• Revista Nº 157
  • Por Matías Broschek
  • Fotografía Karina Fuenzalida y Techo

Talento Público

Sebastián Bowen: “Nos encandilamos con una cáscara preciosa”

Sebastián Bowen, director ejecutivo de TECHO-Chile, sostiene que había mucha podredumbre al interior del envoltorio que habíamos proyectado como nación exitosa. Poco antes del estallido social, denunció que cada día diez nuevas familias se veían obligadas a trasladarse a un campamento y advirtió sobre una catástrofe social. Hoy reconoce que debió hacerlo con más urgencia, que la magnitud del descontento lo impresionó y que el diálogo ampliado es nuestra única escapatoria.

Mientras avanzaba por Avenida Apoquindo en su automóvil gris, Yaris del año 2009,  Sebastián Bowen se sorprendió al ver la multitud de personas que caminaban a lo largo de la calle.

El director ejecutivo de TECHO-Chile había asistido a una reunión y cuando se sentó en el vehículo pasadas las cinco de la tarde de ese 18 de octubre, encendió la radio para enterarse del cierre de las líneas del Metro. De pronto divisó a tres señoras. Detuvo el vehículo, bajó la ventanilla y ofreció encaminarlas. Al rato viajaban a bordo del auto que Bowen describe como “chiquitito, pero muy fiel”. Durante el trayecto aparecieron las bromas, “¿qué pensarían sus maridos sobre el retraso que sufrirían  en  su  viaje  de  regreso  a  casa?”.  Asimismo, afloró la ironía cuando las autoridades hablaron por la radio, pero también se evidenció una cuota de incertidumbre. “¿Qué  irá a pasar mañana?”, preguntó una de las pasajeras a propósito del cierre de las estaciones. “Yo igual apoyo a los chiquillos”, agregó otra en señal de adhesión hacia quienes llamaban a eludir los torniquetes.

Aquel fin de semana, Sebastián Bowen intentó comprender la magnitud de lo que estaba sucediendo. Pese a que él mismo había declarado públicamente días antes que el país estaba viviendo una verdadera “catástrofe social” y que, diariamente, diez familias en Chile se veían forzadas a tener que irse a vivir en un campamento, admite que la magnitud del estallido lo impresionó.

En ese momento, reparó en la fragilidad de la sociedad. “¿Cómo no fuimos capaces de construir cimientos más sólidos?”, se cuestiona. “Nos encandilamos con una cáscara preciosa de un país que conseguía logros internacionales, organizadora de eventos relevantes como la COP25 y APEC, pero no nos dimos cuenta de que, por dentro de esa cáscara, estábamos bastante podridos, con bajísimos niveles de cohesión social”, agrega.

Después del 18 de octubre, Bowen conversó con más de siete dirigentes de diferentes campamentos. En ese diálogo, se percató de que los destrozos en el Metro no eran tan importantes para todos. “Hemos vivido siempre con incerteza, a horas de distancia de nuestros trabajos, que lo estemos viviendo a raíz de la quema de un par de estaciones es muy triste para el país, pero para nosotros lo central es que se abre una posibilidad de cambio social”, le contestó uno de ellos.

La idea le quedó dando vueltas. Para él la situación de los campamentos solo era un síntoma de una enfermedad más profunda que denomina exclusión. “De cierto modo avizorábamos que podía explotar esta olla de presión, el malestar nosotros lo podíamos ver. Como director de una organización sin fines de lucro me hago una autocrítica de no haber planteado el tema con mayor urgencia”, afirma.

Una sociedad frágil

Una sociedad frágil

El director de TECHO se cuestiona, “¿cómo no fuimos capaces de construir cimientos más sólidos?”. En la imagen recorre los pasillos de las oficinas de la organización, en la comuna de San Joaquín.

DEL COLEGIO SAN IGNACIO A HAITÍ

Sebastián Bowen tenía 16 años cuando sintió  por  primera vez una sensación que emergía desde su estómago y que no respondía a una enfermedad propiamente tal, pero que tenía la suficiente fuerza para remecerlo. Se encontraba en Mariposas, una localidad rural ubicada en las cercanías de San Clemente.

Con el lema “la tierra es para el que la trabaja”, la vasta hacienda Mariposas, cuyos extensos y productivos campos colindaban con Argentina, había sido dividida en 344 parcelas administradas por campesinos durante el proceso de la reforma agraria. Entre sus verdes prados y suave lomaje, Bowen rápidamente se encariñó con las personas del lugar.

Había llegado proveniente del Colegio San Ignacio El Bosque para desarrollar trabajos de verano y lo que le impactó fue la gran brecha social con la que se encontró. La distancia entre los jóvenes de Providencia y Mariposas era demoledora. “Me generó un rechazo de guata”, cuenta. Regresó muchas veces más. “Trataba de inventar actividades muy variadas, culturales, deportivas, talleres de hip-hop, acciones que contribuyeran a derribar los muros entre estos mundos”, afirma. De vuelta en Santiago, organizó junto a otros compañeros de curso actividades extraprogramáticas, una de los cuales abordaba el tema de la pobreza y la desigualdad.

Hijo menor del arquitecto Álex Bowen y de quien fuera vicedecana de la Facultad de Educación de la Universidad Católica, Gloria Carranza, Sebastián vivió su infancia en la apacible calle Las Achiras, en Providencia. En esos años solía pasarse las tardes jugando partidos de fútbol en la Plaza Pocuro o inventando series de dibujos animados junto a sus amigos. Como “concho” de la familia, contaba con una autonomía envidiable y el apoyo de sus hermanos. “Me sentía muy protegido y con una sensación que me ha dado la vida hasta hoy de que nada malo me va a pasar”, afirma.

El director de TECHO añora hasta hoy el gran jardín que disfrutó en esa época. “Si uno mira ese espacio con los precios de las propiedades actuales, se trata de un lugar privilegiado. Pocas familias chilenas podrían hoy darse el lujo de vivir así”, sostiene.

Poco tiempo después ingresó a la Universidad Católica para estudiar Sociología, en el campus San Joaquín. “Yo en realidad pasé por la universidad”, dice y enfatiza la palabra “pasé”. Aunque no le dedicó mayor tiempo al estudio, logró finalizar la carrera en el tiempo estipulado y también pudo articular iniciativas sociales con otras personas que conoció. “Mi principal aprendizaje fue la capacidad de juntar a personas y desarrollar diversos proyectos, aprovechando los recursos y fondos concursables que ofrecía la institución”, comenta. Asimismo, se postuló en 2004 como candidato a las elecciones de la FEUC por “Opción Independiente”, una lista que agrupaba a una corriente de liberales de centro derecha y también a una más socialdemócrata, con la cual se identificaba Bowen. Sin embargo, fueron derrotados en esa oportunidad por una coalición que incluía a La Surda, la DC Universitaria y otros movimientos políticos.

Cinco años después, tras haberse desempeñado como director social de TECHO, Eduardo Frei Ruiz-Tagle le pidió ser el coordinador de su campaña presidencial. Dicha aventura política terminó mal y Bowen fue criticado por su inexperiencia política. Al mirar retrospectivamente resalta varios aprendizajes. “Se trata de una vivencia en la cual la ética de uno puede verse muy dañada, pues el rédito del corto plazo a veces aniquila los valores, pero en mi caso logré salir de pie y creo que eso fue valorado por la gente que conocí”, afirma.

También aprendió que la política no era para él. “‘No soy de trincheras’, como diría Neruda, no soy de respuestas rápidas, prefiero la reflexión”, agrega. Bowen cambió Santiago por Carolina del Norte y la Universidad de Duke, donde estudió un magíster en Economía del Desarrollo y Desarrollo Internacional. Posteriormente se trasladó a Haití para trabajar en la fundación Foi et Joie, ONG que imparte educación a niños en riesgo social. El contraste entre Estados Unidos y el país antillano fue enorme. “En Haití si algo funciona es la excepción”, dice. Del agobio inicial que suelen experimentar quienes llegan a la isla, Bowen se fue acostumbrando y siente hoy un gran agradecimiento hacia el pueblo haitiano. Aprendió el créole y hasta el día de hoy lo pone en práctica cada vez que se encuentra con inmigrantes haitianos. “Tú hablas tres palabras y se genera un vínculo muy especial”, comenta.

"Que no se note pobreza"

Este dicho, tan popular en Chile, esconde algo muy duro, afirma Bowen. “Hemos sido muy cínicos y pretendemos esconderla debajo de la alfombra, como ocurre con los campamentos que se emplazan en la periferia”.

SEGREGACIÓN QUE GOLPEA

Una mulata acompaña a su hija mientras almuerza. Están sentadas en una pequeña habitación que funciona como comedor, living, cocina y lavadero. De pronto, un hombre vestido con buzo golpea fuerte sobre la puerta del departamento del block. “¡Ya mijita, ábrame la hueá!”, dice con prepotencia. La mujer lleva a la pequeña a otro lugar mientras avisa que ya abrirá. “¡Ya pues, Colombia!”, le insisten. El hombre fuerza la puerta e ingresa. “¿Y? ¿Dónde está el billete?”, pregunta. La colombiana explica que todavía no tiene el dinero para pagar el arriendo.

La escena forma parte de los videos de la última campaña de TECHO, “Sin lugar”, inspirada en hechos reales y que refleja el drama que viven inmigrantes indocumentados frente a los abusos cometidos por arrendadores del mercado negro. Se trata de una realidad que Bowen conoce bien. En su regreso a TECHO, ha promovido un giro de la organización que considera la exclusión en la ciudad como un fenómeno que trasciende la mera construcción de mediaguas. En esa mirada integral también inciden la desigualdad, la migración y el clasismo.

“La segregación se nos cuela por los poros en Chile”, afirma y añade que se observa en las elección de los colegios, pero también en las autopistas pagadas y en leyes de integración urbana cojas. Hasta el estallido social, la sociedad también era hábil para ocultar la desigualdad en la ciudad, a diferencia de lo que ocurre en urbes como Río de Janeiro o Buenos Aires. “En Chile está el dicho de ‘que no se note pobreza’ y esto es algo muy duro. Hemos sido muy cínicos y pretendemos esconderla debajo de la alfombra, como ocurre con los campamentos que se emplazan en la periferia”, sostiene. Según él, detrás de esta enfermedad del segregarnos o seleccionarnos, hay un gran temor transversal a la pobreza. Pero afirma que la fantasía de la selección no hará desaparecer el problema de fondo. “Al final del día, todos somos parte de la misma ciudad y de su destino, por mucho que no nos guste”, constata.

Entre las diez familias que se ven diariamente obligadas a irse a vivir a un campamento, hay muchas que no tienen el dinero suficiente para pagar el arriendo. Se trata de un problema asociado a la falta de suelos y al consiguiente incremento de los precios. Bowen cree que al Estado le ha faltado un mayor sentido de urgencia en el fomento del arriendo, en innovar con un banco de suelos, la autoconstrucción asistida, entre otras medidas.

También al sector privado le corresponde un rol importante en el avance hacia una sociedad más inclusiva que, además, pueda ver un valor económico a la base de la pirámide: “Al igual que los colegios privados, muchas empresas buscan atajos, y entre sus empleados escogen a quienes tienen un mayor capital cultural, pero hay que entender que no existen empresas exitosas en ciudades o sociedades fracasadas”, dice.

Pasado político

Pasado político

Luego de su participación como coordinador de la campaña presidencial de Eduardo Frei en 2009, descubrió que la política no era para él. “‘No soy de trincheras’, como diría Neruda, no soy de respuestas rápidas, prefiero la reflexión”, afirma.

DESCONFIANZA Y DIÁLOGO

En el análisis que hace de las razones del malestar, Sebastián Bowen identifica el sentimiento de la triple A. En primer lugar, menciona el abandono que las personas perciben por parte de las instituciones. Cuando las entidades públicas y privadas no llegan al campamento, la única vía es rascarse con las propias uñas o buscar el apoyo de los vecinos. El abuso es un segundo componente. “No accedo a las instituciones, pero hay otras personas privilegiadas que sí las aprovechan, ahí está la dieta parlamentaria, la corrupción y los casos de colusión”, señala. Finalmente, está la angustia, asociada al endeudamiento, a que los niños no puedan salir a jugar porque la calle está tomada por narcotraficantes o a las horas de viaje que debe soportar para ir a trabajar.

Para salir de la crisis social, especialmente patente después del 18 de octubre, Bowen destaca que el nuevo acuerdo social no puede establecer que la convivencia esté ordenada en función del poder adquisitivo de los chilenos.

Esto requiere, según Bowen, un nuevo pacto entre los actores políticos, que introduzca la implementación de políticas públicas que modifiquen estructuralmente la distribución de los capitales, entre los cuales menciona medidas tributarias. Para responder a la segregación territorial también resulta crucial introducir medidas para que la tierra que cada uno habite no dependa exclusivamente del dinero que disponga.

Otro de los desafíos que avizora es la necesidad de entablar una mayor capacidad de conversación. “Mi sensación es que en Chile nos olvidamos totalmente de cómo dialogar y esto es muy complicado si queremos construir una sociedad más equitativa y prevenir futuras crisis”, afirma. Bowen apunta a la consideración de las organizaciones de base, como los comités de vivienda, las juntas de vecinos y los clubes deportivos, para que puedan tener una mayor incidencia en las decisiones que se adopten a nivel nacional. “Cuando nosotros construimos casas, una de las claves centrales para que el barrio perdure en el tiempo y sea exitoso es que la comunidad que va a vivir en ese lugar también participe de las decisiones, en el diseño de la casa, las áreas verdes, pues así se apropia del barrio”, indica.

TECHO, en conjunto con Hogar de Cristo y Fondo Esperanza, elaboraron una metodología de diálogo y trabajo (ver Círculos territoriales: la voz que emerge desde los barrios), que permite levantar las principales prioridades y propuestas de las comunidades. Esta propuesta fue compartida también con el gobierno para propiciar un  entendimiento con la sociedad y superar la desconfianza que existe con la elite política. “Hay un riesgo de que se piense que el diálogo solo debe realizarse durante dos o tres meses para superar la crisis, pero no, debe llegar para quedarse”, concluye al analizar una fórmula de salida, para un país que, muchos dicen, ya cambió.

Tiempo de actuar

Tiempo de actuar

Sobre las familias que viven en campamentos, Bowen afirma que se trata de un problema asociado a la falta de suelos y al consiguiente aumento de los precios. El sociólogo cree que al Estado le ha faltado un mayor sentido de urgencia en el fomento del arriendo, en el impulso de un banco de suelos, la autoconstrucción asistida, entre otras medidas.