doctores chilenos en Chad doctores chilenos en Chad
  • Revista Nº 150
  • Por Yecelis Durán Romero

Red Global

Chad: el clamor de los enfermos

Chad es el quinto país más pobre del mundo. Pese a registrar progreso en sus indicadores sociales y económicos, la última medición del Índice de Desarrollo Humano lo ubica en el puesto 186 de 188 en el planeta. Hasta ese lugar en África llegaron unos doctores chilenos, como tantos de otras naciones, para colaborar con la enorme carencia de especialistas en los hospitales. Pero al estar allá se impusieron una meta mayor: cambiar la realidad de los pacientes y capacitar al personal de salud local. Es el objetivo que se plantea un convenio que nació en la Escuela de Medicina de la UC y ya está traspasando las fronteras.

El cansancio producto de la malaria complicaba el trabajo del doctor  Rodrigo López (38), anestesiólogo y académico de la Universidad Católica. El calor de Chad se hacía más difícil de soportar. Sin embargo, su trabajo en la sala de operaciones era urgente. Allí lo esperaba un modesto equipo médico para realizar las cirugías programadas. Era la tercera visita del anestesista al país africano, y la primera vez que se contagiaba de esta enfermedad, lo que le impedía continuar su trabajo en el quirófano. En ese momento, uno de los enfermeros locales le ofreció ayuda para anestesiar a un paciente. “Era imposible traspasar este conocimiento de manera rápida a este joven, pero me conmovió su motivación y saber que tenían un enorme potencial para aprender”, declara López.

La escena anterior hizo comprender al doctor que la mejor forma de aportar en este país de manera permanente era capacitando a sus profesionales de la salud. Según cuenta, a esta idea contribuyeron las ganas de superar los obstáculos que vieron en los enfermeros y especialistas de Chad. Así nació el proyecto de cooperación entre la Universidad Católica, el Complejo Hospitalario-Universitario El Buen Samaritano (CHU-BS) y la Universidad de Chile.

Este convenio tripartito busca coordinar el intercambio de académicos y estudiantes entre Chile y Chad. “La idea es que nosotros tengamos la experiencia de la colaboración –con lo formativo que ello resulta– y seamos un aporte para disminuir las necesidades sanitarias de la población. A su vez, ellos obtendrán instancias de capacitación en distintas aéreas, ya sea con cursos que nosotros realicemos allá o con participación en programas formales acá. Además, está abierta la puerta a posibles proyectos de investigación, lo que dependerá de la iniciativa de las personas que viajen y, una vez conocida la realidad, tengan la inquietud de responder las preguntas que les surjan de modo científico”, explica López.

El periplo a Goundi

Rodrigo López confiesa que ha tenido comodidades superiores a la media en su vida. Estudió Medicina en la Universidad Católica e ingresó a la especialidad de anestesiología y subespecialidad de anestesiología cardiovascular. Todo su destino parecía ordenado hasta que en 2009 se encontró en Santiago con el hermano Leopoldo Labrín, un jesuita y médico chileno que trabaja en Chad y que conocía de su época escolar.

Después de una conversación con él sobre su experiencia en ese lugar, comenzaron sus cuestionamientos existenciales. “Me explicó que la formación da oportunidades, pero también genera responsabilidades. Que debemos aprender a reconocer las emociones y transformar la culpa en motivación”. Tras este momento, realizó un viaje de cinco semanas a Goundi, una ciudad de Chad en la que el CHUBS maneja un pequeño hospital.

Salud para Chad.

Salud para Chad.

Para que la colaboración a esta nación de África sea permanente se requieren manos locales capacitadas. En la foto aparece de pie, atrás, Simon Madengar, director médico del Hospital El Buen Samaritano. Adelante Luis Ibáñez, exdecano de la Facultad de Medicina con Jorge Martínez y Alejandro Majerson. Abajo, Rodrigo López y Santiago Besa, junto a otros internos de sexto año de Medicina de ese país, en marzo de 2017. Fotografía Santiago Besa.

Al llegar a África, el doctor López se encontró con un calor agobiante, mucha naturaleza, condiciones extremas de precariedad y suficiente tiempo libre para meditar. Casi no había teléfonos ni conexión a internet y López apenas hablaba el idioma que maneja la mayor parte del personal de salud. Mucho menos los dialectos de la población local. “Tuve que tomar clases de francés después del primer viaje y pedir a los enfermeros que me tradujeran para comunicarme con los pacientes que hablan en dialectos. Fue un proceso de mucha paciencia y observación que me permitió entender la cultura de ese país”, afirma.

También aprendió una nueva relación con el tiempo: la que se mide por horas de claridad cuando la electricidad solo funciona una porción del día. Al finalizar este viaje sabía que tenía que regresar. Volver significaba un compromiso con sus pares locales. Y así lo hizo: “El personal de salud, que tiene más acceso a internet y a las noticias fuera de Chad, vive con la sensación de que el mundo se olvidó de ellos, que no le importan a nadie”. Sin embargo, López comprendía que su ayuda, aunque necesaria y apreciada, era pequeña para la necesidad que existe en el país africano. “La cantidad de médicos especialistas es ínfima, por lo que tener un anestesiólogo un mes al año es una venda en una hemorragia que no encuentra contención los otros 335 días”, dice López.

La necesidad más apremiante

Chad es un país ubicado en el corazón de África, con una superficie que casi duplica a la de Chile, pero una población que no sobrepasa los 14 millones de habitantes. Pese a registrar progreso en sus indicadores sociales y económicos, la última medición del Índice de Desarrollo Humano lo ubica en el puesto 186 de 188 en el mundo, con una expectativa de vida que no supera los 52 años y batallando altas tasas de muertes por VIH, malaria y enfermedades intestinales. “Servimos a Dios atendiendo a los hombres en la necesidad más urgente, en el momento y lugar donde estemos. En Chad creemos que Dios nos llamaba a hacer algo en el campo de la salud”, comenta Rodrigue Takoudjou s.j., director de la Escuela de Salud de CHU-BS.

De esta forma nació, hace más de 40 años, el Complejo Hospitalario El Buen Samaritano (CHU-BS): un lugar que atiende a más de 10.000 pacientes en Yamena, capital de Chad, y cuenta con alrededor de 160 camas; además, en Goundi están a cargo de una población de más de 100.000 habitantes. Para esta institución y este país, el apoyo de médicos en cooperación internacional es un salvavidas momentáneo; pero su real necesidad es contar con manos locales que tengan los conocimientos necesarios e incluirlos en su plantel de servicio permanente.

Tras largas conversaciones entre el CHU-BS y la UC, en marzo de 2017 comenzó, con siete alumnos, el primer Diplomado en Anestesiología Básica para Enfermeros en las dependencias del hospital en Yamena. Este programa especial incluyó cuatro visitas a lo largo del año de un equipo de profesionales que impartieron los cursos adaptados a la realidad local. Para alcanzar esta meta, la división de Anestesiología de la Escuela de Medicina UC acudió a la Universidad de Chile y al Hospital de Osorno, donde algunos de sus integrantes habían mostrado interés en el proyecto de López.

Una celebridad

La anestesia no es la única especialidad que necesitan con urgencia en ese país. También requieren cirujanos, ginecólogos, traumatólogos, kinesiólogos, urólogos, pediatras y más. Lentamente han realizado un levantamiento de estas necesidades, incluyendo personal de otras disciplinas en las distintas visitas.

Para Federica Ramírez, kinesióloga de la Red de Salud UC CHRISTUS, la impresión de sentirse una celebridad al llegar a Chad en 2017 fue extraña: su visita se anunció en radio, televisión, afiches y en sermones dominicales. “Sabían qué hacíamos y necesitaban de nuestra profesión. Entonces, las expectativas y la demanda eran altísimas”, explica.

Federica Ramírez y su compañera se enfrentaron a largas filas de pacientes que esperaban verlas, dejando en sus manos la esperanza de poder caminar mejor o ver a sus familiares recuperar la movilidad que habían perdido tras una cirugía o enfermedad.

Así conocieron a Dori, una niña que estaba paralizada desde pequeña por una malaria derivada en encefalitis y que no había recibido terapia física, por lo que era considerada una persona con discapacidad severa. Al tener esta etiqueta, Dori no tenía la vida de una niña de su edad y estaba relegada a un rincón de la casa de su madre. Con la breve rehabilitación que pudieron brindarle, la pequeña recuperó cierto movimiento y habla, sor­prendiendo a su familia y causando una impresión duradera en sus terapeutas.

enfermera de Chad y doctora de chilena atendiendo a un paciente

Capacitación a enfermeros locales. En la fotografía, el anestesista Eduardo Kattan le enseña a un estudiante de enfermería las técnicas de ventilación en diciembre de 2017. Fotografía de WinTinChang.

UN CAMBIO REAL

El próximo paso para este proyecto es la creación de un programa de magíster de dos años en Chile para enfermeros chadianos el año 2019. Ellos tendrían el compromiso de regresar a su país. Para alcanzar este objetivo requieren formalizar los nexos de intercambio académico y colaboración internacional de ambas casas de estudio y ese país, y trabajar para obtener financiamiento.

“Hasta el momento hemos funcionado principalmente con fondos personales. La UC nos dio un aporte con el que hemos subvencionado a becados y la Red de Salud UC CHRISTUS nos ha cooperado con insumos médicos y algunos equipos que ya no se utilizaban. En este momento estamos comenzando la postulación a fondos nacionales (del Ministerio de Relaciones Exteriores) e internacionales (una ONG francesa llamada Solthis) y explorando la opción de donaciones, para lo que contamos con el apoyo de la UC”, cuenta López, quien ha asumido el rol de coordinador del proyecto en esta universidad.

Además, persiguen la idea de poder incluir a algunos médicos de Chad en programas de especialidades de ambas universidades nacionales.

A lo anterior, el doctor López añade: “Una de las cosas que uno aprende es que para ayudar es necesario tener buenas intenciones, pero eso no basta. En la cooperación internacional es necesario aprender de ‘competencias interculturales’ que se refieren a la capacidad de comunicarse efectivamente con alguien de otra cultura. Además, se debe desarrollar una alta capacidad de manejar la frustración, porque las dificultades, no solo materiales, están a la orden del día. Para mí ha significado salir de mi zona de confort, pero es un gran desafío que estamos llevando adelante un grupo de casi 40 profesionales de la salud de distintas áreas, comprometidos con esta idea”