efímera, ¿esto es vida?, ¿es otra forma de vida?, ¿qué es?

—Venimos de un tiempo en que había un horizonte histórico, creíamos saber hacia dónde iba la historia, aunque después cambió de rumbo. Ahora esto parece inconducente y de gran incertidumbre, que produce vértigo y es muy ingrato –todo se vuelve obsoleto, cambia, ya no sabemos qué enseñar, pero yo creo que tenemos que aprender a cultivar otras aptitudes y capacidades.

Como si su propia vida le entregara las pistas, advirtió que las humanidades, tan nucleares de la condición humana, se estaban quedando sin espacio ni tiempo en este nuevo siglo.  Y entonces, con una visión amplia pero no encajonada en disciplina alguna, decidió escribir del tema directamente. Buscar “la armonía más allá de la desesperación”, como había leído en la filósofa francesa Julia Kristeva.

—¿Cómo nació el libro Redefinir lo humano: las humanidades en el siglo XXI?

—Fue al oír a Edmundo Paz Soldán, el gran novelista boliviano, decir que ya no sabemos dónde empieza y dónde termina lo humano; que la ciencia ficción, antes secundaria, parecía estar más cerca de la nueva realidad. Al pensar en las mutaciones genéticas, en los avatares y cíborgs, en tanto superhéroe que llena la imaginación de los jóvenes, sentí estar ante algo que había que investigar.

No quiso darle peso al ensayo con muchas citas bibliográficas. Decidió partir desde Martha Nussbaum, una filósofa estadounidense autora de Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades, y con el historiador alemán Aby Warburg.

Y se embarcó. Si se invierten tantos billones de dólares en la fabricación tecnológica de una humanidad medio híbrida, de una inteligencia artificial superior, correspondía reaccionar repensando el futuro de lo humano y de su mundo, las humanidades.

De ahí se lanzó a escribir, invitándonos a tomar conciencia de lo complejo y trascendente del camino que estamos siguiendo, hacia una posthumanidad hoy inimaginable.

Pensamientos fragmentados

Fue clave en su reflexión darse cuenta de que el pensamiento racional y sistemático, libresco, debía convivir ahora con uno fragmentario, discontinuo, de imágenes, algo advertido por Aby Warburg. Y no correspondía hacerle la guerra, está aquí  y no se va a ir; además, no pudo dejar de pensar que el ser humano, durante miles de años y hasta hace un par de siglos, se comunicó, conoció y pensó por imágenes.

Amiga del pensar con otros y para otros, se alejó del lenguaje críptico que estuvo de moda entre los críticos de arte, para transformarse en una intelectual necesaria, de textos breves, claros y útiles para los nuevos tiempos: “No hay que quedarse pegado en los procedimientos, ahora todos buscamos ser claros, el lenguaje de uno no debiera echar tinta como el calamar, que así despista a sus perseguidores”.

En un pequeño libro de 2012, De ángeles y ninfas: Conjeturas sobre la imagen en Warburg y Benjamin, recordó que este último, Walter Benjamin, “compara al conocimiento con el relámpago y al texto con el trueno, que se oye un cierto rato después de verse el fulgor”, y que emerge ahora un conocimiento no lineal ni discursivo, un pensamiento que, frente a la integración de la identidad, ante lo único y estable, se abre a la fluidez y la transformación, “el flujo y reflujo de una enorme ola de imágenes”.


Una vida dedicada a la palabra

Adriana Valdés Budge (santiago de Chile, 1943) estudió literatura y desde 1965 fue académica en la Facultad de Letras de la uC, además de cofundadora y subdirectora de la revista Taller de Letras. ensayista desde entonces, en literatura y estética, en 1975 comenzó su carrera de traductora por 25 años en naciones unidas (inglés, francés, italiano y portugués). entre 1991 y 2001 se integró a la División de Documentos y publicaciones de CEPAL, la que llegó a dirigir.

Entre sus obras destacan: “Mujeres, culturas, desarrollo: perspectivas desde américa Latina” (1991); Composición de lugar, escritos sobre cultura (1996), Estudios sobre la felicidad, junto a alredo Jaar (1999); Memorias visuales, arte contemporáneo en Chile (2006); Enrique Lihn: vistas parciales (2008), poeta del que fue pareja en sus últimos años. Con este texto recibió el Premio Altazor de ensayo el año 2010.

Incorporada a la Academia Chilena de la Lengua en 2003 –la que preside desde este año junto al instituto de Chile–, es conocida tuitera desde 2012, mismo momento en que publicó su trascendental De ángeles y ninfas. Conjeturas sobre la imagen en Warburg y Benjamin, al que sucedería el superventas Redefinir lo humano: las humanidades en el siglo XXI (2017).

—¿En qué momento se acercó a las artes visuales?

—Ellas me llegaron solas, primero por Roser Bru que me pidió que le escribiera algo para una exposición relacionada a Kafka, luego en la Escena de Avanzada que organizó Nelly Richard y de ahí en adelante.

—Entre medio apareció Alfredo Jaar en su vida, a quien, se dice, usted descubrió.

—Él se me acercó en 1980, para que le fuera a ver sus obras, si no me gustaban no pasaba nada y vi que eran algo totalmente distinto, ajeno a las tendencias que había en Chile en ese momento; quedé con la boca abierta. Sus Estudios sobre la felicidad eran algo que no tenía lugar en la historia del arte conocida, y menos en la escena del Chile de entonces.

Era el año del plebiscito y el artista, en la Alameda, detenía a un transeúnte y le preguntaba: “¿Es usted feliz?”. Luego generó conversaciones, entrevistas y al final gigantografías en la calle. De nuevo: “¿Es usted feliz?”.

Adriana creyó en él, deslumbrada, y lo instó a irse. “Aquí he visto a tanta gente grande dándose contra las paredes, los enemigos te hacen perder tanto tiempo… Se fue a Nueva York y después ha dicho: ‘Esta señora me echó’. Somos muy amigos”.

Complicidad

Complicidad

Adriana Valdés con la crítica de arte Ana María Risco –también dedicada a las relaciones entre imagen y texto– y su “ahijado”, el artista Alfredo Jaar. Fotografía archivo personal, Adriana Valdés.

Darse a otros

En su vida abundan los actos de servicio. A la familia, a la universidad, a los autores que tradujo, a los artistas de los que escribió. Como un hada madrina. Pero ahora es su momento de pasar al primer plano, como autora de un best seller y presidenta de la Academia de la Lengua.

—¿Cómo define usted este cambio de volverse más protagónica? ¿sacar la voz y ser reconocida es una conquista personal?

—No diría que fue por una sagacidad especial, pero sí tengo antenas para las angustias y los intereses de las personas, soy receptiva al interés común y por otra parte me he soltado con la edad.

Esa sensibilidad fue advertida por Roser Bru, la primera que le pidió un texto de crítica. Ahí se abrió un portal, porque su capacidad para leer las imágenes, incluso abstractas, y llevarlas a la palabra, de un ensayo a otro, la transformó en una figura de peso en la escena visual chilena de los años 80: “Me gusta asomarme a otros mundos. Una nieta de 13 años me pidió una caja de manga y yo no tenía idea de qué se trataba, son esos dibujos japoneses que se leen de derecha a izquierda, entregan una visión bien compleja de las cosas, te exigen otras capacidades, no letradas, y eso me gusta, es parte de lo que todos estamos viviendo”.

Sin embargo, por su formación y su larga pertenencia a la Academia Chilena de la Lengua, no renuncia al pensamiento sistemático: “No se puede perder el razonamiento articulado, hay que trabajar en una complementación. Los mismos jóvenes que ahora buscan las industrias creativas tienen toda la razón. Hay que cultivar las capacidades que los robots no tienen, y esa competencia no es fácil, porque estos tienen un orden mental, razonan mejor, hacen haikus (un tipo de poema breve de origen japonés). Uno les puede pedir un poema a los José Asunción Silva y te lo hacen de una manera que puede engañarte”.

—¿Le gusta la tecnología?

—Depende de los algoritmos. En Youtube, por ejemplo, que uso bastante, sin darte cuenta te van encerrando. En las últimas elecciones parlamentarias de Estados Unidos apareció un candidato que me pareció interesante y el sistema empezó a mandarme detalles de él que no me interesaban, calculan raro. Para eso prefiero una librería, donde me puedo encontrar con un libro del que nada sabía y termino mirándolo y abriendo un mundo que no sospechaba. Ahí vale la maldición china, “Ojalá se cumplan todos tus sueños”. Youtube te lleva a una vida plana, sin sorpresas, sin azar, sin comunicarte con lo que no sabes que existe.

Liderazgo femenini.

Liderazgo femenini.

En el mes de enero de 2019, por primera vez en su historia, la sesión de la Academia de la Lengua fue presidida por una mujer, Adriana Valdés Budge. En la misma ceremonia, se traspasó la presidencia del Instituto de Chile, cargo rotativo que, por coincidencia, recayó en la misma academia. En la fotografía, aparecen a la izquierda el médico José Adolfo Rodríguez y el historiador Joaquín Fermandois. A la derecha, Abraham Santibáñez. Fotografía archivo El Mercurio.

Mujer de Palabra

Desde hace décadas a Adriana Valdés le importa la condición de la mujer. En los años 80 formó parte de un grupo que leía a Gabriela Mistral –la mujer fuerte, osada, olvidada– y, en 1991, publicó un estudio de “Mujeres, cultura, desarrollo; perspectivas desde América Latina”.

—Con su trayectoria en el tema feminista, ¿cómo ve el presente, los cambios?

—Hay algo que en Chile viene de atrás, desde la Colonia,  de mujeres solas y fuertes, bases de la familia. Dinastías de abuelas con madres e hijas; ellas son lo permanente, los hombres lo pasajero, lo que incluso se ha incorporado en proyectos sociales que llegan directo a las mujeres. Pero también estaban los hombres hablando de las mujeres como “claveles del aire”, una imagen etérea, irreal.

—¿En qué lado está la mujer chilena?

—Hay una cultura de niños apollerados y madres que no sueltan, las nueras deben soportar eso y no es fácil, hijos tan protegidos que quedan en deuda para siempre con sus madres. No es fácil todo esto, yo me tuve que sacrificar mucho, pero igual encuentro que la vida de mis hijas es aún más sacrificada.

Ama las lenguas. Tanto, que puede traducir al inglés, francés, italiano y portugués. De niña lectora pasó a ser alumna de Letras de la Universidad Católica y nunca más se detuvo en esta carrera.

—¿Cómo está el mundo de la palabra en Chile?

—Todo el acceso en línea es algo muy fuerte y yo creo que ha generado un interés material por la lengua y las palabras, tal vez por el tuiteo que obliga a escoger lo breve y preciso. Un día, como tengo hartos seguidores (más de seis mil), pregunté en Twitter por los anglicismos, qué les parecía, pensando que quienes tuitean son jóvenes en general y me encontré con ejemplos excelentes. Un caso es el uso de influencers, que me parece de una siutiquería monumental, pero claro, si uno lo traduce a “promotores” les quita la mitad del encanto de un golpe. Es un tema que hemos tratado en la academia, ver cómo podemos capitalizar lo que está sucediendo.

—¿Será consecuencia de la inmigración observar la misma lengua, pero en otra versión, a veces más completa, con otro acento?

—Se nos está abriendo un mundo mucho más amplio en el campo del lenguaje, es cierto, hasta los tonos cambian. El mismo trato en Chile, que era tan parco, está cambiando. En la misma academia tenemos ahora dos miembros venezolanos, que se vinieron, y aparecen puentes notables, como cuando Iván Jaksic presentó su libro sobre Andrés Bello y ahora con ellos podemos asomarnos a otro Andrés Bello.

—¿Cómo ve el presente del castellano a nivel mundial?

—En Estados Unidos, con sus inmigrantes, lo están descubriendo. Antes no se preocupaban de los idiomas, pero ahora sí, ningún candidato se puede descuidar de eso gracias a “los hispanos”.

Versátil e inquieta, tiene un perfil que viene bien con ser  la primera mujer presidenta del Instituto de Chile, el que además de la Academia de la Lengua incluye las de Historia, Medicina, Ciencias, Bellas Artes y Ciencias Sociales, Políticas y Morales. Aunque lo de ser la primera mujer distrajo la atención pública, es su pensamiento lo que ahora emerge. No es extraño, entonces, según nos informa un editor, que esté meditando publicar sus obras completas.